Leandro, el artista tucumano con Asperger que expondrá sus obras

Leandro, el artista tucumano con Asperger que expondrá sus obras

En un mundo que lo comprende poco, cuenta historias a través de sus pinturas. Trabaja en una forrajería y sueña con independizarse.

-EN SU CUARTO. Leandro posa junto a algunas de sus obras.- -EN SU CUARTO. Leandro posa junto a algunas de sus obras.-

Leandro Giuliano tiene un don. Imagina una historia en su cabeza. Toma un lápiz y empieza a trazar líneas. La misma obsesión que marca cada espacio de su vida la aprovechó para dibujar y dibujar. Guarda cientos de hojas blancas con sus creaciones. Él mismo se inventa las técnicas que usa para sus animé. Aunque fue a talleres artísticos nunca aprendió nada ahí. Solo lo hacía para poder mostrar sus obras. Y todos quedaban impresionados.

Desde que era muy pequeño a Leandro, que ahora tiene 23 años, le gustaba pasar muchas horas en su cuarto. Su familia pensaba que podía estar deprimido. En realidad, lo que le deprimía estaba afuera. Tardaron en descubrir por qué él “no encajaba”. Creían que se trataba simplemente de un niño difícil. Ese baldazo de agua fría que necesitaban llegó cuando tenía nueve años. Fue gracias a que su mamá, Adriana, escuchó en un programa radial de Buenos Aires a un médico hablar de un trastorno y empezó a investigar. Y luego llegó el diagnóstico: Leandro tiene síndrome de Asperger, condición enmarcada en el espectro autista. ¿Cómo se describe él? Sencillamente como una persona que tiene una manera distinta (diversa) de percibir, pensar y actuar.

Aunque su mamá percibió desde que era bebé que algo no andaba bien (parecía sordo cuando le hablaban, evitaba el contacto visual, casi no socializaba), nadie sabía decirles qué le pasaba. Le hicieron muchos estudios: de audiometrías -para ver si tenía algún problema de oídos- a pruebas neurológicas. Y salían bien.

 Junto a su mamá Adriana.- Junto a su mamá Adriana.-

Los inicios

¿Cómo empezó tu pasión por el dibujo?, le preguntamos a Leandro a propósito de su primera exposición, que será el fin de semana que viene en la Casa del Bicentenario. Se ha preparado especialmente para la entrevista con LA GACETA. Usa jeans, camisa a cuadros y una remera gris. Pide que nos sentemos en el comedor de su casa del barrio Alperovich, donde vive junto a su mamá.

Entonces, el joven de los ojos marrones vivaces y pelo prolijamente cortado comienza a hablar. Su espalda permanece erguida en todo momento. Sus brazos están sobre la mesa; sus manos, cruzadas. Tiene un vocabulario algo sofisticado y su pronunciación es muy particular.

Viaja en sus recuerdos dos décadas atrás. “Iba a jardín de cuatro años. Me costaba acostumbrarme a la gente nueva y también a estar lejos de mi mamá. Como no podía hablar con otros, me puse a dibujar. Dibujaba todo el tiempo. Y lo hacía muy bien para mi edad; todos se sorprendían al ver mis trabajos”, detalla.

El ciclo escolar fue muy difícil para Leandro, según cuenta. Los problemas que empezaron en el jardín, se agudizaron en la primaria, en la secundaria y en la universidad. “Pasé por seis colegios. Tuve inconvenientes con maestros porque no prestaba atención y con mis compañeros porque me hacían bullying”, resalta.

A los 13 años encontró por fin un establecimiento donde se sentía a gusto: el Decroly. Allí sus compañeros lo aceptaban tal cual es, no lo molestaban y hasta le tomaron cariño. Él los extraña. Es más, confiesa que uno de los motivos por los que decidió hacer la muestra de dibujos es para reencontrarse con ellos, a quienes invitó especialmente.

También fue a muchos psicólogos y médicos. “Sufrí bastante porque cualquier cosa me enfermaba”, recuerda. Al terminar el colegio, todo se puso más difícil. Primero, quiso estudiar Medicina pero en el camino descubrió que no era lo suyo. “Quería ayudar a los demás, a los que pasaron por lo mismo que yo. Entonces decidí estudiar Psicología”, apunta. En 2015 arrancó la carrera en una universidad privada. Los docentes no lo comprendieron y terminó expulsado. Al año siguiente lo intentó en la UNT. Pero no pasó el examen de ingreso. Finalmente, después de tanto buscar, realizó un curso de acompañante terapéutico de 12 meses. Y se recibió con promedio 9, cuenta orgulloso el joven, dueño de una memoria tenaz. Según su mamá, en primer grado no hacía nada en clase, pero al llegar a casa copiaba en el cuaderno todo lo que la maestra había puesto en el pizarrón. Era como si le hubiera sacado una foto en su mente.

A Leandro le gustaría conseguir un trabajo permanente de su especialidad y poder pagarse así el alquiler de un departamento. Por ahora, ayuda con dos pacientes de su psicóloga, uno de 11 y de 13 años, quienes tienen trastorno del espectro autista (TEA). Los está ayudando a comunicarse. “Yo quisiera acompañar a algún niño con Asperger en su escuela para enseñarle habilidades sociales”, confiesa. Siente que tiene más herramientas que nadie para entender un paciente y ayudarlo.

Uno de sus bocetos.- Uno de sus bocetos.-

Por otro lado, tres veces a la semana trabaja por la mañana en la forrajería de una prima. Se maneja con autonomía: se levanta solo, va en ómnibus, hace lo que le pidan en el negocio, retorna a su casa y se cocina el almuerzo, descansa a la siesta, ordena su cuarto, sale a trotar dos horas, vuelve y se baña, mira la computadora, dibuja, se hace la cena, ve la televisión un rato y se va a dormir.

Su rutina debe estar armada con rigurosidad. Y cuidar que nada se salga de lo planeado. Porque cuando eso ocurre, Leandro sufre mucho. “El otro día, por ejemplo, se le pasó la parada del colectivo y empezó a tocar el timbre con insistencia. El chofer se enojó. Me da bronca que la sociedad no sea consciente: si están notando que la persona tiene un trastorno, deberían ayudar y no agredirlos”, apunta la mamá.

Su lugar en el mundo

“Este es mi departamento”, dice Leandro al mostrarnos su habitación. Es su lugar en el mundo. Los placares no tienen puerta y en su interior está todo meticulosamente ordenado. Algunas de sus obras están colgadas junto a posters. Hay una cama, un escritorio, una computadora y una cajonera en la cual guarda todos sus dibujos. A los más recientes los que expondrá este viernes y sábado; los tiene en un estudio de diseño gráfico donde los ampliarán y prepararán para la muestra.

¿En qué te inspirás? ¿Cuáles son los temas que más te gustan?, le consultamos. “Mis dibujos cuentan historias, muestran cómo se vinculan las personas, las dificultades que tienen para enfrentar sus diferentes problemas”, resalta. Para él no hay una obra que sea más importante que otra. Se inspira en su vida cotidiana o en lo que ve en la televisión. “Todos tienen algo para decir, para enseñarnos; si te fijás bien, lo encontrás”, resalta, mientras nos exhibe un dibujo de un joven tocando la flauta en el cementerio.

Cada rostro, cada detalle es perfecto. Una obra le insume cerca de cuatro días. Primero dibuja. Después, con un dispositivo que diseñó y que lleva una aguja de coser en la punta, calca lo que hizo sobre una cartulina. Así puede pintar mejor. Usa todo tipo de materiales para darles color a sus narraciones gráficas.

Está seguro de que el dibujo para él es un pasatiempo. En el fondo es también una terapia, una forma de transmitir lo que piensa y conectarse con un mundo que puede presentarse hostil. Por las dudas, él va a todos lados con su lápiz y una hoja. Igual que hace 20 años, cuando siente la imperiosa necesidad de hacerse invisible, simplemente se pone a crear. Las historias le brotan en seguida. Y da rienda suelta a su don. ¿No será tal vez que el Asperger es su verdadero don?

> DÓNDE SERÁ LA MUESTRA

• Este viernes desde las 19.30 y el sábado de 9 a 13 se llevará a cabo la exposición “Ojos Azules” en la Casa del Bicentenario, ubicada en avenida Adolfo de la Vega 505. Es este el espacio que le cedió la Municipalidad capitalina a Leandro Giuliano para que pueda mostrar por primera vez sus obras. “Hace rato queríamos hacer una exposición y no se daba. Cada profesor de arte que tuvo, en especial Ariel Lucena, nos decía que mi hijo tiene un don artístico”, cuenta Adriana, la mamá, con los ojos húmedos de orgullo. “Llegar hasta aquí no fue nada fácil”, resume la mujer. Ahora sabe que nada es imposible.

> “Se apasionan tanto que se vuelven expertos”
Como el caso de Leandro Giuliano, en la actualidad hay muchos jóvenes con síndrome de Asperger que no la pasaron nada bien en su niñez. Hasta hace unos años se sabía poco y nada de esta condición. No había personas especializadas para diagnosticarla y mucho menos para tratar este trastorno del espectro autista (TEA). Para saber más sobre Asperger, entrevistamos al médico psiquiatra Julio Rodríguez Aráoz, quien junto con su esposa, María Silvia Sayago, fundó “Universo TEA”.

- ¿Qué es el síndrome de Asperger y en qué se diferencia del autismo?
- Es un trastorno del neurodesarrollo, actualmente considerado dentro de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA), en el cual existen dificultades en el lenguaje, en la forma de relacionarse con los demás, comportamientos repetitivos y ansiedad ante los cambios.  Anteriormente se lo diferenciaba del autismo típico porque las personas que lo presentaban no tenían aparentemente compromiso intelectual. Luego se vio que las personas con Asperger y autismo compartían las mismas características y por ello que fueron agrupados bajo el término de TEA.

- ¿ Qué tratamientos requieren los pacientes con Asperger? ¿Hay en Tucumán lugares suficientes para tratarse?
- En Tucumán hay lugares públicos y privados para el diagnóstico y el tratamiento. Se hace a través de equipos interdisciplinarios que la obra social debe cubrir. Los tratamientos indicados y recomendados mundialmente por ser los únicos con evidencia científica son los de orientación cognitivo conductual. Como toda condición del neurodesarrollo infantil, el diagnóstico precoz y el tratamiento son de vital importancia.

- ¿Por qué les cuesta tanto alcanzar la autonomía a los adultos con condición de espectro autista?
- Se habla mucho acerca de que las personas con Asperger son “genios”, pero en realidad es que se apasionan tanto por un tema en algunos casos, que son verdaderos expertos en ello. Pero no todas las personas con Asperger son genios ni todos los genios tienen Asperger, como se cree. Lo cierto es que esta atracción hacia determinados temas puede ser un fuerte y una cualidad de tal magnitud que los lleva a sobresalir en determinadas áreas, como el arte, la música y las ciencias. Pero hay un porcentaje importante de personas que no pueden estudiar o trabajar. Al llegar a determinada edad, adolescencia y adultez, no hay casi equipos o dispositivos preparados y capacitados para la inserción en el ámbito educativo y laboral. Esto compromete la autonomía y el autovalimiento. También influyen los diagnósticos tardíos, los tratamientos inadecuados, el pobre acompañamiento a los padres y la falta de políticas de estado a nivel de salud pública.

- ¿Falta concientizar a la sociedad para que puedan encontrar trabajo e integrarse normalmente en las escuelas?
- Las personas con TEA tienen mucho para aportar en todos los aspectos; lo que necesitamos es trabajar más en la inclusión de ellas y en un concepto más amplio que es el de la neurodiversidad, donde aceptemos que todos somos diferentes y nos respetemos unos a otros.

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