1) Nadie es más de aquí que tú
Miranda July
Seix Barral 224 páginas
Lo elijo porque...
Miranda July sabe cómo hallar y narrar escenarios cotidianos en los que lo bello se mezcla con lo sórdido segundo a segundo: sus personajes son adorables y horribles, y logran reinventarse con cada pequeño gesto o movimiento. Mi favorito: una doctora que se queda dormida mientras su vecino está sufriendo un ataque de epilepsia.
Fragmento
“Presioné mis labios contra su oreja y susurré de nuevo. No es tu culpa. Quizá esa fue la única cosa que siempre quise decirle a alguien, y lo dije. Levanté mi silla y me incliné sobre su hombro. Y a pesar de que estaba verdaderamente asustada por ese ataque de epilepsia del que estaba a cargo, me dormí”.
2) Precoz
Ariana Harwicz
Mar Dulce 86 páginas
Lo elijo porque...
la escritura de Ariana Harwicz me parece de lo más obsesiva y envolvente: leí la novela “Precoz” de un sola sentada, porque crea... adicción. Es una fiesta cómo en este libro se destruyen, se reconstruyen y se reformulan de un tirón los arcaicos modelos vinculares predeterminados para las madres y sus hijos.
Fragmento
“Despertate que practicamos boxeo, le empujé el hombro, pero no se mosquea. Ya le crecen patillas y pelambre en las orejas, ya tiene un grajo en los sobacos como el de los braceros de enfrente o los deportistas de alto calibre. Ya huele a chivo, el hijo muta. Le doy una patada...”.
3) Siete casas vacías
Samanta Schweblin
Editorial Páginas de Espuma 126 páginas
Lo elijo porque...
Este libro tiene un valor inmenso para mí: después de leerlo nació mi manija por escribir cuentos cortos. La narración es precisa y profunda, y cada palabra parece estar ubicada inexorablemente en su lugar, como si no pudiera ser otra. La narración se lleva toda mi atención y mi energía: no ocurre nada alrededor que pueda interesarme más que estar ahí metido.
Fragmento
“Mi madre suspira y, sin soltar el volante, recuesta su espalda en el asiento. (...) Pero esto es exactamente lo que hacemos. Salir a mirar casas (...) Intentar descifrar eso ahora podría convertirse en la gota que rebalsa el vaso, la confirmación de cómo mi madre ha estado tirando a la basura mi tiempo desde que tengo memoria”.