Gana el que más espacio controla

Aunque el ajedrez es, usualmente, el gran proveedor de metáforas para definir el juego de la política, el desarrollo de la larga campaña electoral tucumana se asemeja más a una partida de Go. El objetivo del juego es rodear en el tablero más puntos vacíos que el oponente. Se usan piedras blancas y negras (son estas últimas las que comienzan la partida), que van colocándose en la intersección de las líneas de la cuadrícula. Cuando se han puesto todas las fichas, gana el que más espacio controla. El epítome de la estrategia de ocupación territorial.

El oficialismo tucumano, que disputa la reelección de Juan Manzur y de Osvaldo Jaldo, despliega una doble táctica. La más evidente consiste en rodear al senador José Alperovich. Ayer lo exhibió, explícitamente, en la localidad de Monte Bello. El gobernador y el vice presentaron allí la lista oficial de legisladores por el oeste. Había en ese acto una docena de intendentes y cuatro decenas de comisionados rurales. Hay en esa nómina de candidatos dirigentes de mucho peso que, hasta finales del año pasado, el alperovichismo reivindicaba como propios. Empezando por el emblemático primer puesto de la lista, que ocupar el ex senador Sergio Mansilla, quien prácticamente fue el anfitrión del encuentro: la comuna se halla en el departamento Río Chico, donde Aguilares es la ciudad cabecera.

La ocupación del territorio no sólo se da sobre el mapa provincial, sino también sobre el tablero mismo del poder político. El miércoles, en la lograda entrevista del programa “Panorama Tucumano”, a Manzur le preguntaron estratégicamente por la ausencia del ministro del Interior, Miguel Acevedo, entre los candidatos a legisladores. Manzur dio una respuesta de hielo. Dijo que hay funcionarios que le manifiestan que son más útiles en la función ejecutiva; y otros que creen en la gestión y la defienden y se ofrecen para buscar votos por su reelección. Léase, hay creyentes y defensores, y hay utilitarios. Al día siguiente, Juan Pablo Lichtmajer plantó la pica y confirmó que es candidato a legislador del “acople educativo” Juntos Podemos, con referentes de la UTN, de colegios profesionales y de la UNT (donde orbita, con bajo perfil, uno de los hombres más gravitantes para el manzurismo).

Pero reducir el plan del Gobierno a un mero armado de dirigentes sería una subestimación. Las fichas oficialistas no sólo se colocan sobre los códigos postales, sino también en las intersecciones del tejido social tucumano. Desde la cláusula gatillo (supuso un aumento salarial del 47,8% en 2018 para los estatales) hasta la titularización docente (entre 8.000 y 10.000 maestros), pasando por las giras académicas y comerciales al exterior, los 180 días de clases garantizados y la moratoria votada ayer, el Gobierno peronista despliega políticas que apuntan también a los sectores medios asalariados urbanos, a los profesionales y a los empresarios.

Caras y contracaras

En la penúltima semana de marzo, el alperovichismo jugó la ficha de la vicegobernación. La senadora Beatriz Mirkin completa la fórmula en lo que, en la galaxia encuestadora, se lee como un movimiento para ocupar un espacio huérfano en el electorado tucumano: el de los que están en favor de una legislación que legalice la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Ella fue una de las voces más comprometidas en favor de la iniciativa (la había aprobado Diputados) durante la sesión de agosto en que la Cámara Alta rechazó la media sanción. En la entrevista publicada ayer por LA GACETA, hizo hincapié en esa postura.

Alperovich, quien aquella vez votó al contrario que su compañera de bancada, no hizo referencia a esa divisoria de aguas absoluta que es el aborto. Prefirió explicar la decisión en favor de Mirkin destacando su lealtad. Lo cual deja en el lugar de la deslealtad a quienes ya no lo acompañan en el territorio, donde su presencia es cada vez más difusa.

Sin embargo, en la galaxia peronista, su elección se leyó como la evidencia más cabal de sus complicaciones para encontrar socios más allá de su círculo íntimo. Es decir, un déficit en la ocupación de nuevos espacios del tablero. Un diagnóstico que ratifican a partir de que la primera candidata a legisladora por el oeste que impulsa el ex gobernador es su hija menor, Sara. Todo un contraste con lo que el manzurismo acaba de formalizar en Monte Bello.

La mención de la “fidelidad” por parte del senador es la apelación directa a un valor del catequesis peronista, que si bien toca fibras profundas en el sentimiento de los “compañeros” suele ser valorada por encima de su peso específico por quienes no vienen del peronismo y su pragmático corazón. Perón también se rodeaba de personas de las que desconfiaba, porque ese hombre le temía a la imbecilidad mucho más que a la deslealtad. Lo puso de su puño y letra en la carta que le escribió a María Eva Duarte el 14 de octubre de 1945, como preso político, desde la isla Martín García. “Lo malo de este tiempo, y especialmente de este país, es la existencia de tantos idiotas, y como sabes, un idiota es peor que un canalla”.

Perón escribe esa misiva, rescatada por Félix Luna en ese libro imprescindible que es El 45, en la última etapa de la construcción de poder previa a su llegada al Gobierno. Esa circunstancia es cabal para comprender la aparente soledad del alperovichismo.

Alperovich no apostó a la construcción política antes de llegar al Gobierno, ni tampoco durante los 12 años que fue gobernador. A pesar, incluso, de que su esposa, Beatriz Rojkés (quien, a diferencia de su marido, nunca renegó de Cristina Fernández de Kirchner), fue la presidenta del PJ desde 2007. En vez de trabajar desde ese partido político en un entramado duradero no sólo con dirigentes sino también con instituciones (algo que demandaba consensos y negociaciones), el ex mandatario hizo su opción por un “partido de poder”. Es decir, por el poder como partido mismo. El Ejecutivo fue la sede.

Ese “partido de poder” fue eficientísimo: el alperovichismo fue una máquina electoral temible en las urnas, y devastadora para los peronistas que trataban de armar alternativas. Por eso es llamativo que Alperovich ensaye un elogio de la “lealtad”, cuando su práctica durante las sucesivas elecciones que ganó fue “quebrar” candidatos y dirigentes ajenos. En 2011, hasta los mismísimos acoples tributarios de Alperovich presentaron sus postulantes a horas del vencimiento del plazo para inscribirse, porque en 2007 la aspiradora de Casa de Gobierno les había arrebatado la primera línea de sus listas. Y después la segunda. Y más tarde la tercera…

Ahora, los “gerentes” de esa máquina doblegadora de propios y adversos son los mismos que, todos juntos, están enfrentando a Alperovich.

La contracara del “partido de poder” es que, por la propia lógica de su naturaleza, no admite el “post poder”. Cuando se dejan la banda y el bastón de mando, no queda apero donde rascarse, simplemente porque ni taperas políticas se construyeron. Lo sufrió en carne propia Cristina, porque también apostó al “partido de poder” en lugar del PJ nacional. En 2011 fue reelecta con el 54% de los votos. En 2017, dos años después de dejar la Presidencia y por fuera del justicialismo, salió segunda en provincia de Buenos Aires, detrás de Esteban Bullrich. No ganó ni siquiera en La Matanza…

Elecciones e intervenciones

Cambiemos, por el momento, parece venir colocando sus piedras erráticamente. Apostó por el consenso para definir su oferta electoral, pero cuando la elegida fue la senadora Silvia Elías de Pérez (largamente avisada por LA GACETA), Alfonso Prat Gay dio un portazo.

Después vino la jugada por hacerse de la UCR. La intervención del distrito era (como se anunció hace meses) un asunto ineludible. La cuestión a elucidar es por qué los radicales no entendieron que también era impostergable. Recién el martes se tomó la decisión en el comité nacional de esa fuerza. Apenas ayer se enviaron, desde el juzgado nacional de María Romilda Servini de Cubría, las pertinentes comunicaciones al despacho de Daniel Bejas, el magistrado federal con competencia electoral para Tucumán. Aunque hace seis meses vencieron los mandatos de las autoridades del radicalismo vernáculo, el “apuro” en Buenos Aires justificó la intervención en nombre de que no daban los tiempos para que la UCR conformara un frente opositor (la elección interna era el 31, el plazo para anotar coaliciones vence el 29) y, por lo tanto, peligraba su participación en los comicios. Resulta que, como subrayaron los miembros de la Lista Roja, ya se anotó el frente macrista, la UCR no está entre los partidos que lo constituyen, e igual participará en las elecciones poniendo a su senadora como candidata a gobernadora, y anotándose como un acople de esa coalición. Una cosa es sufrir una hemorragia política y otra muy distinta es tener ganas de sangrar autoridad.

El interventor José “Lucho” Argañaraz, fiel a su compromiso dialoguista, mantuvo incontables reuniones durante esta semana, incluso con el legislador Ariel García, para buscar consensos. Quedan semanas (quizás días) claves para evitar una fractura que divida el voto radical. Al sector (lo integra el vicepresidente segundo de la Legislatura, junto con los legisladores Fernando Valdez y Raúl Albarracín, la diputada nacional Teresita Villavicencio y el intendente de Bella Vista, Sebastián Salazar) le negaron tres veces las primarias. En septiembre, en octubre y ahora. Todas esas veces denunciaron procederes incorrectos de las autoridades del radicalismo local. Todas esas veces la Justicia Federal hizo lugar a sus reclamos. Consecuentemente, a nadie deberá sorprender el desmembramiento del radicalismo. Llamativo sería lo contrario, aunque por estas horas de ofrecimientos y negociaciones el “entendimiento” no se ha tornado imposible.

En este tablero en que Cambiemos tampoco se anotó como Cambiemos, sino como Vamos Tucumán (al menos le ganaron la primera batalla en la Junta Electoral Provincial al alperovichista Hacemos Tucumán, que les impugnaba el nombre), a este sector opositor le queda jugar una ficha crucial: la elección del vicegobernador. En términos del Go, debería ser un movimiento para ampliar el espacio ya ocupado. Sobre todo porque así como el oficialismo disputa el territorio peronista con el alperovichismo, Vamos Tucumán pelea el voto no peronista con Fuerza Republicana, que no carga a cuestas con el desgaste del macrismo.

Aunque Elías de Pérez reivindicó para sí la elección del compañero de fórmula, probablemente José Cano tenga algo para decir (si acaso no dijo algo ya en el desayuno que mantuvieron el jueves en Buenos Aires). Sobre todo por el padrinazgo político del sector que el diputado asumió en las últimas horas, negociando la intervención del distrito con Enrique “Coty” Nosiglia; y buscando como interlocutor con Ariel García también a Rafael Pascual. Con el ex presidente de la Cámara Baja, el líder de los “Boina Blanca” compartió amistad en el comité nacional y vacaciones en Valeria del Mar.

Por supuesto, habrá que oír qué tiene para decir el intendente capitalino Germán Alfaro, el hombre con más poder estructural y territorial de la oposición. Léase, el gran elector de ese espacio.

Ya restan sólo 78 días para terminar de desplegar las piedras.

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