La importancia de preservar los recursos hídricos

La importancia de preservar los recursos hídricos

Sin ella, la vida no sería posible en el planeta. El 97% del agua se halla en mares y océanos; el 3% restante se compone de agua dulce. Y pese a que una persona con una mínima instrucción o con una simple capacidad de observación se daría cuenta rápidamente de cuidar este recurso fundamental para la existencia, el ser humano lo contamina o lo malgasta. Se celebró ayer el Día Mundial del Agua, fecha instituida por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 22 de febrero de 1993.

El organismo internacional informó que alrededor de 2,1 millones de personas carecen agua potable en sus hogares; una de cada cuatro escuelas primarias en todo el mundo no tiene abastecimiento de agua potable, y en consecuencia, los alumnos consumen el líquido de fuentes no protegidas o pasan sed. Más de 700 niños menores de cinco años mueren todos los días de diarrea, a causa del agua insalubre o un saneamiento deficiente; el 80% de la población que se vale de fuentes de agua no seguras o no protegidas, vive en las zonas rurales. Alrededor de 4.000 millones de personas -casi dos tercios de la población mundial- padecen escasez grave de agua durante al menos un mes al año y 700 millones de personas en el mundo podrían verse forzadas a desplazarse debido a la escasez de agua de aquí a 2030. Las cifras de la Organización de las Naciones Unidas son contundentes.

Tucumán no es ajeno a esta problemática, pese a contar con una cantidad de ríos y un régimen anual de lluvias, que cualquier otro lugar envidiaría. En 2012, la Universidad Tecnológica Nacional indicó a través de un informe que un tucumano empleaba unos 600 litros por día para satisfacer sus necesidades básicas, cuando lo razonable era entre 200 y 300 litros. Los tucumanos nos caracterizamos por derrochar en forma cotidiana el indispensable elemento, sea en el lavado de pisos, en el riego de plantas, en los lavaderos clandestinos de vehículos emplazados en la zona del ex aeropuerto y en otros puntos de la ciudad. Si se agregan las pérdidas constantes de agua en la vía pública en la ciudad y el Gran San Miguel de Tucumán, el dispendio es aún mucho mayor.

Pese a los grandilocuentes anuncios en los últimos lustros, no se ha avanzado demasiado en la sistematización de los ríos para evitar las inundaciones y aprovechar el agua en la producción de energía. Por ejemplo, la concreción del embalse El Potrero del Clavillo sigue siendo una ilusión que ha cumplido más de 40 años. Pocas provincias cuentan con más de 15 ríos como la nuestra, que están desaprovechados.

Por otro lado, carecemos de una conciencia ambiental. Nuestro principal curso de agua, el río Salí, es una cloaca a cielo abierto, lejos está de convertirse en un lugar de atracción para la ciudadanía y el turismo.

La preservación de los recursos hídricos debería ser una política de Estado. Desde hace años se viene advirtiendo a nivel mundial de los desastres que sucederán, como la desertificación del planeta, si no se toman medidas drásticas para evitarlo, pero tal vez creemos que ese problema no nos tocará a nosotros.

La educación siempre es el mejor punto de partido para aprender a cuidar el lugar donde vivimos todos. Si los chicos crecen con una conciencia sólida en esta materia, posiblemente los futuros dirigentes se darían cuenta de la importancia de aplicar con severidad las leyes que atentan contra la naturaleza o diseñar nuevas normas de protección, porque si no lo hacen seguirán hipotecando el futuro de nuestros comprovincianos.

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