Necesidades compartidas

El fisco abre el paraguas. A los comerciantes les cuesta apuntalar las ventas; a los contribuyentes, en general, les resulta difícil cubrir los gastos diarios y otras obligaciones financieras. El Banco Central reconoce que el año arrancó con un incremento de la mora en el crédito. La inflación ha deteriorado el poder adquisitivo. Hace rato que el salario perdió esa carrera. Sin embargo, industriales, empresarios y consumidores observan que el fisco ha perfeccionado su sistema de notificaciones y que, sin miramientos, avanza -vía ejecución- sobre las cuentas bancarias. Aún más, el monotributista se agarra la cabeza al ver que, por efecto de aquella inflación, se pasa de los parámetros legales para revertir esa condición, de contribuyente del Régimen Simplificado, porque no se actualizan los valores en función de la evolución de los precios al consumidor. La facturación de las pequeñas y medianas empresas no necesariamente marca, en términos reales, un crecimiento de la actividad. En la comparación interanual, la caída es visible porque no hay consumo. Hace un año, el dólar cotizaba a $ 20,50; hoy, el valor de la divisa estadounidense trepó a $ 41,50. Evidentemente, no es el mismo precio, pero sí el mismo país, el del peso devaluado a la mitad en un año; el de una inflación interanual por encima del 50%.

Sin embargo, en el mercado consideran que no hay otro destino que el de emerger de una crisis que ha llevado a la Argentina a una severa recesión. Pero la ironía forma parte del folclore nacional. Hay agentes económicos que se preguntan si ese rebote llevará a la economía a la orilla o si, en definitiva, seguirá en el medio del mar de incertidumbres. El Fondo Monetario Internacional (FMI), no obstante, ha dicho que la gestión del presidente Mauricio Macri está haciendo los deberes y, por lo tanto, habilitará el desembolso de más dólares para la economía, suficientes para pasar el turno electoral de octubre. Tal vez hacia esa época la reversión de los indicadores socioeconómicos sea posible. Claro está que el escenario es el de una plaza financiera seca de pesos y con una maquinita de imprimir billetes paralizada. Son las condicionalidades.

El año electoral sigue generando ruidos a la economía. Las recaudaciones pagan el costo político de la recesión. Por eso, Tucumán vuelve a subirse a las moratorias, porque hubo un clamor general en distintos sectores para que el fisco les saque la soga del cuello a los contribuyentes. Los ingresos provinciales por el cobro de tributos no están al margen del contexto nacional. Sólo en enero, último dato disponible de la Dirección de Rentas de la provincia, la recaudación ha crecido seis puntos porcentuales por debajo de la inflación interanual. Si bien esos fondos están por encima de lo proyectado por la gestión del gobernador Juan Manzur, todo parece indicar que aquellos ingresos fiscales seguirán descendiendo por el retoque de alícuotas acordado en el Consenso Fiscal.

En suma, ya nada es como ayer. La holgura financiera es cosa del pasado. Y el Poder Ejecutivo suma obligaciones. Por ejemplo, la del incremento de salarios a los más de 100.000 empleados públicos que, a razón del 25% promedio con el que cerrarían las paritarias, implicaría la incorporación de $ 1.000 millones al costo de la planilla salarial (hoy roza los $ 4.000 millones mensuales). Es bueno aclarar que ese cálculo no toma en cuenta la cláusula gatillo.

En el año electoral, además, también hubo cumplimiento de compromisos asumidos por la Casa Rosada. Durante febrero, la administración nacional giró a Tucumán cerca de $ 1.000 millones, un tercio del financiamiento acordado con el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial. Según el Ejecutivo, la mayor parte de ese dinero fue a pagar créditos asumidos a fines del año pasado. Y para abril se espera la segunda remesa. La última partida llegaría en junio. Así las cosas, no hay margen para que el Gobierno provincial anticipe el pago del aguinaldo en los días previos a las elecciones provinciales del domingo 9 de junio; pero sí está la tentación de abonar una cuota de la cláusula gatillo. La ingeniería financiera siempre está a mano para mantener el estado de ánimo de los votantes; también las moratorias, para ser complacientes con los deudores sin distinción de situaciones.

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