El tango y los deportes: poesía y sudor hechos música

El tango y los deportes: poesía y sudor hechos música

La música del 2x4 identifica al país en el mundo. Sus milongas nacieron en los arrabales de Buenos Aires a inicios del siglo XX. Ese escenario también fue el origen de algunos deportes, los que con el tiempo se encargaron de “enamorar” al bandoneón.

17 Marzo 2019

Hubo una época en la que por las calles de adoquines se escuchaban los bandoneones y el 2x4 marcaba el compás de las noches. Cuando bajaba el sol en cada farol de las esquinas, un tanguero con su traje punta en blanco cantaba una milonga a la noche de Buenos Aires. “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo data de 1934. Su letra de más de 80 años parece seguir hablando de la Argentina actual. “¡Siglo veinte, cambalache problemático y febril! El que no llora no mama y el que no afana es un gil”. Algo parecido pasa con el tango “Septiembre de 1988”, de Cacho Castaña. La carta de un argentino a un migrante comienza describiendo el país, contando cómo “la crisis se pasea por la calle y la tristeza del pueblo es como un barco que no llega a destino”. Pero luego, gracias a un vil mate derramado, la carta cambia y termina diciendo: “si vieras que linda que está la Argentina, tiene la mirada de la primer novia que nunca se olvida”.

El tango es parte del ADN del ser argentino. Si un compatriota quiere presumir de ser argentino suele decir: “nosotros lo tenemos a (Carlos) Gardel, a (Diego) Maradona, a (Lionel) Messi y hasta el Papa es argentino”. Discépolo definía al tango como un pensamiento triste que se baila. Lo que no quiere decir que sólo de tristezas hable sus letras. En ellas, cómo no, el deporte también encontró un lugar.

Un mismo origen hizo que la canción y el ring se unieran

Antes que el deporte más popular del país sea el fútbol, hubo un tiempo en el que el boxeo lo fue. Lo ídolos no eran los futbolistas, sino lo eran los dueños del ring Juan Martín Coggi, Nicolino Locche, Luis Ángel Firpo o Pascual Pérez.

La cuna del deporte de las cuerdas fueron los arrabales, los barrios donde rondaba la nostalgia de la tierra que se había dejado atrás en búsqueda de un mejor futuro. Este mismo escenario era la inspiración de los tangueros. Edmundo Rivero en su tango “El conventillo” retrató lo que era la vida en estas casas de migrantes, “viejos patios de ladrillos donde quedaron grabadas sensacionales payadas y al final del contrapunto amasijaban un punto pa´ amenizar la velada”.

Hoy, el rock nacional y la cumbia le escriben al fútbol. En 1900 el tango era el compás de cada nocaut. Como no lo iba a ser si el país tiene a cuatro representantes en el salón de la fama. Carlos Monzón, Pascual Pérez, Víctor Galíndez y Nicolino Locche. El boxeo le dio 24 medallas olímpicas al país, siendo el deporte que más aportó al medallero histórico.

Si bien los guantes de Luis Firpo, “Ringo” Bonavena y José María Gatica quedaron en una página de los tiempos, sus peleas y nocauts siguen en la memoria de los amantes del cuadrilátero.

Celedonio Flores o “Kid Cele” -como fue conocido en el mundo del boxeo-, fue un tanguero con guantes. En su canción “Corrientes y Esmeralda” nombra una escena del deporte, además de importantes personajes de la cultura de esos años.

Otro de los tangueros boxeadores fue Cátulo Castillo. Pasó por las categorías gallo, pluma, liviano y medio mediano. Toda su carrera como dueño del ring fue hasta sus 17 años, cuando ganó un premio de tango y la nostalgia de su melodía y bandoneón lo conquistó.

Campeón argentino y sudamericano de boxeo. Esa puede ser la escueta biografía de Luis Ángel Firpo, que en su debut noqueó en el primer round a su adversario. El campeón tiene un tango en su honor. “El toro salvaje” de José María García, recuerda la icónica pelea en la que el “Toro salvaje de las pampas” sacó del ring en EE.UU., al entonces campeón, Jack Dempsey en 1923.

Ernesto de la Cruz, antes de ser uno de los históricos bandeodonista de la melodía nacional también fue de los tangueros que se dejó enamorar por las cuerdas. Nacieron juntos, su gente los comparte y las letras de uno hablan del otro.

Uno nació en los arrabales y el otro en la alta sociedad

El tango y el fútbol tienen sus orígenes en veredas opuestas. Mientras que el bandoneón comenzó a sonar en los arrabales porteños, el fútbol se inició en los colegios pupilos ingleses o entre los migrantes de la alta sociedad de las islas británicas.

Al momento de enumerar las cosas buenas que tiene el país, no se duda en nombrar al fútbol, al tango, al dulce de leche y al vino. Como no podía ser de otra manera la voz emblema del tango, Carlos Gardel, también fue seguidor -esporádico- de la pelota. Si bien no era su deporte favorito, seguía al fútbol.

En Avellaneda, además de disputarse de qué color es el barrio, si celeste o rojo, se disputan a Gardel. A la voz del tango se la relaciona con Racing por su amistad con el jugador Pedro Ochoa, pero también se dice que sería “Diablo Rojo” por ser amigo de la vieja gloria de Independiente y de la Selección de 1930, Carlos Evaristo. No sólo la nacionalidad de Gardel está en discusión, sino también su aliento eterno.

En tres oportunidades, Gardel le puso voz de tango al deporte. “Patadura”, “Largue a esa mujica” y “Mi primel gol”. Si bien ninguna de las letras son de él, sí las cantó en alguna oportunidad.

No, no era futbolero pero la pelota algún pique en su corazón generaba. Sino no se entienden sus visitas y viajes con la Selección en su cita olímpica de 1928 y al primer Mundial, Uruguay de 1930. En las concentraciones de los futbolistas, Gardel puso su voz al servicio de ellos. Algunos de los tangos que, seguramente, sonó en esas concentraciones, fue “Patadura”, de Enrique Carrera Sotelo. “Piantate de la cancha, dejale el puesto a otro, de puro patadura estás siempre en orsay; jamás cachás pelota, la vas de figurita y no servís siquiera para patear un hands”.

Si bien el fútbol y el tango tuvieron orígenes diferentes, en el siglo veinte se unen. La prueba de la amistad son los tangos inspirados en la pelota que nacen por esos años. “Racing Club” es uno de los primeros. Tangos a equipos o jugadores son los primeros que se conocen. “Estudiantes de La Plata”, “San Lorenzo de Almagro”, “Los Diablos Rojos de Avellaneda” y “El Taladro” son algunos de ellos. Boca y River también inspiraron al bandoneón. “Boca Juniors club”, “Muchachos, yo soy de Boca” y “River Plate”.

Además de los clubes, las glorias de la época también tuvieron su homenaje en vida. Ángel Labruna, Amadeo Carrizo, Domingo Tarascone, son algunos de los que tienen sus propias letras.

Uno es nocturno, el otro es diurno. Uno habla de soledad, el otro se juega en equipo. Uno nació en lo alto, el otro en los conventillos.

Con orígenes distintos, dos glorias de la cultura se unieron.

Gardel le puso voz al sentimiento de los "burreros"

El timbre de Carlos Gardel es el timbre del tango. Pese a cantarle en algunas ocasiones al fútbol, el verdadero amor de “Carlitos” eran los caballos, era el turf.

Fue dueño de muchos caballos . Y los citó en varias canciones. “Por una cabeza”, “Leguisamo solo”, “Palermo”, “Bajo Belgrano”, “La catedrática”, “Soy una fiera” y “Polvorín” son algunos de sus tangos dedicados a las carreras.

“Por una cabeza” es uno de los tangos emblema del país. Su inicio es reconocido. Este tango, con su letra, es sin duda un homenaje al deporte y a los hipódromos. “Basta de carreras, se acabó la timba. Un final reñido ya no vuelvo a ver. Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo. Yo me juego entero. Qué le voy a hacer”.

Si de deportes ecuestres se trata, el barrio de Palermo en Buenos Aires es la cuna a nivel nacional. Como no podía ser de otra manera, Gardel le dedicó su voz a la pista de Palermo, que hoy continúa teniendo huellas de herraduras en su blanda arena. “Ilusiones del viejo y de la vieja van quedando deshechas en la arena por las patas de un tungo roncador... ¡Qué le voy a hacer si soy jugador!”.

La unión canción-caballo se dio desde siempre. La bohemia de los tangueros se enamoró de la incertidumbre de las carreras de burros. En “Soy una fiera” este entrecruzamiento de mundos se denota claramente: “carreras, guitarras, gofo, quinielas y cabaret, es el berretín más grande que mientras viva tendré”. Pero el tanguero no sólo se dedicó al 2x4 o a las milongas. Todo burrero tiene su animal predilecto, “Polvorín” está dedicado a uno de ellos. “Tu recuerdo irá conmigo a través de mi existencia; para mi sos un amigo y en las vueltas de mi vida, Polvorín, te llevaré en mi corazón”.

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