Picasso y la escultura

Picasso y la escultura

Es el aspecto sobre el cual menos se ha investigado dentro de la enorme prolificidad picassiana, y a más, por ser la disciplina menos conocida y de menor exhibición. Sin embargo, aunque esta hubiera sido su única expresión, por ella sola se lo habría ubicado como un artista excepcional.

17 Marzo 2019

Por J. M. Taverna Irigoyen

PARA LA GACETA - SANTA FE 

Entre la veintena de hitos cronológicos con que Herbert Read desarrolla el devenir de la forma en el espacio, Picasso figura en 1910 con su Cabeza de mujer y vuelve a aparecer en 1930 con una Construcción (otra cabeza femenina en hierro forjado) y con el primer totem de formas vitales, dentro de íconos mágicos. El eclecticismo y fundamentalmente la diversidad de fuentes inspirativas -escultura negra africana, escultura etrusca y egipcia, el arte primitivo- hacen que conceptivamente se lo ubique como un iconoclasta del arte griego. ¿No es acaso el autor de una Máscara expresionista en 1901, y cinco años después de una Cabeza de mujer en bronce, que hace pensar que ciertos volúmenes pueden atrapar otras sensorialidades?

Para analizar sólo superficialmente este aspecto, habría que considerar los diversos ismos que Picasso transitó con la naturalidad de un demiurgo. Cubismo, constructivismo, expresionismo, abstracción. También cabría indagar el camino recorrido entre 1930 y 1935, con las más de 50 piezas en metal y la influencia que le significaron Pablo Gargallo y Julio González: los dos españoles a los que recurrió para entrar en el oficio de la chapa batida y las soldaduras. Claro está que ahí surgiría la irreverencia picassiana, incorporando tornillos, chatarra, tapas de cacerolas, cedazos, pernos y tornillos a la forma elegida. Difícil es atraparlo en su pensamiento constructivo, en su casi indiferencia hacia el espacio. En 1930 se sumerge en la abstracción, después de haber abordado la estructura sólida, dos años antes, con el Picador.

Humorismo objetivo

¿Quién se atrevería a afirmar que Picasso fue ajeno a la perfección del arte gótico y a la explosiva descomposición de la luz de los vidrios del medioevo? Artista total, integró las diversas fuerzas perceptuales de los grandes movimientos y estilos, formulando con apropiaciones puntuales su original lenguaje. El diseño dinámico, generalmente de la forma cerrada, hace en su caso que el volumen estructure planos y los rebata sobre sí mismos. Cabe pensar que afronta estos desafíos en tiempos en que Zadkine, Brancusi, Arp, Archipenko y Moore han sentado bases conceptivas en la Europa vanguardista. El puede ser ubicado como un pintor que a veces construye objetos. Sí: objetos, como lo califican ya en esa época no pocos colegas. Picasso, sin rebelarse, formula su Mandolina con 14 maderas y confiesa: Pintar objetos de modo que un ingeniero pudiera construirlos. (Es ya una manera suya de idealizar la máquina). Curiosamente, no le importa mucho la huella surrealista. Lo atrae, sí, la rotundez morfológica, aún en las estilizaciones. Que la forma hable, no esté estática. Que la forma se proyecte, no se esconda. La construcción esotérica, el trasfondo expresionista, viven en cada formulación suya. La escultura es construcción, un poco tras los pasos de Ernst, Giacometti, Miró. Hace lo que André Breton llama humorismo objetivo, y en verdad da pie al análisis de un nuevo sentido de lo escultórico. El humor, el disloque de lo convencional, están en su planteo. Poeta, lúdico, simbólico-purista, construye los 31 bronces Estatuas de palo, que también colocan en el tapete una casi inédita exploración de la materia. El, que nunca exalta la materia porque sí; se sirve de ella, tan sólo, y la supera como medio.

La pintura es más fuerte que yo, me hace hacer lo que quiere. No sucede esto con la escultura, a la que asume con clara decisión. No es fortuito el hecho que raramente accediera a vender una pieza: las atesoraba en sus talleres y ubicaba como hitos de su percepción creativa. Y ello es quizá lo que incidió para que recién en 1966 se realizara, en el Petit Palais de Paris, su primera retrospectiva de esculturas.

Trascendentalismo físico

Hoy, en diversos museos e institutos del mundo se exhibe una decena de exposiciones de obras de Picasso, con diversas referencias y enfoques curatoriales. Únicamente el MoMA de Nueva York ofreció una megamuestra de objetos escultóricos de Picasso. Sobre las más de 200 piezas que atesoró en vida, se seleccionaron poco más de un centenar, en un guión esclarecedor de Louise Mahler. Está exhibida la abierta serie de Los bañistas, tanto como los apuntes y croquis para el monumento en la tumba de su gran amigo, el poeta Guillaume Apollinaire. Aportes del Museo Picasso de Paris y de colecciones privadas. Y planteos que posteriormente usará para su saga cerámica de La guerra y la paz.

Lo cierto es que la escultura acompañó a Picasso –abstracta, figurativa- hasta sus últimos años. La cabra, un bronce concebido a sus 70 años, es un claro ejemplo de la capacidad no sólo para plantar una forma y darle vida, sino a más lograr cierto trascendentalismo físico, más ubicable en artistas de la estatura de Boccioni. Artista total, maestro en todas las disciplinas, su obra continúa latiendo con fuerza en un siglo XXI de grandes rupturas estéticas-

© LA GACETA

J. M. Taverna Irigoyen - Crítico e historiador de arte. Académico de número y ex presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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