Candidaturas en ritmo de tango

Candidaturas en ritmo de tango

Cambiemos definirá esta semana quién encabezará la fórmula para los comicios a gobernador. En el peronismo la estrategia es desgaste. En ese afán por atacar a Alperovich y Alfaro aparecen grietas internas. Días decisivos.

Candidaturas en ritmo de tango

En noviembre del año pasado decidió ser candidata. Venía coqueteando, andaba cavilando y finalmente se decidió. Aquel día tuvo una reunión con Mauricio Macri y el mismísimo presidente de la Nación le dijo: “bueno, ¿qué necesitás?”. Ella le respondió: “nada, que no me hagan trampas para poder trabajar tranquila”. Fue su primer paso.

Después de dar aviso empezó a caminar diferente. Aquella radical irreductible desandó caminos. Empezó a hablar y a sentarse en la mesa con muchos que prefería esquivar. Después de su conversación con Macri en Olivos se le abrieron las puertas del despacho de Marcos Peña y, luego, empezó a armar equipos de trabajo. Ese día les sacó ventaja a sus ocasionales rivales.

José Cano y Alfonso Prat-Gay en primer término, y Domingo Amaya en un desdibujado segundo plano, no podían ocultar su deseo de ser candidatos. Pero no habían puesto primera. Cano, tal vez porque estaba seguro de que la camiseta sólo le entraba a él, no terminó de aceitar el motor. Se apoyó en que las encuestas lo ponen en la punta, estuvo absolutamente convencido de que nadie como él caminó la provincia en el sector Cambiemos, y no dudaba de que además era un operador importante de la política nacional en Buenos Aires.

Sin embargo, se despreocupó de limpiar su imagen negativa. De convertir en activos y no en un pesado pasivo las derrotas que carga en sus espaldas.

Prat-Gay, en cambio, fue el ejemplo de la duda. El que duda pierde. Decía que quería, pero no dio señales concretas y esperó y se demoró y no convenció.

Es curioso. Si en estos momentos usted, lector, se comunica con alguno de ellos, la única que le dirá “voy a ser la candidata de Cambiemos” es Silvia Elías de Pérez. En su cabeza no cabe otra opción. Eso no ocurre ni con Cano, ni con Prat-Gay y mucho menos con Amaya. Sus respuestas seguro incluirán un pero en su discurso.

Febrero fue el mes de las mediciones. Marzo será el de las definiciones. Una encuesta justifica aquellas palabras, pero en verdad, la medición fue de fuerzas y de aliento. Así quedaron, casi sin que nadie lo discuta, Silvia Elías de Pérez y Cano. Y, cuando sólo faltan 72 horas para definir la verdad, los amigos del diputado -y sus principales defensores- buscan que salga fortalecido de esta pulseada adversa. Su rol en la Cámara de Diputados, en el radicalismo y la valoración que de él tienen tanto el jefe de Gabinete como el jujeño Gerardo Morales (dos de los principales espadachines del Presidente) trabajarán para que no se desinfle.

El desgaste que pudo sufrir Cano candidato es inversamente proporcional al fortalecimiento que ha conseguido dentro del espacio Cambiemos, especialmente en la Casa Rosada. El diputado alguna vez dio un ejemplo al renunciar, nada menos, que a una banca de senador para ser candidato en una elección a gobernador en la que tenía más probabilidades de perder que de ganar. No es común que un político tenga gestos de renunciamiento. ¿Puede ocurrir lo mismo esta semana? Cano sigue caminando senderos tucumanos como si fuera postulante, pero también está seguro de que en estas circunstancias no va a ser parte del problema. Es una de las autoridades del radicalismo, debe resolver los entuertos de Córdoba y de otros distritos. Cano, como decisor de esos conflictos, no puede aportar uno más. Menos aún uno en el que él es protagonista. No obstante, terminará exigiendo una estrategia electoral que permita soñar con un triunfo aún no liderando la fórmula.

La división del peronismo tucumano es lo que ilusiona al Club Atlético Rejuntados. CAR especula con que el oficialismo se parta en dos y los 400.000 votos que viene amontonando el peronismo se desmoronen.

El día que José Alperovich comentó en LA GACETA que sería candidato a gobernador y comenzó su pelea contra “El hombre que él inventó”, en Olivos, se escuchó el siguiente diálogo: “Tengo una buena y una mala noticia de Tucumán: El oficialismo se ha partido en dos y abre posibilidades”. ¿Y, la mala?, le consultaron al funcionario que conoce al dedillo lo que pasa en el norte: “La mala es que nosotros estamos partidos en cuatro”. “Nunca es triste la verdad/ lo que no tiene es remedio”, suele recitar Joan Manuel Serrat.

Hay una encuesta que será trascendental para tomar la decisión. El miércoles se conocerán esos números y alrededor de esa verdad numérica se sentarán los principales referentes de Cambiemos para definir un candidato. La conclusión se comunicará el viernes en una conferencia de prensa. Rogelio Frigerio hubiera querido que no se llegara a esa instancia. Apostaba a un acuerdo, pero se olvidó de aquel que fue con la noticia a Olivos en ritmo de 2x4 (“la buena es que ellos se han partido en dos, pero nosotros estamos divididos en cuatro”). En esa estructura el más consolidado es el partido del intendente Germán Alfaro, ya que el radicalismo está a las puertas de la intervención y el Pro, sólo es Contra.

Canciller tinellizado

El canciller Juan Manzur acomodó su mejor sonrisa, preparó su más cálido abrazo y se abrazó con el más mediático de todos. Manzur se “tinellizó”.

A Marcelo Tinelli le vino bien a Manzur para seguir bailando por su sueño de reelección. El frustrado presidente de AFA ha decidido lanzarse a las lides políticas y alguien le dijo que pagaba bien criticar a Cristina y a Macri, dos figuras que siempre lo trataron bien. Sin embargo, él buscó congraciarse con Lavagna y Massa. Eso aprovechó el canciller de manera de tener todo el espectro peronista en su discurso. Manzur apoya la unidad afuera, pero no adentro de su distrito.

Al que no le debe haber servido mucho Tinelli, es al propio candidato de la capital: Mario Leito. Tinelli auguró que en la ciudad se podía hacer lo mismo que en Atlético Tucumán. Profundizó la grieta tucumana, esa que empieza en calle Pellegrini y termina en 25 de Mayo. Y, si bien los pergaminos de Leito están en los “decanos”, la Capital se puebla de “santos” y de “decanos”.

Los rumores son veneno para el periodismo y el manjar preferido de la política. Esto, en tiempos de redes sociales, es aún peor. Esto al vicegobernador Osvaldo Jaldo le causó más de una rabieta en los últimos días. Y, la fiebre aumentó cada vez que sale a la calle y ve gigantografías donde él no está. Se restriega los ojos y las paredes le devuelven la misma imagen de Juan Manzur cuidando el futuro de los tucumanos. Nadie busca tranquilizar a Jaldo, quien tiene más fantasmas que hijos Maradona. Inclusive lo sacaron de quicio cuando se llegó a hablar de posibles acercamientos entre el gobernador y el ex. Algo verdaderamente improbable aun cuando desde Buenos Aires lo impongan. Después de tantos movimientos es muy difícil imaginar hoy una fórmula Alperovich-Manzur. Alperovich ni en una serie de Netflix aceptaría ver la fórmula Manzur-Alperovich. Por lo tanto, Jaldo debería tranquilizarse, algo que le ha sido imposible en los últimos meses en los que se ha convertido en el más agresivo de los candidatos. Pero en la Casa de Gobierno no les molesta que Jaldo recite improperios y groserías contra Alperovich ni contra Cano o Elías de Pérez y, algunas veces, (sólo algunas) contra Alfaro. No ha caído bien en el palacio que se hable en el entorno jaldista de su posible candidatura en 2023, y hasta escuchan decir que lo podría acompañar el intendente de Banda Del Río Salí, Darío Monteros, en una fórmula. Esas bravuconadas atemporales causan tirria cerca del canciller. ¿Los vicegobernadores tienen tanta fuerza (y billetera) como para desafiar al gobernador? La historia tucumana es categórica: no. Pregúntenle cómo le fue a Julio Díaz Lozano cuando desde la Legislatura trató de incomodar el poder de Ramón Ortega. O, para no quedarnos en el siglo pasado, habría que consultarle a Fernando Juri, ¿qué tal le quedó el chaleco cuando desde la vicegobernación intentó una pulseada contra Alperovich?

Caminos diferentes

Los políticos van encontrando su huella electoral. En sus múltiples preocupaciones no figura la idea de una discusión común para abordar las preocupaciones centrales de la sociedad. Hay una pelea que sólo admite la destrucción del otro. Se debate sobre los caminos por los cuales se pueden llegar. En ningún momento se desmenuza y analiza adónde. En las casas de todos los días se habla sobre lo difícil que es llegar a fin de mes. También se habla de la violencia y de los miedos que implica no poder salir a la calle tranquilos. Esta semana incluso en la Universidad Nacional de Tucuman se analizó cómo tener más seguridad en los claustros (la educación quedó al costado). Pero a la hora de las definiciones, la discusión es si Macri o Cristina. En Tucumán de nuevo se instala la misma dicotomía, como si no fuéramos un país federal con provincias autónomas. Ninguno de los candidatos o pre candidatos da su receta. Tienen miedo que le copien o bien no las tienen. No quieren discutir. Prefieren denostar al rival. Horacio Ferrer, tanguero para algunos, poeta para otros, un tipo que vivió y trató de cantar esas vivencias para unos poquitos, escribió en 1970 “La Bicicleta Blanca”. En aquel poema-tango, Ferrer advierte: “vos sabés que ganar no está en llegar, sino en seguir”.

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