El pavimento, una gran deuda de la administración

El pavimento, una gran deuda de la administración

07 Marzo 2019

Las calles y avenidas capitalinas están surcadas por baches, irregularidades, badenes y pequeños (y grandes) promontorios, así como derrames de líquidos cloacales y de agua potable. Ambas cosas, asfalto en mal estado y charcos malolientes, conforman un combo dañino que, además de generar potenciales riesgos a conductores y a transeúntes, convierten al tránsito cotidiano en una fuente de disgustos y de daños frecuentes a los vehículos.

No hay sitio donde se pueda decir, cabalmente, que el asfalto está perfecto, a menos que sea una cuadra recién pavimentada. Apenas cumplen un breve ciclo, ya las calles comienzan a exhibir imperfecciones que en algunos casos podrían dar lugar a accidentes o emergencias. Tal es el caso del material del túnel de calle Mendoza (construido hace casi dos años), que en medio de la curva, en la parte nmás baja, tiene un bache rectangular que puede obligar a frenadas de automovilistas y causar accidentes de motociclistas, por tratarse de un sector en el que frenar bruscamente es peligroso. Ni que hablar de vías de comunicación centrales, como las avenidas Mate de Luna, Roca y Belgrano, llenas de baches y deformaciones del pavimento –las dos primeras- y de lagunas cloacales o de agua –la tercera-. En la Mate de Luna, los sectores cercanos a Floresta y al parque Guillermina son un tormento para automovilistas y motocilistas –por tratarse de la vía más rápida de la Capital- y un riesgo constante para ciclistas. Los vehículos zigzaguean o frenan constantemente a causa de las irregularidades del asfalto. Hay, además, lagunas que desde hace décadas forman parte del paisaje, como la de Mate de Luna y Castro Barros, de la cual se habla desde los años 80 y a la que jamás se le encontró una solución. Eso mismo se dirá, en pocos años más, de los charcos malolientes de la Belgrano, por ejemplo en las esquinas con Juan José Paso y con Esquiú. Otras calles menos transitadas, como López y Planes al 1.200 (cloacas, pavimento roto y basura) o como Suipacha y Líbano junto a la vía (se podría hacer un listado enorme) exhiben también baches o lagunas históricos.

Las responsables, obviamente, son la Municipalidad de San Miguel de Tucumán y la Sociedad Aguas del Tucumán, cada una en lo que le compete. Desde hace tiempo están en disputa. La Intendencia hizo a fines de 2018 un estudio con georradar para saber las causas de 111 hundimientos y culpó a la SAT, y antes la había acusado por muchos de los baches de las calles. Pero además de culpas, no se habla nunca de responsabilidades compartidas y de la necesidad de coordinar tareas constantemente. La SAT, eternamente aquejada por la falta de financiamiento –ahora se encuentra en una etapa en que recibe subsidios del Gobierno pero no tiene un presupuesto adecuado a lo que necesita la ciudad- siempre está reparando los problemas más urgentes, no plantea cómo hacer las obras más grandes y tampoco exhibe planes de mantenimiento de redes.

Precisamente el mantenimiento es la principal falencia de las administraciones, tanto municipal como de la empresa sanitaria. Los arreglos se hacen tarde y mal, cuando lo normal debería ser que una reparación deje lo que se ha roto en el mismo estado que tenía cuando era nuevo. Esa es la cultura que deben cambiar los funcionarios, y el camino para ello es coordinar, no entrar en constantes disputas para echarle la culpa al otro.

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