Gente trapeada

De todos los personajes que pueblan la vía pública, los más cuestionados parecen ser los cuidacoches y los limpiavidrios, acaso porque sus servicios se imponen como una presión para el automovilista, que se percibe víctima de una situación no deseada. Detenerse en un semáforo o estacionar en alguna cuadra suele llevar a un momento incómodo en el que se advierte la necesidad de un Estado que le diga al que invade al otro que respete el orden. Les pasa a los automovilistas particulares, no a los colectiveros, taxistas o motociclistas. Les pasa más a las mujeres y a personas mayores que a los hombres y la certeza de que hay escenas que han llevado incluso a situaciones de violencia está generando una andanada de legislaciones regulatorias.

Primero fue Yerba Buena con una ordenanza que prohíbe el cobro de estacionamiento en las calles, y ahora ha sido la Municipalidad capitalina la que avanzó sobre los cuidacoches. También el año pasado la Capital Federal, La Plata y Mendoza establecieron códigos contravencionales duros que eliminan el cobro callejero y la limpieza de parabrisas, e incluso ha habido ya detenciones y multas. El valor de los castigos pecuniarios se eleva considerablemente cuando se comprueba que se trata de una organización que maneja el cobro callejero y cuando se da en lugares especiales, como las inmediaciones de estadios o de lugares de espectáculos deportivos o musicales.

¿Hasta dónde llegará esto? En enero se hizo visible por la denuncia de un lector que mostró un cartelito de un cuidacoches con lo que parecía una velada amenaza. De inmediato apareció un buen tema para mostrar acción municipal. El subsecretario de Tránsito y Transporte Operativo, Enrique Romero, si bien dijo que quien quiera dar una propina por cuidar autos lo puede hacer, destacó que no hay obligación de pagar y dio su clásica definición de que Tucumán es una facultad de vivos o bobinas que encuentran negocios en las calles.

La verdad es que además de trapitos y limpiavidrios hay todo tipo de buscavidas que son encarados de distintos modos por la mirada social. Si son niños o jóvenes que hacen malabares a veces son aplaudidos. El que gusta o enternece, recauda y agradece. La mirada social se dulcifica y también se llena de sospechas de que hay familias que hacen trabajar a menores. Pero no se generan situaciones violentas. También están los cantantes en las peatonales, los que venden sándwiches, cubanitos, medias o sandalias y hasta libros. Algunos parecen autorizados por la Municipalidad; otros son llegados de ocasión. Hay una familia desde hace años en 25 de Mayo al 400. Hay que conversar con esos chicos para encontrar historias duras de descomposición social. Hay una familia ocasional de noches de fines de semana en Córdoba al 500.

Los buscavidas aparecen allá donde ha desaparecido el Estado pero hay actividades, con lo que se generan situaciones alegales. Por ejemplo, la ampliación del Tribunales de la avenida Sarmiento hacia la calle España ha dado lugar al cobro callejero en un sector donde las arterias eran de nadie y las reacciones de los automovilistas son varias. Algunos se niegan a que les cobren y otros ruegan que haya un cuidacoches en zonas consideradas inseguras, como las cercanías de Balcarce y Chile. En la capital el espacio público para esta actividad abarca desde la cancha de Atlético hasta la calle Alsina, y desde el parque 9 de Julio hasta las inmediaciones de la Maternidad. Y podría ampliarse. ¿De cuánta gente se trata? ¿300 personas? ¿300 familias? No se sabe.

Hasta ahora en Tucumán estamos en una etapa de revuelo pero sin mayores datos. Son temas que funcionarios y legisladores no han sabido tratar. Hace cinco años hubo grandes debates legislativos sobre la ley de Contravenciones que no llegaron a nada. Hoy hay cuatro proyectos al respecto y ahí va la pregunta: ¿es un tema municipal o provincial? Como sea, los proyectos municipales en algún momento requieren la intervención policial para hacer frente a situaciones incómodas. Pero la mirada social no es igual ante los agentes municipales que ante los de seguridad. Ahí entra de nuevo la frase de Romero de que Tucumán es una facultad de bobinas: ya no sólo son los trapitos que se apoderan de las calles sino los ciudadanos en general que usan como quieren el espacio público cuando desconfían de la autoridad. Hacer ruido, vender con bocinas altoparlantes, estacionar en la vereda, tirar basura, lo que sea.

La respuesta siempre ha sido legislar. Estamos llenos de leyes que nadie respeta. Y leyes repetidas. Hay una ley contra los basurales clandestinos, lo cual ya estaba establecido en la ley de Contravenciones, pero no se sabe qué nos lleva a tirar basura y no sabemos qué hacer al respecto. Lo difícil, convencer y concientizar a la gente, nunca se ha podido encarar.

Cuando se intenta avanzar en los problemas sociales se descubre que hay una complejidad que requiere una atención especial, que no han dado el gobierno nacional anterior, que repartió planes sociales y trataba de tapar las cifras de pobreza, ni el gobierno actual que prometió pobreza cero y la va incrementando sin pausa. ¿Es prohibiendo o cazando a los trapitos que se va a resolver el problema? En Mendoza se hizo convenio con la universidad para capacitar en oficios a los cuidacoches pero se advirtió que muchos de los jóvenes –la mayoría de entre 18 y 25 años- no iban a poder conseguir trabajo porque tenían antecedentes policiales. Un limpiavidrios que se negó a hacer trabajos comunitarios estrenó con dos días de arresto en diciembre la cárcel para infractores del código de faltas en Las Heras. ¿Qué conflictos surgirán en nuestro medio? Los oficios informales proliferan.

La Municipalidad capitalina pudo hacer bajar la venta informal en el microcentro –no erradicarla- y regular, tras fuerte presión vecinal, la feria de Villa Luján. Supo crear espacios de actividades semiinformales en tienditas como las del parque Avellaneda. Pero por detrás de esas cosas surgen siempre otros trabajos informales. ¿Habrá capacidad, energía y transparencia para erradicar esas actividades, sobre todo en un año electoral? Es un camino largo, que no se resuelve con el prohibicionismo o el punitivismo. Hacen falta estudios al respecto, entender las formas que adopta el sistema informal en una sociedad con una economía devastada y con gente expulsada, no sólo del mercado laboral, sino de la misma vida social. Esa gente no va a desaparecer.

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