Un tucumano escaló una cima de 8.163 metros y se convirtió en el primer argentino en conquistarla

Un tucumano escaló una cima de 8.163 metros y se convirtió en el primer argentino en conquistarla

Ulises Kusnezov se convirtió en el argentino más joven en lograrlo.

RECUERDO. Kusnezov llevó el banderín que identifica a Tucumán. RECUERDO. Kusnezov llevó el banderín que identifica a Tucumán.

“Después de este viaje pude responder lo que muchas veces me preguntan: por qué uno va a la montaña. Uno va, por el camino previo y posterior, no por la cumbre realmente”, reveló Ulises Kusnezov. Es curiosa la respuesta del montañista. Llama la atención de por qué en la cima de Manaslu, en el cordón montañoso del Himalaya, en Nepal, recién encontró la respuesta a un cuestionamiento que puede suponerse fácil de descifrar para él. Hay que poner énfasis en el recién.

Basta con detenerse en algunos puntos de su currículum para que resulte asombroso que haya pasado tanto tiempo en comprender por qué va a la montaña. Kusnezov, entre otras marcas establecidas, es la persona más joven en haber escalado las 10 montañas más altas de América y el que más rápido las completó. También es el más joven en hacer cima en los 10 volcanes más altos del mundo.

Sí, 20 cumbres hasta ahí y otras decenas de menor altitud. Pero fue después de todas ellas, en esa cima de 8.163 metros sobre el nivel del mar, donde la claridad del cielo celeste también invadió su mente. “La respuesta nunca estuvo muy clara, no supe jamás bien qué responder. Algunos dicen que ‘es la conquista de lo inútil’ porque a quién le importa en realidad que uno llegue a la cumbre. Es algo inútil -insistió- no tiene algún significado porque no se gana ni un premio, ni nada”, explicó. Al llegar a la cima de Manaslu, el yerbabuenense, a los 24 años, se convirtió en el argentino más joven en alcanzar esa cumbre y el primer tucumano en llegar a una cima del Himalaya.

Un tucumano escaló una cima de 8.163 metros y se convirtió en el primer argentino en conquistarla

Cuando Kusnezov habla, sus palabras llevan a creer que eso es un axioma, más que una teoría. “A los montañistas, y me parece que a todo ser humano también, lo que más nos gusta es todo el camino hacia un objetivo. El tiempo en que uno está lleno de ilusión, esperanza y sueños, más que cuando realmente llega al objetivo”, analizó. “Uno se pasa meses y años planificando una expedición; después, viaja, gastando mucha plata, entrena todos los días en pos de una meta para llegar a la cumbre y estar sólo cinco minutos”, relató.

Para vivir esos instantes, Kusnezov y su compañero tomaron la decisión de transitar el ascenso lo más natural posible. “Con Matías Marín de Buenos Aires, pensé: ‘¿por qué no podemos subir una montaña del Himalaya como subimos una de nuestros Andes, sin que nadie nos lleve las cosas y sin oxígeno extra’. Le insistí: ‘probemos, probemos’”, relató con ansiedad e ilusión, como si fuese la primera vez que le estaba planteando la hazaña a su amigo.

Si bien el logro de Kusnezov y Marín tuvo una gran repercusión en el universo nacional del montañismo, para el yerbabuenense la réplica más relevante fue sólo una. “La que hubo en nuestro club de montaña”, reconoció en referencia a sus colegas tucumanos. Ellos siguieron en tiempo real el ascenso. Y, aunque Kusnezov se ruborice por la calificación que le dieron, su conquista fue como ganar el Mundial.

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