El riesgo de un país recesivo que ingresa a un año electoral

El riesgo de un país recesivo que ingresa a un año electoral

El riesgo de un país recesivo que ingresa a un año electoral Devaluación, inflación y recesión marcaron a fuego el tercer año de la gestión de Mauricio Macri. El Fondo Monetario Internacional salió al rescate de la Argentina, frente a la desconfianza del mercado sobre el rumbo económico del país. El Gobierno debió aplicar cirugía; asumir compromisos fuertes para bajar el gasto y el endeudamiento, y comenzar a encarrilar el horizonte.

EL ADIÓS. A mediados de junio, Sturzenegger tuvo que dejar la presidencia del BCRA. EL ADIÓS. A mediados de junio, Sturzenegger tuvo que dejar la presidencia del BCRA.

Un año devaluado y recesivo, que arrancó tres días antes de iniciarse. Así fue el comportamiento de este 2018 que arrancó un “Día de los Inocentes” de 2017, cuando aquel 28 de diciembre la política se mezcló con los planes del Banco Central para ajustar las políticas fiscales y monetarias y poner los pelos de punta a los inversores.

El primer trimestre mantuvo la tendencia a la expansión de la economía. Los tres siguientes marcaron la realidad de una Argentina que se tiñó de desconfianza, que pagó el alto precio de una devaluación de su moneda, el peso, que llegó a casi un 103% respecto del valor del dólar a principios de año. La sequía en la cosecha acentuó la inquietud oficial que no dudó en vender divisas de forma agresiva. El 23 de abril, el Gobierno tuvo que colocar U$S 1.500 millones de las reservas internacionales para frenar la estampida de la moneda estadounidense. En mayo, las pizarras de las casas de cambio y de los bancos mostraban la “fiebre verde”. La corrida cambiaria se extendió hasta junio y rebrotó en septiembre, en uno de los peores momentos de la administración del presidente Mauricio Macri, cuando debió dar señales al mercado de que estaba dispuesto a bajar el gasto público. Recortó de 21 a 10 ministerios en su gabinete.

Sin crédito foráneo, Macri debió recurrir al prestamista de última instancia, con el fin de trata de paralizar la debacle financiera nacional. El Fondo Monetario Internacional (FMI), sin embargo, obligó a la Argentina a cumplir una serie de metas para encarrilar los desequilibrios en los frentes fiscal, monetario y cambiario. En el medio de esta “tormenta financiera”, como la denominó el propio jefe de Estado, el mercado le perdió toda la confianza a Federico Sturzenegger como un conductor del Banco Central que pasó a manos de uno de los hombres de confianza del Presidente: Luis Caputo. El 14 de junio se hizo cargo de la entidad monetaria, dejando atrás al desaparecido Ministerio de Finanzas, que pasó a la órbita de Hacienda, conducido por Nicolás Dujovne. Caputo duró poco, hasta el 25 de septiembre; para alejarse, adujo motivos personales, pero la impronta de la crisis cambiaria y la inminencia de un segundo acuerdo con el Fondo fueron las causas que el mercado atribuyó al recambio por otro hombre que participó de las negociaciones para reformular el acuerdo con la entidad financiera internacional: Guido Sandleris. El salvataje fue de U$S 57.100 millones que, al decir de la Casa Rosada, garantiza la vigencia del plan oficial de este año y también del próximo. 2020 todavía asoma en terreno incierto.

En medio de toda esta interna en el Gobierno, los argentinos sentían todo el peso de las correcciones de una “tormenta” que se convirtió en diluvio para el poder adquisitivo del salario. El combustible aumentó una decena de veces; las tarifas de los servicios públicos privatizados se reajustaron a mayor ritmo que el incremento de los salarios. Y la inflación no le dio tregua al bolsillo: se proyecta que este año terminará en un 50%, número que posicionará a la Argentina como la cuarta nación con mayor variación sostenida de precios del planeta. El riesgo país también vuela. El índice de la banca JP Morgan, que mide la sobretasa de interés que debe pagar un país para financiarse en el mercado externo, está en 840 puntos básicos. Muy elevado para un país que necesita más oxígeno internacional. El corto plazo viene imbuido de incertidumbres electorales. La contienda del año que viene pone otra vez a Macri ante el desafío de sostener su plan económico frente a las pretensiones de retornar al poder de Cristina Fernández. Parte del mercado considera que también hay que hablar de un “riesgo electoral” si se modifican las reglas de juego económicas y financieras en la Argentina. Por eso el signo de interrogante que se abre sobre el futuro del país, más allá de 2019. La economía que viene heredará una inflación del 50%, prevista para estos 12 meses que transcurrieron; un efecto de arrastre estadístico de la recesión económica, que podría extenderse hasta marzo-abril; una tasa de referencia cercana al 70% y un dólar moviéndose en la banda de $ 34 a $ 44.

El contexto externo no le resulta favorable al país. Los capitales buscan economías estables. Cambiar la imagen será el desafío de Macri si quiere que la economía vuelva a su cauce normal en el 2019 electoral.

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