Relato sin héroes en “La noche de 12 años”

Relato sin héroes en “La noche de 12 años”

Llega a la plataforma de streaming la película uruguaya postulada a los premios Oscar y Goya.

MUJICA DESQUICIADO. De la Torre compone al dirigente tupamaro preso.  MUJICA DESQUICIADO. De la Torre compone al dirigente tupamaro preso.

Fueron espectros. Sombras que eran llevadas como bultos de un lugar a otro. Seres considerados menos que humanos, sometidos a los golpes, al hambre y al frío. Convivieron con la soledad más absoluta, con el feroz tormento de no poder comunicarse con nadie, justo ellos que se habían propuesto ser voceros de un conjunto de personas. Y finalmente se reconstruyeron para conducir un país desde la simpleza de cada uno, alejados del heroísmo y del bronce.

Hoy se lanza en la plataforma de streaming Netflix la película uruguaya “La noche de 12 años”, un soberbio filme dirigido por Álvaro Brechner, que pasó por Tucumán hace un mes en proyecciones en el Espacio Incaa del Ente Cultural y sin integrar la grilla de ninguna sala comercial. Ni siquiera luego, cuando fue postulado (infructuosamente) al Oscar a la mejor producción de habla no inglesa y al Goya.

La producción hace referencia a la docena de años que pasaron detenidos (entre 1973 y 1985) tres de los máximos dirigentes de la guerrilla Tupamaros en guarniciones militares y cárceles de su país: Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof y José Mujica. El guión se basa estrictamente en el relato a dúo que escribieron los dos primeros en los tomos que constituyeron su libro colectivo “Memorias del calabozo”, donde cuentan al detalle su subsistencia en las entrañas de la dictadura.

El tercero de los nombres es el más conocido popularmente. Mujica se reconvino hasta ser el presidente de su país en el período 2010-2015; pero los otros dos protagonistas no son menos importantes en la historia reciente: Fernández Huidobro fue senador y ministro de Defensa y Rosencof, director de Cultura de Montevideo, cargo que le llegó por su rol de cuentista, poeta, novelista y dramaturgo (dos de sus obras, “El combate del establo” y “La Margarita”, fueron puestas en Tucumán).

El trío fue formalmente nombrado por los militares en el poder como “rehenes”. Ese rol era reservado a quienes serían fusilados en caso de ataques o atentados de los insurgentes, lo que llevó a Tupamaros a dictar el “alto el fuego”. El objetivo pasó a ser entonces quebrarlos física, emotiva y mentalmente. Deslumbran por su intensidad y cuidado las actuaciones que encaran el español Antonio de la Torre (como un Mujica desquiciado, que habla solo, escucha voces y trata de eludir la locura que lo cerca), el argentino Chino Darín (es conmovedora la escena en que su personaje, Rosencof, empieza a recobrar la sensibilidad de sus dedos al tomar un lápiz para escribir un poema) y el uruguayo Alfonso Tort (el “Ñato” Fernández Huidobro, dueño de una corrida épica con una imaginaria pelota de fútbol por el patio de una cárcel, mientras que desde las ventanas lo vivan otros presos).

La película está plagada de silencios, lo que refuerza ese signo espectacular y la dota de una potencia estremecedora, tanto como el encuentro de Fernández Huidobro y de Rosencof de un código para poder comunicarse. Las escenas de Mujica con su madre (le lleva una pelela que luego tendrá una significación especial) y con una psiquiatra que le receta libros para leer (encarnada por Soledad Villamil) encierran el significado de la resistencia a la opresión.

No hay en el filme panegírico a la lucha armada ni justificación de ningún acto. No hay hombres ejemplares ni intocables. En “La noche...” se respira humanidad en rincones donde no hay lugar para la ilusión, se vive el sentido íntimo de la dignidad, se comprende la rebeldía y se siente en carne propia la crueldad insensata.

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