Programa Takay: inclusión a puro ritmo

Programa Takay: inclusión a puro ritmo

Un programa cultural de la Provincia busca contener adolescentes y jóvenes en situaciones de desamparo y de riesgo mediante la música de percusión. Los chicos trabajan con elementos no tradicionales, como tachos de basura, baldes de pintura, cajas de cartón, por lo general asociados a la pobreza, para resignificarlos y convertirlos en instrumentos artísticos superiores. También hacen percusión en su propio cuerpo y golpeando el piso con los pies.

GOLPEANDO EL PECHO. Sigue el ritmo con las palmas de sus manos. Intentan que los golpes sean acompasados y coordinados. GOLPEANDO EL PECHO. Sigue el ritmo con las palmas de sus manos. Intentan que los golpes sean acompasados y coordinados. LA GACETA/ DIEGO ARÁOZ

“La música me hace tranquilizar la cabeza; me hace pensar en las cosas de la vida, no las de la muerte”, afirma Carlos. Raúl coincide: “La música me despeja la cabeza”, dice y agrega: “me hace sentir bien y aprender cosas que no sé”.

Carlos y Raúl (sus apellidos no se publican para resguardar su privacidad) se encuentran internados en el Centro de Rehabilitación de Las Moritas y hablan con LA GACETA durante la hora en que hacen la práctica de percusión con los responsables del Programa Takay para la inclusión social.

“Takay significa, en quichua, golpear objetos. Y eso es lo que hacen estos chicos: música a partir de la percusión, del ritmo, golpeando objetos pero también tomando el cuerpo como una caja de resonancia”, explica Víctor Hugo Cortés, responsable del programa que depende de la Dirección de Acción Cultural, del Ente Cultural de Tucumán.

Se trata de un programa -nacido hace seis meses, que apunta a contener a chicos y adolescentes que se encuentran situaciones de riesgo, como los chicos de Las Moritas, pero también aquellos que se encuentran desamparados o en circunstancias que los tornan vulnerables.

“Estamos sobre todo en el interior de la provincia, en Simoca, en Famaillá, en Juan Bautista Alberdi, en la comuna de Santa Ana (Río Chico) y en el Hospital Obarrio de la capital. Y se encuentra en vías de implementación en el barrio Victoria, también de capital y en Los Pocitos, Tafí Viejo”, añade Cortés.

Medio de expresión

“Soy percusionista y músico de ley. Con la música trasmito lo que siento, que pueden ser cosas lindas o no, es lo que me pasa...”, dice otro de los chicos de Las Moritas que no quiere dar ni siquiera su apodo. “No quiero que mi familia sepa que estoy aquí”, confiesa.

“La música te alienta, te da energía, te abre la mente, te hace pensar de otra manera... en cambio, cuando yo estaba en la calle, salía a drogarme...”, testimonia Isaac, durante la pausa en medio del ensayo.

Marta Elena Diez y José Pintos son los coreógrafos que dirigen las prácticas. Ellos trabajan en el Ballet Contemporáneo de la Provincia a lo que suman esta actividad. “Nosotros vamos donde nos dicen”, resaltan.

“Es muy importante que este programa tenga permanencia, porque eso les permitirá a los chicos que tengan una experiencia de construcción -afirma Pintos-. De esa manera ellos van descubriendo nuevas habilidades y posibilidades físicas, van descubriendo lo que tiene que ver con las relaciones, con los vínculos con otros; estas prácticas también configuran una instancia de sociabilización”.

UN TACHO DE PINTURA. Los grupos se manejan con elementos cotidianos a los que se les da un nuevo significado superador de la pobreza. UN TACHO DE PINTURA. Los grupos se manejan con elementos cotidianos a los que se les da un nuevo significado superador de la pobreza. LA GACETA/ DIEGO ARÁOZ

“Es un disparador de vocaciones -sostiene Diez-, y en ese disparador vamos encontrando diversas posibilidades de desarrollo. Esto acerca a los chicos a la cultura”.

“En la construcción de la ciudadanía, toda práctica que genere un sentido de pertenencia es útil. Lo mejor que les puede pasar a los chicos es que se identifiquen con las cosas que hacen. Es decir, que puedan verse a sí mismos no como un adicto sino como un músico, como un percusionista o como un herrero, por ejemplo. Y que además esa actividad les sea placentera”, afirma Marcos Zeitune, director del centro Las Moritas.

Con placer

Y placentero les resulta esto de la percusión si nos atenemos a lo que dicen los protagonistas de este programa. “Me encanta la música. Es una manera de sentir que hay esperanzas en la vida, porque me da alegría. Sin música la vida es muy aburrida”, enfatiza Joel.

“Desde chico me gustan la música y el baile -aporta Rodrigo-. Me gusta entretenerme, tener la mente ocupada y pasar el tiempo de forma divertida”.

Uno de los aspectos divertidos es que para generar los sonidos se usan manos, pies, las piernas el pecho y algunos “instrumentos” especiales, como tachos de pintura, tubos de PVC y un barril de plástico. En el caso de Las Moritas, que cuenta con el grupo “Los Mori Murgueros”, también hay tambores y un bombo.

“Son instrumentos de uso doméstico y cotidiano, que van desde tachos de basura o latas vacías hasta baldes de pintura, cajas de cartón, bolsas de consorcio”, explica Cortés.

COMO SI FUERA UN ZAPATEO. Con los pies retumbando contra el piso también se va haciendo música en el contexto de Takay. COMO SI FUERA UN ZAPATEO. Con los pies retumbando contra el piso también se va haciendo música en el contexto de Takay. LA GACETA/ DIEGO ARÁOZ

Este tiene un sentido: “Takay permite resignificar convirtiendo elementos históricamente asociados a la pobreza en instrumentos artísticos superadores para crear y transmitir cultura”, subraya el director y creador del programa.

“Este rato que hacemos música es un tiempo que nos mantiene ocupados, es un tiempo que usamos en algo sano y no en cosas malas, es un tiempo que nos da paz. Y entonces ya no estoy que sólo pienso en drogarme, sino que pienso en alegrar a otros chicos, a la familia, a los discapacitados, por ejemplo. Y acá, en Las Moritas, con la música, el día se hace más corto”, resume Franco.

Cómo se implementa: convenios, docentes, financiación

Takay es implementado mediante convenios específicos con municipalidades y comunas. Las clases están a cargo de profesores de cada zona, que son capacitados por el creador y director del programa, Víctor Hugo Cortés. “Una de las particularidades de Takay es que se busca generar un espectáculo que no posee diálogos, lo que permite trascender los límites del idioma”, comenta el autor y director de teatro. Los municipios o comunas se hacen cargo de conseguir el lugar de las clases y de pagar a los docentes. Los interesados en llevar este programa a su ciudad pueden solicitarlo en la Dirección de Acción Cultura, avenida Mitre 396 o pedir más información al correo electrónico [email protected].

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