Foto-grafías de un aterrizaje peronista

Foto-grafías de un aterrizaje peronista

Una guerra de imágenes. Una disputa de justificativos. Una pelea de silencios. Son, simplemente, señales de que el peronismo ha puesto primera con vistas a las elecciones de 2019. Manzur aparece y desaparece. La oposición, también.

El 3 de abril de 1973 Martín Cooper, directivo de Motorola, realizó la primera llamada desde un teléfono móvil. Eso ocurrió en Nueva York. Hasta que nació el celular todo era diferente. Todo era más lento. Por lo general, todo estaba más pensado. El vértigo era patrimonio de los que se tiraban en paracaídas o se subían a un Fórmula 1. Hoy es de todos e invita a resolver los problemas más inverosímiles en milésimas de segundos. Tal vez los más jóvenes, aquellos que nacieron sin sonajero, pero con el celular adosado a la mano, ya no sientan diferencias. Sin embargo, casi toda la clase dirigente de la Argentina todavía es de los otros, de los que aprendieron con los lentos y ahora debe adecuarse a vivir a toda velocidad.

Los aviones y su capacidad de darle omniprescencia a los protagonistas de la historia son los abuelos de estos tiempos. Por eso tal vez no hay gobernador que no tenga un avión chiquito, pero potente, para trasladarse. Antes, sacaban pasaje en los aeronaves comerciales y compartían el fuselaje con los otros. Ahora, sólo con quienes ellos quieren; y cuantos menos, mejor.

Las redes sociales, en tanto, son las encargadas de darle instanteneidad y dotar de un presente continuo a los hechos. En tan sólo un segundo se cuenta lo que pasa, se interpreta, se dicta sentencia y se repudia a quienes en ese segundo están pensando lo ocurrido. Son los nietos ya nacidos del presente. Antes del celular, los gobernantes ponían su cara y su voz para decir lo que pensaban; ahora, la mayoría de las veces, tienen un ejército de personas -por lo general anónimas- que piensa, dice, refuta, critica, confirma y vuelve a sostener lo que todavía esa persona pública aún ni siquiera está seguro de decir.

Lunes de selfies

El 24 de septiembre de 2018 el gobernador de la provincia era todo entusiasmo. Caminó en medio de la multitud de la procesión de la virgen de La Merced. Desbordaba optimismo. Sonreía y se sacaba selfies con quien se le acercaba. Desafió la ley de la gravedad de todo funcionario público que prefiere correr riesgos en las multitudes y para eso tienen un séquito de guardaespaldas. Se sacó fotos por doquier. Nunca dejó de sonreír.

Martes santiagueño

A medida que el sol empieza a esconderse, se asoman las urgencias y el mandatario sale volando por los aires y “Santiagonizó”. Atrás quedó un paro general que empezó silencioso y apagado y terminó con todos los bares abiertos y el ruido propio de un sábado a la noche. En tierras del “incoherente” gobernador. El radical que se hizo por comodidad kirchnerista y ahora, por conveniencia, peronista diferente, junto a Manzur se reunieron con Rogelio Frigerio que una hora y media antes había despegado de la Casa Rosada para hablar con ambos. En realidad no les dijo nada. Sólo les hizo saber que el federalismo tiene sus límites en esta Argentina que siempre se puso a los pies de Buenos Aires. El ministro del Interior fue simple y contundente. Les dijo que dejen de hacerse los duros. Insistió con que no hay margen de negociación, que hay que hacer el ajuste. Sólo cambió el tono de voz cuando les pidió que colaboren con la Nación. Y, prometió -con el mejor tono de discurso político- que se acordarán de los que ayudaron a aprobar el presupuesto. Sin el pan y sin las torta, pero con una foto para el olvido, Manzur volvió rumiando desazón.

Miércoles de miércoles

El poderoso triunviro cegetista Héctor Daer llamó por celular al tucumano y lo despabiló de su modorra nacional. “El 17 de octubre vamos a Tucumán, todos”. No había distinción de caracteres ni de colores ni de tendencias ni amistades. Todos. El movimiento completo, como lo dice Juan Manuel Asís, unas páginas después de esta. Volvió la sonrisa del mandatario tucumano y se envalentonó. Pero como todo es líquido, rápido e inestable, la sonrisa se volvió insulto en unas horas apenas. Por la tarde, el ministro de Desarrollo Social destrató al presidente de la Nación. Traicionado por la ansiedad, las ganas, la euforia peronista y por la historia argentina donde todo es más fácil cuando se hacen añicos las instituciones, el doctor Gabriel Yedlin auguró que Macri finalice su mandato anticipadamente. Si el gobernador no hubiera estudiado con el ahora inoportuno ministro, si no hubiera tejido una amistad de jóvenes; si no hubiera dormido y comido en la casa de los Yedlin cuando eran estudiantes, el sillón del ministro lo hubiera eyectado en el mismo momento en el que Yedlin tuiteó sus antidemocráticos improperios. El ministro agachó la cabeza y aceptó las críticas. En el acto pidió disculpas, pero en lo más íntimo mantiene la convicción de que sus dichos no fueron desubicados. No tiene conciencia de que las crisis institucionales son patrimonios de todos y que nadie sale ileso de ellas. Augurarlas no ayuda a nadie. Menos, a su gobernador -¿y amigo?- que teje con paciencia de orfebre su vida nacional y provincial. Al canciller Manzur, un hombre de su equipo le pegó un tomatazo en la frente. No hubo fotos, ni de la alegría ni de la rabieta.

Jueves, la foto

Una imagen y mil millones de palabras. Massa que vuelve como esos perros arrepentidos; Schiaretti que sólo no pudo y necesita aliados; Pichetto que se sacude el kirchnerismo como los canes cuando se sacan las pulgas y Urtubey que llega por insistido al último tramo. Los cuatro sonríen para la foto y para el video. Ninguno habla. Sólo un tuit se desparrama por las redes sociales. Los unen las ganas, la oportunidad y el espanto a Cristina Kirchner. Se ponen el saco del peronismo alternativo que puede llegar al balotaje, ventaja que la ex presidenta no tiene. En la imagen hay una silla vacía. Les falta el líder. Manzur no está en la foto. Avisa que no quiere nada nacional porque en su norte está Tucumán. En realidad, porque sabe que no le alcanza para ser un referente nacional y porque llegó tarde. Perdió demasiado tiempo en sacarse de encima su pasado kirchnerista y en pelear con su ex amigo José. Sin embargo, la soberbia de los cuatro lo deja bien parado. La suerte lo vuelve a ayudar. Mientras todos hablan de la foto, los ausentes refieren el 17 de octubre a la tucumana. “No habrá sectarismos”, dicen.

Este mismo jueves, en la Casa de Tucumán, hay una “contracumbre”. Florencio Randazzo, junto con Florencia Casamiquela y el diputado “Bali” Bucca se sientan a dialogar. Ellos no están en la foto de los cuatro, pero saben que harán falta. Randazzo tiene una charla pendiente con Schiaretti. Los tres también sonríen. Manzur antes de irse de dormir, imagina cómo será su sonrisa en la foto del día siguiente.

Viernes, la contrafoto

Ni Buenos Aires, ni Tucumán, ni Santiago, ni las oficinas de Guillermo Seita, el operador de todos, que prestó las oficinas para que los cuatro se sacarán la foto. El centro de la escena está en La Rioja. Hasta ahí llegan los gobernadores Lucía Corpacci (Catamarca); Gerardo Zamora (Santiago); Sergio Casas (riojano y anfitrión); Sergio Uñac (San Juan) y Manzur. Es la foto de la venganza. Es la imagen que dice “aquí también estamos nosotros”. Es el retrato de los mandatarios que aún cuando están dispuestos a unirse para que el peronismo sea una alternativa el próximo año no quiere mostrarse como los que pueden ser arrastrados. Los cuatro que pusieron primera tienen además la cucarda de ser buenos intérpretes y dialoguistas del gobierno nacional. Por las dudas, en la foto de estos gobernadores también está Rogelio Frigerio que, esta vez “Arriojizó” con su avión para promover el intercambio comercial con Chile a través de un corredor ferroviario.

Presente de color cepia

El peronismo ha puesto primera. No tiene líder, tiene ganas y ve la oportunidad. En Tucumán la oposición se le parece. Carecen de un líder indiscutible, no muestran ganas y sentían que con Cambiemos en el poder nacional podían tener una posibilidad de llegar al poder. Sin embargo, siguen siendo invisibles, mientras el peronismo aturde con su bombo. El acuerdo con el FMI y la tranquilidad que intenta transmitir el oficialismo nacional no los ayuda.

La velocidad, las idas y vueltas y el vértigo de esta semana ha dejado exhaustos hasta a los celulares que se vieron animizados por tanto trajín. Cuando la semana se despedía, se hicieron presentes Alfonso Prat Gay, que con pose de catedrático, anduvo por los claustros universitarios; y Ricardo Alfonsín, que con el traje político de siempre, repitió su enfado con Cambiemos.

Los peronistas empiezan a armar el rompecabezas; la coalición que gobierna la Nación, aún no logra recoger tantas esquirlas.

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