Chile prefirió el norte y no la Patagonia

Chile prefirió el norte y no la Patagonia

Mañana se conocerá el fallo de La Haya en torno de la salida al mar que Bolivia perdió en la Guerra del Pacífico

EMBARCADO. La demanda “no es un acto inamistoso”, afirmó Evo, antes de partir a Holanda. Reuters EMBARCADO. La demanda “no es un acto inamistoso”, afirmó Evo, antes de partir a Holanda. Reuters
30 Septiembre 2018

Mañana puede ser un día histórico. La Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya dará a conocer su fallo sobre la “demanda marítima”: el planteo de Bolivia para que se ordene a Chile negociar una cesión de territorio que le permita recuperar la salida soberana al mar que perdió a finales del siglo XIX, durante la Guerra del Pacífico.

Las posibilidades legales son tres y han sido esbozadas por el presidente chileno, Sebastián Piñera. La primera es una sentencia favorable a Bolivia. La segunda es un pronunciamiento adverso a ese país. La tercera, y salomónica, es que ambas naciones encuentren una salida consensuada y negociada al reclamo.

Las posibilidades políticas, en cambio, parecen mucho más restringidas. Chile ha dicho, de todas las maneras y a través de todas las autoridades, que no resignará territorio.

Entonces, el presidente Evo Morales, antes de embarcarse a Holanda, repite que su reclamo “no es un acto inamistoso”.

Mientras tanto, en Chile, que ni siquiera enviará a su canciller a La Haya, responden que hay predisposición por otorgar “mayor salida al mar” al vecino, pero no de manera soberana. Es decir, sin corredor terrestre ni puerto propios de Bolivia.

De todo cuanto se dijo, una advertencia de la diplomacia chilena sintetiza el nudo del desacuerdo: “Bolivia quiere reescribir la historia”. Justamente, el peso de la historia es trascendente en el entendimiento que se antoja imposible entre ambas naciones. Y va más allá de las “promesas incumplidas” que invoca el Gobierno de Morales; y también de la mera letra de los acuerdos internacionales que evoca el Gobierno de Piñera. Por cierto, la Argentina no sería ajena a esta parte de la historia sudamericana.

El salitre antes que el sur

El Chile de la modernidad, en política exterior, se organizó en torno del conflicto bélico que supuso la pérdida de una salida soberana al océano Pacífico para los bolivianos. Lo advierte el internacionalista Patricio Mateo Carmody, en su libro Política exterior al fin del mundo.

“Sería, sin dudas, el resultado victorioso de la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia (1879-1883) lo que determinaría que una parte importante de la actividad diplomática de Chile fuera dedicada al conflicto planteado por la conquista chilena de provincias y territorios peruanos y bolivianos. Efectivamente, Chile pasaría a controlar territorios peruanos que contenían las ciudades de Arica, Iquique y Pisagua; y los territorios bolivianos que incluían las ciudades de Antofagasta, Mejillones, Tocopilla y Calama. Chile se apropiaría además de la Puna de Atacama y de importantes yacimientos de salitre y de cobre”.

Después de la guerra, precisa Carmody, Chile firmó con Perú el Tratado de Lima, en 1929, a que reconoce la soberanía chilena sobre las provincias de Arica y Tarapacá. Con Bolivia suscribió también tratados en 1905 y en 1929, pero que luego no serían totalmente aceptados por la nación del altiplano, que denunció “imposiciones” por parte de la nación trasandina. “En paralelo, Chile irá integrando, con éxito, las zonas conquistadas al territorio nacional”.

Carmody pauta allí una primera clave para explicar la renuencia chilena a cualquier cambio de situación. “Debido a estos hechos decisivos, la política exterior de Chile tendría una fuerte orientación hacia el mantenimiento del statu quo desde el punto de vista territorial. En efecto, la diplomacia chilena lograría mantener esta situación con éxito durante el siglo XX, y en consecuencia gozaría de un considerable prestigio dentro de su clase política”.

“Al optar estratégicamente por extenderse hacia el norte -porque veía en los territorios llenos de salitre y de guano un futuro promisorio-, Chile dio menor importancia a una potencial expansión hacia el sur, más precisamente en la Patagonia, cuyas tierras eran consideradas inhóspitas improductivas”, explica el diplomático argentino.

A la luz de esa interpretación se puede recorrer el ambivalente comportamiento de la política exterior argentina durante el conflicto, descripta por el sociólogo e internacionalista argentino José Paradiso en su libro Debates y trayectoria de la política exterior argentina.

Vaivenes nacionales

Un lustro antes de que detonara la conflagración, Perú y Bolivia reaccionan a una serie de presiones chilenas suscribiendo un tratado defensivo secreto destinado a garantizarse mutuamente la independencia, la soberanía y la integración de sus territorios. La Argentina fue invitada a sumarse y el Gobierno argentino respondió positivamente, “mostrando, con esa actitud, su disposición a intervenir en las cuestiones trasandinas”.

La Casa Rosada elevó al Congreso el proyecto de adhesión: lo avaló la Cámara de Diputados, pero nunca superó el Senado.

Por este antecedente, entre otras cuestiones, la abstención argentina durante la Guerra del Pacífico constituyó una decepción muchos protagonistas centrales de la política. Por caso, describe Paradiso, fueron muchos los miembros de la dirigencia nacional que tomaron abierto partido a favor de Perú y de Bolivia. Dos de ellos serían, después, Presidentes de la Nación: José Evaristo Uriburu (1895-1898) y Roque Sáenz Peña (1910-1914). Este último, incluso, combatió junto con los soldados peruanos contra Chile.

Estos sectores, agrega Paradiso, se vieron en alguna medida contentados luego, cuando la Argentina exigió a las autoridades chilenas que se respetaran los términos de los tratados de Ancon y de Tregua, firmados cuando concluyó la Guerra del Pacífico; y que se abstuvieran de ocupaciones territoriales mayores que las que se habían estipulado en esos acuerdos.

Pero después de la Guerra, la Argentina suscribió con Chile los Pactos de Mayo, que pusieron fin a una serie de controversias binacionales. Comprendieron tres instrumentos: un acta preliminar que pauta el principio de no injerencia en cuestiones internas y externas; un tratado general de arbitraje para resolver conflictos; y un convenio sobre limitación de armamentos. Los pactos fueron complementados por un acta aclaratoria que reafirmaba el principio de que la Argentina se abstendría de intervenir en el Pacífico, tanto como Chile en el Atlántico.

“Los pactos provocaron una verdadera fractura en el seno de la elite argentina”, puntualiza Paradiso. Y, como se sabe, de ninguna manera supusieron el fin de los entredichos limítrofes y políticos entre ambos países.

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