El “Club del helicóptero”, sucursal Tucumán

El “Club del helicóptero”, sucursal Tucumán

Hay una tesis. Suele ser esbozada en las reuniones de amigos que se juntan para hablar de política. Así que se la escucha en bares, restaurantes y quinchos. La especie consiste en que Mauricio Macri no va a completar el mandato que la Constitución prevé para el argentino que resultó electo por la simple pluralidad de los votos de los argentinos.

La tesis tiene las variantes más diversas. Las más comunes refieren a fracasos conocidos. Van desde el estallido social en diciembre, siguiendo el modelo que terminó con la colapsada Alianza de la UCR y Fernando de la Rúa con el Frepaso y Carlos “Chacho” Álvarez; hasta la estampida inflacionaria, siguiendo el modelo que terminó con la fracasada experiencia radical de Raúl Alfonsín, tras la reinauguración de la democracia. Pero hay una versión más refinada. Una versión esforzada por no lucir golpista, sino todo lo contrario. En esta especie, precisamente, hay elecciones presidenciales. Nada más que no se celebran en octubre sino antes. Macri, según la pretensión, pierde esos comicios y renuncia con el pleno del Gobierno. De allí siguen dos variantes: asumen los electos o, en su defecto, se organiza un gobierno de transición que se ocupa de la crisis institucional durante el interregno y entrega el poder en diciembre. Ya sea por una vía o la otra, pretende la especulación, el gobierno constitucional es desalojado del poder sin traumas y el traspaso es ordenado.

Las reacciones entre amigos después de que es expuesta “la tesis” (que multitud de lectores también han escuchado) suele ser la misma. Unos se quedan pensativos, otros se indignan y la refutan, están los que anhelan que no sea cierto y están los incrédulos para quienes no hay chances de que eso ocurra. Pero, mayoritariamente, nadie le da a esa elucubración una entidad mayor que la de una teoría conspirativa. Es decir, nadie se toma en serio la cuestión. Ni siquiera el que presenta el asunto, para quien la posibilidad no es imposible, pero no se hace cargo de ella. Aclara que “eso es lo que se anda diciendo” en ciertos círculos.

Pero todo cambió esta semana. Y cambió en Tucumán. Aquí, nada menos que un funcionario de primera línea del gabinete provincial, el ministro de Desarrollo Social, Gabriel Yedlin, decidió hacer de “la tesis” una propuesta por escrito. Y la puso en Twitter. En esa red social, luego de releer y corregir el mensaje, posteó que el Gobierno nacional tiene que anticipar los comicios presidenciales. Si Macri gana, obtiene respaldo popular y habrá liquidado la incertidumbre. “Y si pierde, será una transición más corta y menos dolorosa”, posteó. Toda una definición de democracia: el que gana gobierna; el que pierde se manda a mudar.

El proyecto de Yedlin para que Macri concluya su mandato antes de lo que el Estado de Derecho garantiza detona el paradigma que venía construyendo el gobernador Juan Manzur. Un paradigma es una teoría, en este caso política, que proporciona un modelo para resolver problemas y avanzar. Avanzar en el conocimiento, en el plano de las ciencias, o en la construcción de poder, en el caso de la política. Y el núcleo del paradigma es incuestionable porque, precisamente, contesta todas las cuestiones. Todos los cuestionamientos. El paradigma es un universo de preguntas que contiene el universo de las respuestas.

El paradigma manzurista se sintetiza en dos palabras: “peronista distinto”. Diferente que el kirchnerismo y el alperovichismo, pero justicialista. O sea, adversario del macrismo, pero no enemigo. Léase, opositor firme, pero institucional. Crítico, pero dialoguista. Convocante de otros opositores, pero garantista de la gobernabilidad.

Entonces, fue el primer gobernador en firmar el acuerdo ofrecido por la Nación para devolver la coparticipación mal retenida del kirchnerismo; y es uno de los últimos en resistirse a firmar la adenda al Pacto Fiscal, que ya refrendaron 15. Y organiza desfiles los 9 de Julio para las visitas de Macri, a la vez que auspicia una cumbre peronista para el 17 de Octubre en la Casa Histórica. Y sigue resistiéndose a aprobar para Tucumán una Ley de Acceso a la Información Pública, a la vez que acompaña la reforma previsional del macrismo. Y anticipa que no avalará el Presupuesto 2019 del macrismo si le quita recursos a la provincia, pero también ratifica que, con anterioridad, el peronismo apoyó todas las normas que el Gobierno nacional requirió.

En el paradigma, la crisis es de neta factura macrista, porque el peronismo en general, y el manzurismo en particular, no quieren que a Macri le vaya mal.

Entonces apareció la propuesta de Yedlin para que Macri se vaya cuanto antes. Plazo: lo que demore en organizarse una elección presidencial.

Con ello, el paradigma manzurismo vuela por los aires. Porque lo que derrumba los paradigmas son las preguntas que no encuentran respuesta. En términos históricos: si la Tierra es el centro del universo, y Europa es el centro de la Tierra, y la Iglesia es el centro de Europa porque Dios así lo quiso, ¿cómo se explica que el planeta esté moviéndose?

Si el manzurismo no conspira contra la estabilidad del Gobierno nacional, ¿cómo se explica que uno de sus ministros (no un gremialista, ni un dirigente de tercera), por escrito (no en un audio por WhatsApp que se filtró o en una entrevista), promueva el ‘andate Macri’ con maquillaje electoral? ¿Y cómo se explica que, al respecto, no haya consecuencias?

Porque tan reveladora como la iniciativa ministerial manzurista para interrumpir el mandato de Macri ha sido la marcación social del mensaje. Después del tuit, Yedlin, por medio de la web gubernamental, difundió una pública retractación, pedido de disculpas incluido, en el que aclaraba que “la tesis” era una manifestación personal. Léase: a través de los canales oficiales, el manzurismo es políticamente correcto. Pero lo que piensa en voz alta en los canales no oficiales es exactamente todo lo contrario.

Con menos bipolaridad, el propio gobernador muestra esa dualidad. Oficialmente, desautorizó a su ministro, pidió respetar la democracia y el gobierno, buscar consensos y esperar el turno institucional de las urnas. Es decir, contestó desde el paradigma. Pero, por fuera de esa “oficialidad” no hizo más nada. Legítimamente nada. Más aún: llegó a decir en el comunicado con el que tomó distancia de Yedlin que lo expresado por el ministro no es representativo ni de su opinión como mandatario ni tampoco de la de su equipo. Pero, por esos caprichos del principio lógico de contradicción, resulta que Yedlin sigue integrando “su equipo”. Es decir, puertas adentro no tomó ninguna distancia de su funcionario.

Para más brechas entre el decir y el hacer del gobernador, está su curioso orden de prioridades para custodiar la institucionalidad. Le parece infinitamente más grave que un secretario de Estado opine que el senador José Alperovich no debe volver a ser gobernador, y por ello lo depone de su cargo, que el hecho de que un ministro proponga que Macri cese anticipadamente como Presidente.

La crisis económica que atraviesa la Argentina demanda austeridad en las cuentas públicas para ser superada, a la vez que demanda austeridad en la política para no caer en una crisis institucional. Las crisis institucionales siempre han sido descomunalmente brutales para los argentinos. Se cobraron vidas, derechos humanos, el futuro de generaciones y, por supuesto, la poca prosperidad que quedaba desde el último quiebre. Porque de cada crisis institucional los argentinos salimos siempre más pobres que como entramos.

Mal puede andar pregonándose desde un gobierno provincial, entonces, las interrupciones de mandatos presidenciales y las salidas anticipadas de los gobernantes. Pero si los beneficios de la institucionalidad les parecieran un alegato cándido y romántico a los amantes del pragmatismo, deberían tomar nota que la proyección nacional que viene alcanzando Manzur se debe a la austeridad: el tucumano viene proyectando austeridad de ambiciones presidenciales.

Si Manzur viene siendo un gobernador convocante de otros mandatarios peronistas, y también de los principales líderes sindicales del PJ, se debe a que no ha insinuado que tenga planes de pelear por la primera magistratura nacional. Distinto es el caso del cordobés Juan Schiaretti y del salteño Juan Manuel Urtubey, claramente lanzados a la pelea por un lugar nacional. Originalmente miembro del grupo “Los Juanes” junto con el tucumano, ya no aparecen en las cabeceras de la mesa del CFI cuando el tucumano reúne a otros “compañeros” mandatarios y gremialistas. ¿Por qué el apuro, ahora, para que se vaya Macri?

Un ejercicio interesante para dimensionar el impacto institucional del proyecto de remover a Macri de la Casa Rosada consiste en preguntarse qué ocurriría si desde alguna intendencia, un secretario municipal propusiera la salida anticipada de Manzur de la gobernación en nombre de que no ha sabido darle una solución al escarnio social de la inseguridad. En la edición de ayer LA GACETA se conoció el caso de mujer que murió en La Costanera cuando un grupo de delincuentes fue y tiroteó su casa. “Ciudad de Dios”, que le dicen.

Las respuestas al fracaso del Gobierno tucumano para combatir el delito por parte de la oposición, sin embargo, no han sido reacciones destituyentes. En lugar de reclamar renuncias o juicios políticos, la decisión opositora ha sido integrar comisiones de emergencia en seguridad, para ser parte de la solución e, incluso, para que se le coparticipe el costo de que la inseguridad sólo recrudezca.

En términos de la calle, la oposición tucumana no organizó conjuras golpistas ni gorilas contra la gobernación peronista. En Casa de Gobierno, en cambio, acaban de tramitar una membresía con el “Club del helicóptero”. Manzur, claramente, no participó de la inauguración. Pero tampoco clausuró la filial.

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