Las grietas que se multiplican

Cuando los lapachos se decoloran el calor empieza a apretar en serio. Se renueva la peregrinación en procura de un equipo de aire acondicionado. ¿Quiere uno de los grandes? ¿Para el comedor? Va a tener que vender el auto, porque este año el frío artificial viene con una indexación estratosférica. La primavera que se siente como verano es una recta final que desemboca en las Fiestas y ahí nomás, en cuestión de semanas, en cada rincón de Tucumán se prenden velas para que las inundaciones pasen de largo. De acuerdo con el pronóstico, esta vez no se corren riesgos como los de 2015.

Ese año los puentes se rindieron ante la fuerza del agua. Se desmoronó uno flamante, que conectaba al Parque Nacional Los Alisos con el resto del mundo. Y así seguirá el parque, aislado para el gran público, porque el que avisa no traiciona. Daniel Abad, titular de Vialidad Provincial, subrayó que reconstruir ese paso sobre el río Jaya no es una prioridad. Vivimos en la tierra de los puentes volátiles y urge anclar los que quedan en pie con los recursos que se tienen a mano, que no son muchos.

Se da el caso de que mientras el siglo XXI fluye y, seguramente, las preocupaciones y metas deberían ser otras, Tucumán no consigue hacer pie en cuestiones básicas de infraestructura. Así que no avanzamos; retrocedemos. Tal vez se podrían copiar los métodos de construcción de puentes de los incas: algunos hechos con sogas (la técnica Q’eswachaka) lucen más confiables que muchas de las estructuras de hormigón que hoy todo tucumano mira con sospecha.

Los productores viven reclamando, con razón, por las pésimas condiciones de la red secundaria de caminos. En algunos casos no son más que huellas, con suerte enripiadas, pero mayormente de tierra. Por allí deben circular máquinas y camiones que, lógico, se empantan y averían a cada rato. Esos trazados datan en muchos casos de los primeros tiempos de la industria azucarera y no vaya a creer que cambiaron demasiado. Quiere decir que el problema es mucho más serio y profundo de lo que suele pensarse. Si no hay forma de pavimentar como se debe los tramos deteriorados de la ruta que une Tafí del Valle con Amaicha, pensar en la autopista San Miguel de Tucumán-Termas de Río Hondo es de ciencia ficción. En otras palabras: además de ser obsoleta e insegura, la infraestructura vial es un dolor de cabeza para la economía. Atrasa.

Infraestructura es agua potable, cloacas, gas natural. Infraestructura es sinónimo de calidad de vida. La SAT, aprisionada entre la espada de la opinión pública y la pared de sus limitaciones, quedó en vilo a partir de una llamativa resolución del Ersept. Lo de llamativo viene a cuento de que el Ersept no suele lucirse defendiendo los derechos de los usuarios. La cuestión es que la SAT deberá resarcir a un grupo de vecinos, en este caso del barrio SEOC III, debido al pésimo servicio que presta. Quedó abierta la puerta para nuevos reclamos y el efecto dominó puede resultar incalculable. Fue un tiro para el lado de la justicia social, concepto bastardeado si los hay.

Si la industria contara con la infraestructura imprescindible para tratar sus desechos la capital y el conurbano no vivirían atenazados por la pestilencia irrefrenable cada vez que sopla el viento desde el este. O no caería la ceniza que todo lo ennegrece.

Infraestructura es seguridad. ¿Quién repara en el estado de las comisarías? La situación de la amplia mayoría es vergonzosa: se caen a pedazos. El parque automotor de la Policía desborda los talleres. No hay calabozos que brinden las condiciones mínimas de dignidad humana para los detenidos. Villa Urquiza colpasó hace largo rato.

No es cuestión de ponerse necios. La inversión en materia sanitaria y educativa (hospitales, CAPs, escuelas) fue generosa durante este siglo. Es cierto que más no significa mejor; el análisis cualtitativo corre por otro carril. Pero que se invirtió en esa clase de infraestructura es innegable. Los mayores avances se produjeron en los últimos años en materia de conectividad aérea, tanto por las obras en la pista del Benjamín Matienzo como por el incremento de la cantidad de vuelos y de destinos. Aunque vale apuntar que el trabajo en el aeropuerto quedó en la mitad, ya que está proyectada una nueva terminal, muy bonita y funcional, pero por ahora es sólo un render. Del transporte público ya se habló largo y tendido. Es malo y carísimo.

Todas estas son cuestiones básicas. Un bosque imposible de tapar por cualquier árbol, por más frondoso que parezca. Las ramificaciones se expanden en distintas direcciones, por caso la falta de infraestructura deportiva. Pero si hablamos de puentes que se vienen abajo, el tema de los estadios pasa a tercer plano. Para lo crucial, lo urgente, de lo que depende la vida de los tucumanos, las soluciones lucen lejanas y difusas. Con lo que volvemos al principio: ¿por qué no aprovechamos, teniendo en cuenta que se pronostica un verano más seco, para hacer las obras que atajarán males futuros?

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