Cartas de lectores
14 Septiembre 2018

"Amigo, tú no eres tonto”

Estimado amigo motociclista que te detienes en el semáforo rojo, seguramente debes sentirte incomodo, mientras esperas la luz verde y tantos motociclistas irresponsables pasan a lado tuyo cruzando alocadamente, sin respetar las señales de tránsito. Quizá te sientes como el único tonto que acata las normas, pero no te arrepientas de ser respetuoso. Tú no eres tonto. Tener un comportamiento civilizado es algo que habla muy bien de ti. Demuestra el sensato respeto que tienes de ti mismo, de los demás y de las normas que hacen posible la convivencia urbana. Cuando te veo parado en el semáforo, me doy cuenta que eres una persona educada y prudente. Una persona en la cual se puede confiar. Gracias, amigo motociclista que paras en el semáforo rojo.

Alvio Amadio

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Alta velocidad

Lamentablemente con mucha frecuencia soy testigo de la altísima velocidad con que manejan por el centro muchos automovilistas y conductores de moto. Desde la avenida Sarmiento se dirigen hasta 25 de Mayo y Santiago del Estero a muy alta velocidad. Nadie multa ni controla. El centro es tierra de nadie. Espero siempre que no suceda una tragedia.

María Gabriela Bauque

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Incongruencia política

Con asombro e indignación, he leído una noticia incongruente. Uno de nuestros funcionarios visitó un comedor del interior de la provincia llamado San Pedro Nolasco, fabulosa obra a cargo de un sacerdote y llevado adelante por la tarea extraordinaria y amorosa de mujeres que cocinan todos los días para 100 chicos y más. Dicho funcionario afirma que el gobierno quiere colaborar con el comedor, porque “para ellos la alimentación de los niños es fundamental”. La noticia da lugar a dos cuestionamientos. Si la alimentación de los niños es importante, ¿por qué tiene que haber comedores? ¿Por qué la alimentación no es suministrada en un hogar, en el que el padre o madre de familia pueda ganar lo que corresponda y así evitar a los niños la indignidad de recibir una alimentación “de caridad”? Por otro lado, quien afirma estar interesado en la alimentación de los niños, parece no comprender que, en aras de promocionar el gobierno, lo está desacreditando. También puede pasar que subestime la inteligencia de los depositarios de la información, esto es, el pueblo tucumano. En cualquiera de los casos, van en autos lujosos a compadecerse de los pobres. Galeano dijo una vez: “En los océanos del desamparo, se alzan las islas del privilegio”.

Graciela Jatib
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Aprendiendo a vivir

Yo, a lo largo de mi larga vida, desde mis comienzos laborales, a los 20 años, tuve la suerte de tener una buena actitud humana en lo laboral. Desde que me casé a los 24 años y la llegada de mis cinco hijos en casi tan sólo seis años, me obligó, desde entonces, a ser organizado y responsable. Desde ese momento, consideré que mi vida no me pertenecía, les pertenecía a mis hijos, porque de mí y de mi esposa y en función de lo que trabajábamos, más los numerosos seguros de vida que tenía entonces, aseguraba de que a todos mis hijos no les faltara nada, como tampoco para poder educarse. No obstante las previsiones que tomé, muchas veces metí la pata. Los ejemplos de vida que les dimos con mi esposa, no obstante no se hayan recibido en la Facultad, me permite, hoy, tener la dicha de que son buenas personas, tanto en lo laboral como en lo que a sus familias se refiere. Hoy, después de muchos años, transito una edad avanzada y no obstante lo poco que gano, al ser hoy un jubilado, mis sanas costumbres no han cambiado. Pago alquiler, expensas e impuestos, un ocasional personal doméstico, no tengo créditos ni tarjetas. Todos los meses, y antes de llegar a fin de mes, tengo un listado de todos mis compromisos económicos, donde tengo asentados los gastos para remedios, que son muchos, más una pequeña suma para imprevistos. De esta manera, cuando cobro, les pago a todos y consecuentemente, no le debo nada a nadie. Antes iba al centro y durante la mañana con mis amigos me tomaba entre dos y tres cafés y compartía con ellos. Hoy eso no puedo hacerlo; hace más de 15 años que no salgo de vacaciones, vivo bien, sin que me falte nada y lo mejor que tengo es tranquilidad. En el balcón del departamento que alquilo tengo rosales, rosas chinas y otras que se mantienen todo el año. Además de mis patologías, que son importantes, hago bicicleta fija, más otros ejercicios complementarios; leo y escribo sin pensar si lo hago mal o bien. Me privo de no pocas cosas, pero preservo mi tranquilidad, que para mí es muy importante. Tengo la suerte a lo largo de mis días de que no tengo momentos vacíos, lo que es muy importante para mí. Esta es mi tercera edad y un poco más; he logrado los días más felices y plácidos de mi existencia. Esta es mi vida, en la que me siento bien, y todavía sigo aprendiendo a vivir. Tengo casi 80 hermosos años.

Héctor Leonardo Bravo

Papeleros sucios

Los papeleros puestos en las veredas no dan para más en la mayoría de los lugares donde están colocados en la vía pública. Me refiero a que siempre están saturados de basura y no se los limpia periódicamente. Y peor aún, los pobladores seguimos tirando basura en ellos, aún sabiendo que están hasta al borde de residuos; esto genera que las veredas estén siempre sucias con todo tipo de restos. ¡Por favor!, a quien le competa: les solicito que cumplan limpiando más a menudo.

Olga A. Meira

General Paz 853, primer piso A

San Miguel de Tucumán

Enriquecimientos ilícitos

Siento tristeza, bronca e impotencia al leer las continuas denuncias en las que acusan a políticos, funcionarios y jueces, por enriquecimiento ilícito, muchos de ellos con nombres y apellidos conocidos. Pero siguen en sus cargos como si no hubieran cometido ningún delito, protegidos por sus amigos o parientes en el poder. Esto me lleva a afirmar que de mi querido Tucumán, y también del país, los distintos gobernantes permitieron que sus subordinados se aprovecharan de sus cargos, para asegurarse su futuro y el de su familia con el dinero que el pueblo, para mejorar el derruido aspecto que presenta nuestra ciudad. Ya lo dijo el gremialista gastronómico Luis Barrionuevo: “si dejamos de robar por lo menos dos años, estaríamos mejor, económicamente, en la Argentina”. Cuando nos visitó Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, declaró: “esta no es la Argentina que conocí”. Era un modelo de país por sus riquezas y su cultura, que estaba a la altura de los países del primer mundo, que producía alimentos para 450 millones de persona, y sólo somos 40 millones de personas en este país. Lo que sucede es que fuimos víctimas preciadas de políticos y gremialistas que llegaron como manadas de lobos hambrientos a saquear las arcas, que son las garantías que aseguran el bienestar de los pueblos. Fuimos y somos gobernados por gente que carece de capacidad y escrúpulos para estar en sus cargos. Quiero terminar esta carta recordando la letra del tango “Cambalache”, de Discepólo: “Aquí cualquiera es un ladrón, cualquier es un señor, da lo mismo un burro que un gran profesor”.

Juan Carlos Monasterio

Pje. Luis Beltrán 1.452

San Miguel de Tucumán

Reflexión

Hace unos días, un señor de 85 años me decía emocionado que sufre mucho el presente que vivimos, que le cuesta creer que exista la aterradora división social en la que estamos hundidos, y que hayamos hecho tan inmenso retroceso los argentinos. “En mi tiempo, las madres iban con sus hijos al taller mecánico que yo tenía, a pedirme que les diera trabajo a sus hijos sin pagarles con dinero, sino con la enseñanza de mi oficio. Hoy, mis hijos necesitan un joven ayudante y hay potencialmente una veintena de ellos en el barrio, pero todos ponen excusas y se niegan a trabajar. Los gobiernos se suceden uno a otro y todo sigue igual. Es más, los del gobierno anterior y sus seguidores famosos, como un humorista que a diario aparece en los medios, no paran de tirarle excremento al presidente Macri, porque no arregla todo lo que ellos escandalosamente desarreglaron, como si fuera tan fácil hacerlo”. Esto y muchas cosas más que el hombre me decía, me trajo a la memoria lo que expresaba San Antonio María Claret hace más de 150 años. Él decía: “La santidad de un alma consiste simplemente en un esfuerzo en dos cosas, a saber, esfuerzo en conocer la voluntad de Dios y esfuerzo en cumplirla cuando se haya conocido”. Sería todo tan fácil si en todos los ámbitos viviéramos conforme a estos principios. No existirían la codicia, la avaricia, el robo, el egoísmo, la mentira ni todos los demás vicios que nos corroen el cuerpo y el alma. No viviríamos en la inmensa confusión y oscuridad en la que actualmente vivimos, y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tendrían en sus abuelos un espejo en el cual mirarse, procurando imitarlos en la mayoría de sus buenos pensamientos y acciones. La voluntad estaría dispuesta para el bien, para todo lo bueno y sanamente conveniente a nuestros intereses, y todos viviríamos a pleno haciendo las cosas con buena voluntad y sentimiento patriótico.

Daniel E. Chávez

Pje. Benjamín Paz 308

San Miguel de Tucumán

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