“Los tucumanos aprovechamos a fondo la plasticidad del lenguaje”

“Los tucumanos aprovechamos a fondo la plasticidad del lenguaje”

El escritor Diego Puig describe qué caracteriza a los tucumanos a la hora de escribir. Sugerencias para leer.

DIEGO PUIG. El escritor, de 35 años, cuenta que le gusta “ganarle a la opacidad de las palabras” cuando escribe. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA (ARCHIVO). DIEGO PUIG. El escritor, de 35 años, cuenta que le gusta “ganarle a la opacidad de las palabras” cuando escribe. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA (ARCHIVO).

Diego Puig es un escritor tucumano de 35 años, pero ese dato cronológico puede resultar engañoso. Hay más vida en esos años que las que uno se pueda imaginar. Formado en un colegio internacional en Noruega (con 200 alumnos de 100 países diferentes), licenciado en Ciencia Política y Filosofía de la Universidad de Colby (Estados Unidos), Puig tiene un pasado en la academia como asistente de investigación y como docente, ha trabajado en moda en Nueva York y en Buenos Aires, en cine y en programas nacionales para capacitar docentes del nivel primario en compresión lectora. De incursiones en emprendimientos gastronómicos a experiencias en el periodismo (con LA GACETA), también dicta talleres de narrativa y es becario del Fondo Nacional de las Artes. Incluso, fue un joven asesor en el Senado de la Nación. Y por supuesto escribe. Su segundo libro -uno de cuentos, “Vírgenes infinitas”- se presenta hoy en el Virla.

- ¿Qué significa ser un escritor tucumano?

- En principio, es un modo de ser en el mundo, de ver las cosas. Junto con María Lobo, el año pasado ganamos una beca del Fondo Nacional de las Artes para pensar y escribir sobre las literaturas de capitales y de provincias. Durante ese trabajo, me di cuenta de que, pese a la influencia de Buenos Aires, los tucumanos usamos el lenguaje de otra manera y vivimos las relaciones afectivas y sociales con mayor benevolencia. Adjetivamos mucho más, aprovechamos a fondo la plasticidad del lenguaje y, para nosotros, el otro no necesariamente representa una amenaza. El otro es quizá una promesa de comunión, una promesa afectiva, una promesa de amor. Por más fracasos y dolores que eso cauce.

- ¿Cómo es tu relación con la literatura de Buenos Aires?

- Viví varios años y en distintas épocas en Buenos Aires y por eso le tengo un cariño especial a esa ciudad. Mis maestros y mentores son porteños. Pero es un circuito y un sistema literario muy cerrado. Cerrado a formas distintas de escribir literatura. Por ejemplo, hoy predomina el extrañamiento, los textos de género fanstástico, las distopías. Y como dicen dos escritores porteños amigos a los que admiro, Hernán Vanoli y Juan Terranova, ya es hora de escribir utopías, de escribir por y para el amor.

- ¿De eso se trata tu libro de cuentos?

- Sí. Del amor en los vínculos familiares, de sus fallas y del amor de pareja. Pero hay de todo en el libro, una historia con la Reina Sofía de España, de chicas adolescentes ricas que se quedan embarazadas porque no se les ocurre nada mejor que hacer, hay gais autodestructivos, zombies alegres que persiguen a zombies tristes para matarlos y una familia que produce papel higiénico, pero cuyos miembros no pueden pronunciar esas palabras: papel higiénico. Según como lea cada uno, es un libro clásico de cuentos con historias distintas sin un hilo conductor temático o bien un libro con una unidad temática.

- Tu primera novela se editó en el 2013, ¿por qué tuvieron que pasar casi cinco años para volver a publicar?

- En Argentina, la literatura no es rentable. No es un negocio. Primero, porque no hay tantos lectores o consumidores y segundo porque los costos de producción son altísimos. El papel es muy caro porque hay un monopolio. Las librerías se quedan con el 40 por ciento del valor de tapa y sólo pagan a las editoriales si el libro se vendió. Si no, lo devuelven. A los autores más novatos nos pagan por nuestros libros con unas cuantas copias. Ya de por sí, el sistema es complejo. Si a eso se le suma la crisis económica de los últimos años, no hay muchos incentivos para publicar para un autor del interior. Hay que pelearla bastante.

- ¿Cómo es la vida de un escritor?

- Se lee mucho. Se piensa mucho. Se trabaja todo el tiempo, aunque no esté claro qué se hace y para qué. Es como una necesidad productiva. A mí me gusta levantarme temprano y escribir cuando todos duermen en casa. Y después hago lo que todo el mundo hace: trabajar, comer, pagar las cuentas, soñar.

- ¿Qué vale la pena leer hoy?

- En Tucumán, a María Lobo, a Sofía de la Vega, a Blas Rivadeneira, a Verónica Barbero. En Argentina, a Magalí Etchebarne. Su libro “Los mejores días” es una de las cosas más hermosas que leí en mucho tiempo. También yo recomendaría a Hernán Vanoli, a Mariano Quirós. Y después a los grandes: John Cheever, Jhumpa Lahiri, James Salter, Emmanuele Carrère, Daniel Moyano, Hebe Uhart, Rodolfo Fogwill.

- ¿Qué es lo que más te gusta de escribir? ¿Y lo que menos te gusta?

-Lo más lindo es emocionar al lector. Emocionarme a mí mismo como lector. Jugar con la plasticidad del lenguaje, ganarle a la opacidad de las palabras. Ordenar pensamientos mientras armo una historia. Lo peor es mendigar la atención de los editores y de los periodistas. Hay más vulnerabilidad en pedirle a alguien que te ayude con la difusión de un libro que en mis textos más personales.

- ¿Se lee menos hoy? ¿Se lee peor?

- Se lee menos ficción, menos narrativa. Las ventas han caído entre un 50 y un 40 por ciento en los últimos dos años. ¿Pero quién puede comprar un libro a $ 500? Es una locura. Y el autor no recibe más que 40 pesos por cada libro vendido, si los recibe. Pero también es más difícil leer porque no se enseña a leer con un contexto. No nos entusiasman con la lectura. Hay cosas escritas maravillosas, que realmente te hacen sentir que la humanidad vale la pena, que no todo está perdido. Cuando Truman Capote retrata a Marylin Monroe, cuando Federico Falco manda de paseo al zoológico a su Señora Ema, cuando en “Plop”, Rafael Pinedo nos muestra cómo somos los ciudadanos argentinos... Hay mucha belleza e inteligencia en esos mundos. Uno da gracias por estar vivo y poder leer esos textos.

- ¿Cómo ves Tucumán en el panorama literario?

- Muy bien. Definitivamente es uno de los centros de producción literaria del país después de Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Faltan editoriales profesionales. Córdoba, Santa Fe e incluso Chaco sí las tienen. Aquí hay mucha autogestión, mucho voluntarismo y eso es lindo, pero no tiene suficiente alcance. Termina todo en la familia y los amigos comprando las producciones artesanales. También falta crítica en serio, pero eso en todo el país. Lectores atentos que compartan con los demás sus propias lecturas para enriquecernos todos.

- ¿Qué opinión te merece el regionalismo en la literatura?

- Mi miedo sería no poder ver más allá de las yungas, el bombo, los ranchos y el puntero político. Hoy todo es un merengue. Tucumán es compleja y nosotros somos complejos, cuando escribo sobre el fin de semana del dueño de un bar con su novia modelo, en mi mente veo calles de Buenos Aires alrededor de la plaza de Tribunales en nuestro Barrio Sur. Y la modelo del cuento es porteña y la madre del protagonista es una típica señora tucumana que juega al burako con sus amigas.

> Cuentos
Se presentan hoy a las 20 en el Centro Virla

“Vírgenes infinitas” contiene 10 cuentos y fue editado por el escritor y editor Mariano Quirós (Premio Tusquets de novela 2017). Es publicado por la editorial chaqueña con base en Buenos Aires, Contexto, dentro de Colección Mulita. La presentación del libro está a cargo de Blas Rivadeneira y Verónica Barbero, y se realizará hoy a las 20 en el primer piso del Centro Cultural Virla.

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