Un mensaje de ayuda en la jungla

Un mensaje de ayuda en la jungla

POLÉMICA. Kyrgios, el protagonista. reuters POLÉMICA. Kyrgios, el protagonista. reuters

El francés Gael Monfils, uno de los jugadores más entretenidos del circuito de tenis, lucía más apático que nunca en el partido que perdía 0-3 ante el español Marcel Granollers, en 2011 en Valencia. “Nunca te ví así, vos controlás bien tu cabeza”, comenzó a animarlo desde su ubicación el marroquí de nacionalidad sueca Mohamed Lahyani, uno de los jueces de silla más queridos y respetados del tenis. Lahyani repitió la actitud en enero de 2016 en Sydney. Bernard Tomic, que era clasificado número 1, lucía apático y deprimido y anunció abandono cuando perdía 6-3, 3-0 ante el ruso Teymuraz Gabashvili.

Ex promesa, Tomic, nacido en Alemania y nacionalizado australiano, tiene uno de los padres más difíciles del circuito, con acusaciones de molestar a rivales de su hijo y golpear a un preparador físico. Lahyani quiso convencerlo en aquella tarde de enero de 2016 que creyera en sus condiciones, que no se desmoronara. Fue paternal.

El jueves pasado, en el Abierto de Estados Unidos, Lahyani dio un paso más. Nick Kyrgios, también australiano y también polémico, caía 4-6, 0-3 en segunda ronda del Abierto de Estados Unidos contra el francés Pierre-Hughes Herbert. Kyrgios, como ya le sucedió muchas veces, parecía estar nuevamente sin ganas de seguir dentro de la cancha, con su talento (que lo tiene) desperdiciado. La gente comenzaba a irse. Ya lo habían abucheado en el partido de primera rueda.

A Kyrgios le había pasado algo similar unas semanas atrás en Cincinnatti contra Juan Martín del Potro. El jueves, en el cambio de lado ante Herbert, Lahyani bajó de su silla y comenzó a hablarle. “Quiero ayudarte”, se le escucha decir. “He visto tus partidos y eres bueno para el tenis. Pero esto no eres tú, puedo verlo”. Kyrgios diría luego que él estaba con la cabeza en otra parte y que ni siquiera escuchaba a Lahyani. Sin embargo, a partir de ahí Kyrgios ganó 19 de los 25 games siguientes. Dio vuelta el segundo set (de 0-3 a 7-6) y arrasó en los dos sets sucesivos (6-3, 6-0). La polémica estalló después.

En la conferencia le preguntaron a Kyrgios, 23 años, número 30 del mundo, si acaso Lahyani había actuado como si fuera su coach. “Ridículo. ¿Qué decís?”, contestó enojado el australiano. Una cámara de ESPN evidenció algunas de las palabras de Lahyani. “No tendría que haber bajado de la silla ni haberle dicho eso. Es el umpire, no el entrenador”, protestó Herbert, de 27 años, después de ver las imágenes.

Lahyani declinó hablar porque los reglamentos prohíben a los jueces hablar con la prensa. La ATP mintió primero diciendo que Lahyani había bajado de su silla porque había mucho ruido en el estadio y que conversó con Kyrgios sobre su condición física porque el australiano quería abandonar. “Eso es una burla”, protestó Herbert. La ATP debió aceptar finalmente que Lahyani había ido “más allá del protocolo”.

Diferentes posiciones

Por eso toda la expectativa estuvo puesta ayer otra vez en Kyrgios, más aún porque su rival era nada menos que Roger Federer. Ambos se admiran y sus duelos previos fueron siempre muy parejos. El suizo, que ganó en tres sets y lo eliminó del torneo, quiso comprender el gesto, pero opinó que Lahyani estuvo “demasiado tiempo” conversando con Kyrgios y advirtió que una conversación puede cambiar tu mentalidad. Algunos, como Andy Murray, bromearon con el episodio. Hubo quien dijo inclusive que Lahyani logró en un minuto lo que toda Australia no consigue en años (pedirle a Kyrgios que cese con su autodestrucción). Muchos más hablaron, pero vale citar a Novak Djokovic: “Entiendo que Herbert y otros se molesten porque un juez de silla debe ser neutral, pero los que conocemos a Mohamed sabemos que es distinto al resto, siempre positivo, sonriente, intentando dar energía y creo que quiso ayudar a Nick y decirle de modo amable que si seguía así iba a recibir una advertencia”.

Kyrgios forma parte de la nueva legión a la que le sigue costando destronar a los viejos reyes, adueñarse de los primeros lugares del ranking. El viernes vimos a varios más. Al ruso Karen Khachanov (22 años) obligando a una batalla de casi cuatro horas y media a Rafael Nadal. Al canadiense Denis Shapovalov (19) cediendo también después de cinco sets contra Kevin Anderson. Y al estadounidense Taylor Fritz (20) complicando a Dominic Thiem. En la lista está también el croata Borna Corik (21), duro rival hoy para Del Potro. Claro, el ranking nos dice que cualquiera de estos jóvenes puede ser el tenista número 20 del mundo, el 45, el 50 o lo que fuere. Que ese joven está entre los mejores de un circuito que casi todos vemos. Que es actor central y que domina el arte de la raqueta como nadie. Que saca como un demonio. Tiene una derecha imparable o un revés impecable. Y, a veces, una fuerza mental a prueba de balas. Parecen adultos. Pero no. No lo son.

Estamos hablando de jóvenes de 20 años. Sí. 20 años. O 21 o 22. Da igual. Lahyani convive con ellos como pocos. Es testigo privilegiado del conflicto. Sus gestos paternales acaso chocan con algún reglamento. Pero son pura humanidad en medio de la jungla.

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