La invención de un cine literario

La invención de un cine literario

Versiones en negativo de una selección de películas icónicas.

NADA ES REBUSCADO. Munaro no sólo traslada Romeo y Julieta a Montevideo, sino que además, en sólo dos páginas, reescribe su argumento.- NADA ES REBUSCADO. Munaro no sólo traslada Romeo y Julieta a Montevideo, sino que además, en sólo dos páginas, reescribe su argumento.-
02 Septiembre 2018

CINE

CELULOIDE

AUGUSTO MUNARO

(Minibus - Tucumán)

Como los fotogramas de un celuloide, las distintas reseñas incluidas en este libro de Augusto Munaro conforman imágenes distorsionadas, versiones en negativo de una selección de películas icónicas.

Los títulos, las fechas y las menciones de algunos actores son los detalles que nos permiten representarnos un contexto realista y cercano. Pero ese marco es desbordado por la invención del autor, la cual destruye los argumentos y los vuelve a armar desde la mirada de un misterioso cinéfilo. Él es el que narra las reseñas desde la ausencia, nada se sabe de su paradero ya que los manuscritos fueron encontrados en un Torino abandonado en Tucumán. Es este anonimato el que le permite al narrador desacralizar el cine, convertir las tramas tradicionales y no tan tradicionales en clase B, difundir detalles extraoficiales sobre la producción e incluso sobre la vida de los actores.

Pero Munaro no se queda sólo en trasladar a los Montesco y los Capuleto a Montevideo, sino que reinventa todo el argumento de Romeo y Julieta en menos de dos páginas. Nada es rebuscado, grandes escenas del cine se convierten en grandes escenas de un cine literario. Pero no son momentos aislados, se recrean los vesturios, los lugares de filmación, las formas de fumar y hasta los mitos de autor. Estas reseñas funcionan como los planetitas de cemento armado en el cuento Acunamiento de Felisberto Hernández, son breves pero contienen una realidad con lógica propia que parece expandirse más allá del texto.

La presente edición cuenta además con un prólogo firmado por el escritor Pablo De Santis.

© LA GACETA

DIEGO FONT

> La noche de los muertos vivos *

Por Augusto Munaro

Hacia el anochecer de una solitaria y calurosa tarde de verano, Johnny (Sidney Poitier) y Barbra (Cicely Tyson), visitan la tumba de su madre en el cementerio municipal situado en las afueras de Connecticut. Frente a la bóveda familiar, notan que los féretros han sido violentamente profanados. De inmediato se descubre que los ataúdes fueron abiertos desde adentro. Comprenden horrorizados que todos los muertos de la necrópolis, por causas vinculables a una epidemia desconocida, han resucitado sólo para asesinar a los vivos nutriéndose de sus entrañas.

Tras decapitar los restos de su propia madre, los hermanos Wells se refugian en un abandonado faro, sobre la bahía de la ciudad. Para llegar allí deben atravesar un bosque de cipreses infectado de verborrágicos zombis. Ya aislados en lo alto del faro, Barbra y Johnny iluminan las playas con su potente haz de luz verde con el fin de producir una serie de señales de socorro. Las esperanzas se volatilizan puesto que los muertos no tardan en congregarse alrededor de la torre para conjeturar modos posibles de acceder al faro y devorarlos. Víctima del pavor y de la confusión por este macabro espectáculo de la naturaleza, Barbra intenta hacer las paces comunicándose con una niña muerta décadas antes, durante la Gran Depresión, pero pronto descubre que cualquier tentativa es inútil. Cada época arrastra sus silogismos.

Desesperados, abdicando a toda idea de un escape posible, momentos antes del alba, los hermanos Wells resuelven hacer un pacto suicida: arrojarse al vacío para evitar ser devorados por los grupos de zombis que continúan creciendo en número. Al fin amanece y los primeros rayos del sol evaporan la multitud de muertos; nada se distingue en la arena, salvo los cadáveres de los Wells sin sus respectivos corazones...

La noche de los muertos vivos fue un rotundo éxito comercial en su país de origen, siendo vista en el año de su estreno por unos 50 millones de norteamericanos. Triunfo no compartido al competir en los circuitos comerciales europeos. Para los gobiernos de centroderecha del Viejo Continente, la película era –y continúa siendo- un grosero ejemplo de oportunismo. (El argumento inobjetable de los detractores consiste en indicar con legítima razón que la fecha de estreno coincide con el día en que asesinaron a Martin Luther King, hecho que habría inevitablemente catapultado al director a la fama, valiéndose así el mote del “Profeta de Hollywood”; tal como la prensa progresista optó llamarle desde entonces). A veces la historia opera de modo un tanto irónica. Basado en un relato de la actriz Edie Adams, “Night of the Flesh Eaters”, publicada en Life, julio 1966 (págs-32/41). Con Candace Hilligoss como la primer zombi, Elsa Lanchaster, dueña del faro y Ethel Waters como la señora Wells. Hay un cameo de Butterfly McQueen. Producida parcialmente por el Partido Pantera Negra. 72 minutos. Color.

* Fragmento de Celuloide.

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