Avenida Darwin

Avenida Darwin

Eduardo Ruiz Pesce, filósofo y colega, tercia en mi polémica con Ricardo Grau (LA GACETA Literaria, 12 de agosto pasado). Intenta reconciliarnos, revelar lo común que cerraría nuestra “grieta”. La interpretación errónea que Ruiz Pesce hace de la ciencia y mi texto, me invita a aclarar.

02 Septiembre 2018

> POLÉMICA

Eduardo Ruiz Pesce con Henry entiende por vida una experiencia de sí inmediata y absoluta. De tal vida “la ciencia no sabe nada”, escribe, y esta ignorancia me uniría a Grau, por debajo de nuestra “grieta”. Pero obviamente, la ciencia sabe mucho acerca de la vida biológica, de la bacteria al hombre. Henry en “Lo que la ciencia no sabe” (La Recherche n° 208, 1989) aclara que no se refiere a la vida biológica, natural, sino a aquella experiencia de sí. Luego de caracterizar bien la ciencia moderna mecanicista de Galileo, que desecha lo cualitativo, Henry incurre en dos deslices, que Ruiz Pesce parece asimilar:

1.- Considera que toda la ciencia posterior siguió siendo en un todo galileana y mecanicista.

2.- Considera que la ciencia pasa irresistiblemente a considerarse omnisciente, y tecnológicamente omnipotente. Es decir, se cubre de ideología (tecno)cientificista.

Contra el punto 1.- mucha ciencia posterior a Galileo, por ejemplo la biología taxonómica, funcional y evolucionista -recordemos al pavo real de Darwin exhibiendo su colorida cola en el cortejo sexual-, la topología matemática, en fin las ciencias sociales y psicológicas.

Contra el punto 2: es acertado rechazar el tecnocientificismo de mucha ciencia, pero no creer que contagia a toda la ciencia. No sólo “otra ciencia es posible”, sino que existe desde hace algunos siglos, al lado -a veces en los márgenes o subsuelos-, de la ciencia oficial. Evolución, azar, complejidad, relaciones de producción, ideología, inconciente, ecosistema, etcétera, son algunos de sus conceptos.

El humano que conoce la naturaleza no se le opone ya como un pequeño Dios para dominarla, sino que se origina en ella, es parte de ella, la ciencia es coproducción -siempre perspectivista y falible- de hombre y naturaleza. No sólo nos interesa manipular nuestro hogar, sino preservarlo y co-crear en y con él.

Henry y Ruiz Pesce afirman que la filosofía fenomenológica de la vida, es totalmente ajena a la ciencia. Pero desde el siglo XX su descripción minuciosa de la conciencia, de toda conducta significativa, ha aportado no sólo a la filosofía, sino a las ciencias. Baste un ejemplo: el biólogo Francisco Varela empleó la fenomenología en su ciencia cognitiva.

Que las experiencias humanas concientes -e inconcientes- sean condiciones y límites de la ciencia, no impide un rico comercio a través de límites porosos.

Epistemología y política

Mi “grieta” con Grau es epistemológica y política. No se cierra señalando como Ruiz Pesce que nos une una comprensión darwinista de la vida. Pero la reciente “grieta” nacional en torno al aborto, sí fue atravesada a veces por la avenida Darwin, y quizá ella preocupa más a Ruiz Pesce. La tradición de Husserl, Heidegger y Henry-Ruiz Pesce, es indiferente u hostil al evolucionismo de Darwin, mientras que Peirce sí lo acoge en su “faneroscopía” y teología panenteísta. Y da frutos promisorios como la biosemiótica. Esta parece probar que la semiosis acontece en toda vida desde la bacteria al hombre, en una complejización evolutiva creciente. Henry considera vida sólo la experiencia consciente de sí, y como cristiano considera vivos por excelencia a Dios y Cristo. La Iglesia Católica luego de más de un siglo de silencio, incorporó a Darwin pero sólo para la evolución natural del hombre. Hace el agregado innecesario para el darwinismo, y por tanto lógicamente redundante, feo, de que sólo Dios pudo infundir el alma espiritual sobrenatural a un peludo ancestro nuestro. Análogamente, el óvulo fecundado es equiparado, por intervención desde el más allá, a un humano socializado en el lenguaje. Muchxs hoy desertan de esa iglesia, de su teología y filosofía avinagradas, de sus Abel Albinos, que ellos sí, parecieran no saber nada de la vida.

© LA GACETA

ALAN RUSH

TUCUMÁN

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