Francella y Brandoni en su salsa

CRÍTICAS DE CINE

MI OBRA MAESTRA | COMEDIA - PM13 - 100’

MUY BUENA

Origen: Argentina, 2018. Dirección: Gastón Duprat. Con: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo, Andrea Frigerio, María Soldi, Alejandro Paker, Pablo Ribba. Guión: Andrés Duprat. Fotografía: Rodrigo Pulpeiro. Música: Alejandro Kauderer y Emilio Kauderer.

Luis Brandoni es Renzo, pintor cuya edad de oro pasó hace rato y afronta la vejez desde una posición escéptica, quejosa y egoísta que sólo provoca rechazos. Guillermo Francella es Arturo, el galerista que “mueve” la obra de Renzo, una misión casi imposible tratándose de un artista al que se considera pasado de moda. La de ellos es una amistad de décadas, puesta a pruebas extremas. Y vaya si habrá episodios capaces de conmover esa relación, pero aquí radican las vueltas de tuerca de la película.

El ambiente en el que se desarrolla “Mi obra maestra” es el que mejor conoce el equipo creativo detrás de la película: Gastón Duprat (director), Mariano Cohn (sólo productor en este caso, aunque la dupla no corre peligro de disolverse) y Andrés Duprat (guionista). Que lleven años formando parte, cada uno a su manera, de los circuitos culturales les permite proponer una mirada interior y satírica de las galerías, el mercado del arte y la variopinta gama de personajes que recorren ese micromundo. El trazo del crítico que todo lo mira por encima del hombro o de la marchand tan inescrupulosa como sofisticada (rol ideal para Andrea Frigerio) lo dice todo.

Entre ese desfile de estereotipos y de guiños al particular universo del arte y de los artistas, no exento de cinismo y de cierta condescendencia, se afirma la historia de Renzo y de Arturo. Francella y -sobre todo- Brandoni están perfectos en ese ida y vuelta de estiletazos que, de repente y por culpa de un accidente, los obliga a mirar las cosas desde otra perspectiva. La aparición de Alex, un joven español obsesionado por convertirse en alumno de Renzo, desacomodará muchos de los planes que la dupla va trazando. Alex, que es un idealista capaz de dedicar su vida a una ONG que ayuda a los qom, no escapa a la mirada mordaz de los Duprat.

Después del superéxito de “El ciudadano ilustre”, el equipo se jugó por un proyecto que tiene mucho de personal y, por lo tanto, de riesgoso. Podía derivar en un enorme cliché de autoindulgencia creativa, pero “Mi obra maestra” cuenta con virtudes que la ponen a salvo. Bien actuada, bien escrita, bien filmada, está a la altura de “El amor menos pensado” y de “El ángel”, conformando un celebratorio trío de películas argentinas que se lucen en la cartelera. Y sobre todo por Francella y por Brandoni, peces en el agua de una comedia negra que se disfruta.

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