“Si hay un Dios, debe estar avergonzado de la humanidad”

“Si hay un Dios, debe estar avergonzado de la humanidad”

Carlos Alsina estrena “Las manos del tiempo”, su 56ª obra. El director y dramaturgo apuesta a un texto con fuerte carga poética.

REENCUENTRO TRAS MUCHO TIEMPO. Mariana Alsina y Federico Cerisola actúan en “Las manos del tiempo”.Prensa REENCUENTRO TRAS MUCHO TIEMPO. Mariana Alsina y Federico Cerisola actúan en “Las manos del tiempo”.Prensa
11 Agosto 2018

DEBUT

• A las 22 en la sala independiente El Pulmón (Córdoba 86).


“La Joven: Quiero proponerte que dibujemos juntos las manos de Dios.

 El viejo: Mmm… ¿Y si Dios está todavía haciéndose?

La Joven: Tal vez. Quizás está planeando cómo hacer para vengarse de tanta traición y está buscando que nos eliminemos a nosotros mismos”.

Este texto se cuela en “Las manos del tiempo”, la nueva obra que Carlos Alsina estrenará esta noche en El Pulmón, que se estructura a partir del reencuentro entre dos personas que hace 30 años que se no veían, luego de haber pasado una parte de su vida juntos. Él fue quien le enseñó a escribir y a dibujar mientras era pareja de su madre, y ella llega ahora con su propuesta inquietante.

“Se preguntan: ¿Cómo serían? ¿Rugosas? ¿Delicadas? ¿Cómo las de un juez, de un campesino, de un intelectual, de un matemático, de un alfarero? ¿Tendrá líneas? A partir de esta situación, juegan y reflexionan sobre el paso del tiempo, la vida, la muerte, el amor, la soledad, el arte, la vejez, la juventud... Aspiro a transmitir poesía”, le dice el autor y director a LA GACETA.

Alsina conduce en el escenario a Federico Cerisola y a Mariana Alsina, mientras que al cierre se suma un tercer personaje que irá rotando entre las niñas Chavela Closs Casalins, Luciana Pacheco Hernández, Allegra Suárez Ordóñez y Federica Gollan Aráoz. También intervendrá en vivo el músico Mauricio Martínez Zuccardi.

La obra transcurre en un ambiente de ensueño y en un espacio ambiguo que genera un enigma que se revela al final, alejado de la puesta clásica. El director confiesa que aspira a “expresar al ser humano con sus riquezas, bondades, maldades y contradicciones, sin prescindir de la pasión de los cuerpos ni de la hermosura de una frase”.

“Los cambios en las relaciones humanas han producido importantes transformaciones en la tradicional estructura familiar. Hoy son innumerables las familias ensambladas y esta obra reflexiona sobre esta situación con delicadeza y sentido del humor”, aclara.

El Alsina dramaturgo reivindica “una intimidad poética” en su obra, de la cual “Las manos...” es la número 56. “Es una vertiente de mi escritura que se complementa con la línea que trata de expresar una sincera sensibilidad social. Un autor escribe, en definitiva, siempre sobre sí mismo, aunque no lo haga directamente. Hay aspectos de la realidad que lo conmueven personalmente y, si es genuino, no tiene escapatoria: escribe sobre lo que le duele, así lo haga sin solemnidad alguna. Pero no creo que tengan mucha relevancia los avatares de su vida personal para el público; lo que sí tiene relevancia es cómo el autor elabora e interioriza el mundo y la realidad y lo expresa artísticamente para construir una nueva realidad que trasciende su vida. Ha realizado así un objeto estético y, en el más afortunado de los casos, una obra de arte que tiene existencia propia y se independiza”, detalla.

Ser el director de su propio texto encierra desafíos: “el principal es lograr no quedarse pegado a lo que uno escribió inicialmente, y para ello elaboré mi teoría del cañonazo, que consiste en dejar reposar por varias semanas lo que hice, luego tomo aire y lo releo, con la idea de destruir el primer borrador hasta que queda en pie solo aquello que no puede ser eliminado”. “Eso es un objeto literario que aún no es teatro, que se construye con el elenco en la etapa de los ensayos y en la puesta en escena, donde también apunto los cañones hacia lo que veo, siento y analizo, para alejarme lo más posible de lo previsto y esquemático”, describe.

En esa dinámica, le da libertad creativa a sus actores y actrices. “No puede ser de otra manera ya que sin ellos no hay teatro. Deben salir de su interior para resultar objeto artístico en el mundo, porque los personajes no existen antes de ellos. Hay un solo modo de escribir la palabra ‘sí’, pero hay decenas de modos diferentes de connotar ese ‘sí’. Depende de qué circunstancias, en qué momento y de qué relaciones emerge esa afirmación”, resalta.

La pretensión de dibujar una parte de Dios lo acerca al desafío de pensar en lo religioso: “está la posibilidad de que el Diablo no sea otra cosa que Dios camuflado; panteísticamente, todo lo existente puede ser divino, pero también que entonces nada lo sería al no existir su opuesto, ya que existe el bien porque existe el mal, aunque estas sean nociones históricas, culturales y pasajeras”. “Si hay un Dios, o si son muchos dioses, debe estar avergonzado por lo que está sucediendo con la humanidad que ha creado. A no ser que se trate de un endiablado plan divino cuya venganza consista en que los seres humanos nos eliminemos a nosotros mismos”, concluye.


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