El hurto de una escultura en el parque 9 de Julio

El hurto de una escultura en el parque 9 de Julio

Son de piedra, hierro, bronce o mármol. No pestañean, pero miran. No hablan, pero expresan con sus cuerpos, brazos, manos, gestos. Incluso desnudas, adornan y embellecen su entorno. Son permeables al paso del tiempo y a menudo, blanco de inadaptados. Las estatuas son testigos mudos de lo que acontece en las plazas, los parques, en los lugares donde están emplazadas. A menudo son objeto de mutilaciones, de pintadas; con menos frecuencia y aunque de mayor gravedad es cuando son robadas.

Ello aconteció la semana pasada con la escultura “Meditación”; desapareció del parque 9 de Julio en la noche del jueves 2 o la madrugada del viernes 3 del mes en curso. El hurto de la obra, que se ubicaba en el sector sur del paseo público, en las proximidades al lago San Miguel, se realizó sin que nadie lo advirtiera, pese a que en las cercanías se encuentran los galpones de la Dirección de Parques y Jardines. Lo insólito es que se efectuó la denuncia policial cinco días después de ocurrida la sustracción, es decir que en ese tiempo, los ladrones pudieron haber sacado la escultura de la provincia.

“Meditación” es de hierro fundido y pesa más de 100 kilos. El jefe del Departamento Obras e Instalaciones de la Municipalidad estima que, dado el peso de la escultura, se habrían necesitado cinco personas para levantarla o empleado una grúa para subirla a un vehículo. El funcionario sospecha que el ladrón podría ser un coleccionista.

“Meditación” fue traída de Europa por Juan B. Terán en 1926 y emplazada en el parque entre 1927 y 1928. La Comisión Administradora del Parque 9 de Julio, presidida por José Ignacio Aráoz, le había confiado al entonces rector de la Universidad Nacional de Tucumán la adquisición de calcos de estatuas clásicas y le envió un giro con la suma de 90.000 liras italianas y 110.000 francos. En la Fonderie d’Art du Val d’Osne, en París, Terán eligió y compró las réplicas en hierro fundido y en mármol. Según el arquitecto Carlos Ricardo Viola, varias obras fueron robadas del parque desde su emplazamiento hasta la actualidad.

En enero pasado, se registró un caso de vandalismo. El Cristo del oratorio San Miguel Arcángel, en el parque 9 de Julio, fue dañado. La figura religiosa estaba compuesta por una cruz de cemento, que servía como base para una silueta de metal, que representaba a Jesucristo; parte de esa pieza fue arrancada; el resto quedó colgando. Vecinos de la zona y personas que asisten habitualmente al paseo para hacer ejercicios, dijeron que durante los fines de semana, sobre todo en la madrugada, los ataques contra las estatuas, bancos y la pista de salud eran habituales.

En 2014, la plaza Rivadavia, emplazada frente al Hospital de Niños, fue rebautizada como Plaza de los Decididos. El busto del prócer realizado por destacado escultor Juan Carlos Iramain fue retirado y no se supo nada más acerca de su paradero.

En el caso del latrocinio en el parque 9 de Julio, la realidad está mostrando que es alarmante la falta de una vigilancia eficaz en ese paseo público, pese a que la comisaría 11 se halla en la avenida Benjamín Aráoz 1.095. El escaso interés por proteger el patrimonio de la ciudad se refleja en los cinco días que transcurrieron hasta que se efectuó la denuncia. Es lamentable que no se valore debidamente el legado que el fundador de la Universidad Nacional de Tucumán les dejó a sus comprovincianos.

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