El mejor tratado sobre armas nucleares

El mejor tratado sobre armas nucleares

06 Agosto 2018

Carlos Duguech | Columnista invitado

Cuando la Campaña para la Abolición de Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés) recibió el Premio Nobel de la Paz en 2017, más de 350 ONG que la integran vieron coronados sus trabajos de años. Se consagró en la ONU el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Fueron 122 los países que votaron a favor, entre ellos, Argentina. Es jurídicamente vinculante y entrará en vigor cuando 50 países lo ratifiquen. A la vez, se realizó, en la ceremonia de confirmación del resultado de los votos positivos, un homenaje a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki (los “hibakusha”).

Hay que decir que los nueve países poseedores de armas nucleares no participaron de la asamblea en la ONU, que votó el Tratado prohibitivo de las armas nucleares. Además de no participar, boicotearon en todo momento la realización de la asamblea. Esos países son: EEUU, Gran Bretaña, Israel, India, Francia, Rusia, Pakistán, China y Corea del Norte. No quieren que nadie ose tocarles sus arsenales.

Mientras el tiempo acumulaba decenios en la historia contemporánea y se fueron aumentando los países poseedores de armas nucleares -y éstas su número en los arsenales de destino apocalíptico- un alto número de ONG y de relevantes personalidades bregaban por el desarme nuclear entre nosotros. El “Llamamiento de los Cien para Seguir Viviendo”, nacido en 1984, suscrito por 100 personalidades de la cultura, la ciencia, la religión, la educación, la política y otros sectores. Entre los firmantes, René Favaloro, Alicia Moreau de Justo, Mercedes Sosa, Raúl Matera, Ernesto Sábato, Víctor Heredia, Jaime de Nevares, Jorge Luis Borges, Adolfo Pérez Esquivel, Graciela Dufau, León Gieco.

Los otros tratados

El TNP (Tratado de no Proliferación Nuclear) fue resistido, entre otros países sudamericanos, también por Argentina. Había fuertes razones. No era ni equilibrado ni eficiente. Casi antidemocrático. Concentraba el poder en manos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, no tanto por ello sino porque, ¡oh, casualidad!, eran precisamente los poseedores de los arsenales de la muerte y la destrucción.

Argentina se resistió, por años, con sólidos argumentos. Bien plasmado está en un libro de Julio César Carasales, un distinguido diplomático argentino y especialista en la materia, fallecido hace diez años: “El desarme de los desarmados”, lo tituló aprovechando esa sabia expresión del embajador José María Ruda, en 1968, a la sazón representante argentino ante la ONU. Finalmente, y por razones del tiempo que dio en llamarse de “las relaciones carnales” con EEUU, Argentina dictó la Ley 24.448 promulgada por Carlos Menem-Guido Di Tella un día trece. El 13 de enero de 1995 ¡aceptamos ratificar el TNP!

Otro tratado, democrático, honesto, claro, fue el de Tlatelolco (Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe). Su redactor fue un diplomático mexicano, Alfonso García Robles, a quien tuve el gusto de conocer personalmente y entrevistarlo en su paso por Tucumán, integrante del secretariado del Grupo de los Seis por el desarme nuclear (Argentina, Suecia, Tanzania, Grecia, India y México). Ese tratado es un ejemplo a imitar, porque enfatiza en lo relacionado con la proscripción. Argentina lo suscribió y ratificó. Uno similar se propuso hace dos años en la ONU, para declarar al Medio Oriente zona libre de armas nucleares. Fracasó la votación en la ONU. Ese mismo día, Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, llamó para saludar al gobierno de Estados Unidos por su posición.

Esta vez no

Cuando uno se pregunta ¿por qué Argentina no ratifica el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares?, se encuentra con una explicación del gobierno del presidente, Mauricio Macri. Se argumenta que, en algunos aspectos (el control del cumplimiento), entra en colisión con un artículo del TNP (el de No Proliferación). Según el ICAN no es así. Sospechan que nuestro país se encuentra en el área de influencia (más que influencias) de los EEUU. Nada menos que los Estados Unidos de Donald Trump.

Única manera

Ningún tratado logrará el desmantelamiento de los arsenales, la industria militar que los alimenta y las corporaciones financieras que facilitan el desarrollo industrial-militar para un “desarme nuclear total”. A menos que un estudiado y bien programado plan de “reconversión industrial”, que impida la quiebra de los sectores ligados al armamentismo nuclear, sea consecuencia de un acuerdo global. Entre todos. Dificilísimo, pero clara y vitalmente necesario.

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