La protección de la libertad de prensa

La protección de la libertad de prensa

La libertad de prensa afronta desafíos singulares en un presente caracterizado por la generalización de la tecnologías de la información y de la comunicación. Puestos a reflexionar sobre el asunto, es conveniente rememorar las enseñanzas de la Corte Suprema de Justicia de la Nación al respecto. En esa orientación, interesa recordar que ha fijado de modo enfático el valor especial que reviste la libertad de expresión en el sistema institucional diseñado por la Constitución Nacional. Asimismo, definió contornos precisos de protección, explicando cuáles son los extremos que deben concurrir para que los medios no respondan en los casos que transmitan noticias inexactas. Específicamente, los recaudos para que proceda la causal de justificación o eximente de responsabilidad son los siguientes: a) propalar la información atribuyendo directamente su contenido a la fuente pertinente; b) utilizar el verbo en tiempo potencial y c) dejar en reserva la identidad de los implicados en la publicación.

La investigación periodística sobre los asuntos públicos desempeña un rol importante en la transparencia que exige un sistema republicano. El excesivo rigor y la intolerancia del error llevarían a la autocensura, lo que privaría a la ciudadanía de información imprescindible para tomar decisiones sobre sus representantes. Estas afirmaciones forman parte del acervo común de los jueces de importantes tribunales que han adoptado una línea de interpretación amplia, admitiendo incluso el error sobre los hechos. Ahora bien, los estándares construidos por la Corte de la Nación entran en crisis ante las implicancias negativas del avance de la tecnología. Las redes sociales empezaron a funcionar como canales de distribución de noticias que poseen poco o ningún apego a la realidad, lo cual dinamizó la constitución de complejos entramados de información que no hacen más que generar constante confusión. De esa manera, la verdad aparece en un horizonte cada vez más lejano, creando una amplia brecha que solo es propicia para el engaño, la especulación y la incertidumbre.

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Es posible citar al “caso Maldonado” como un ejemplo emblemático de la capacidad de convencer que poseen los datos que se esparcen en las redes sociales. Ocurre que un estudio técnico suscripto sin disidencias por más de 50 peritos no pudo evitar que se incorpore la convicción de que el joven Maldonado falleció por las torturas a las que fue sometido en el ámbito de un secuestro perpetrado por la Gendarmería. Así las cosas, parecería imposible desmentir las realidades que se construyen virtualmente, aun cuando carezcan de asiento en la verdad de los hechos. De igual manera, el lamentable fallecimiento del padre Juan Viroche, en La Florida, fue objeto de numerosas versiones que sugerían que había sido víctima de bandas de narcotraficantes: no obstante el rigor de las pruebas que descartan contundentemente esta posibilidad, esa parecería ser la certeza que se ha instalado. Algo similar ocurrió con las elecciones provinciales de 2015.

Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte nacional, dijo recientemente: “es posible, a través de informaciones falsas en internet, condicionar la voluntad electoral. Y si esto es posible, alguien diría: ‘esta elección es anulable porque ha sido producida con base en una voluntad electoral viciada’. Es de una magnitud extraordinaria y hay muchos autores que dicen que esto está afectando el sistema democrático. Desde otro ámbito podemos ver la vida privada: cualquier persona hoy puede ser atacada con falsas noticias, fotografías falsas, asociaciones con lugares armados deliberadamente. Es decir, la vida privada está en riesgo a través de las falsas noticias”.

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Lorenzetti propuso que se avanzara en una razonable regulación. Pero no es posible compartir semejante tesitura por cuanto los artículos 14 y 32 de la Constitución Nacional indican otro camino. Al mismo tiempo, cualquier regulación tendría consecuencias imprevisibles que siempre girarían en torno al retaceo de la libertad de expresión. Por su parte, Mark Zuckerberg, el credador de Facebook, anunció que uno de los recursos que utilizará su compañía para contrarrestar las campañas de desinformación estará basado en un ranking elaborado con las respuestas de los usuarios sobre la percepción y la confianza que tiene el medio: esos datos funcionarán como un promotor o inhibidor de las publicaciones. Independientemente de la suerte final de la propuesta de Facebook, lo cierto es que resulta ineludible avanzar en procesos modernos que garanticen la certidumbre de las noticias, toda vez que estas ponen en juego el valor de la verdad.

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