El museo de la resistencia

Por demagogia, por presión de los vecinos, por oportunismo político o por la razón que fuera -entre las que tampoco deben descartarse las escasas buenas intenciones-, lo cierto es que el intendente Germán Alfaro se anotó un puntazo, de esos que hacen brincar a la platea para aplaudir de pie.

Es apenas una golondrina, como sostiene el refrán, y no hará el verano, pero en esta gélida Siberia política y moral que habitamos los tucumanos, este pajarito puede representarnos un gigante dragón lanzallamas.

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Luego de una tenaz lucha de un grupo de ciudadanos se logró evitar la demolición de la histórica Casa Sucar, ubicada en Barrio Norte, pronta a cumplir un siglo de vida.

La picota pretendía transformar esa propiedad en un nuevo edificio en altura, impronta urbanística alperovichista que se impuso en la última década y media, cuando los negocios privados usufructuaron la agenda pública.

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Metrópolis privatizada

El modelo alperovichista le cedió el desarrollo urbano de la capital y parte de la provincia a las inmobiliarias y a las empresas constructoras, planteando una privatización de facto del área metropolitana, hecho sin precedentes en la historia de Tucumán.

De este modo, en plazos japoneses se levantaron más de 1.100 edificios y se construyeron (algunos siguen en proceso) más de 100 countries y barrios privados en el Gran Tucumán.

Para entender la escala, entre los 80 y los 90 se hacían cinco construcciones cerradas por década. La primera fue el viejo Country del Golf, en Yerba Buena, de 1978.

Cuando el planeamiento urbano queda en manos de privados con abandono público ocurre lo que pasó.

Esta aplanadora hormigonera no estuvo acompañada por las obras de infraestructura en su necesaria magnitud, como desagües pluviales, red de agua potable y cloacas, nuevas calles, avenidas y pavimentos, ampliación de las redes de gas y energía, entre otras inversiones.

Las consecuencias hoy nos explotan en la cara.

La ciudad es una cloaca a cielo abierto, surcada de punta a punta por decenas de regatos fétidos que contaminan todo a su paso, el suelo y el aire, los calzados, los vehículos, las veredas, las mascotas y los hogares.

Emergencia ambiental-sanitaria

La gravedad de esta situación no ha sido dimensionada por los gobernadores en su real magnitud o bien, si acaso son conscientes y se hacen los desentendidos, es aún más grave.

“De la deplorable condición ambiental a la que estamos expuestos los habitantes de la ciudad, entre muchos, el peor, los líquidos cloacales que desbordan por doquier atentando contra la salud y el bienestar de todos. No se trata solamente de una cuestión de estética urbana, sino de un requisito ambiental-sanitario básico, que impacta negativamente no sólo sobre la salud física, actuando como un vector de patógenos, sino también afecta la salud mental debido al esfuerzo constante por neutralizar una condición ambiental desfavorable…

Solicito a las autoridades municipales y de la Provincia que declaren el estado de emergencia ambiental-sanitario en San Miguel de Tucumán, con la consiguiente asignación de fondos y recursos para solucionar cuanto antes y de manera estructural el problema de las cloacas”, exhortó Graciela Tonello, profesora de Psicología Ambiental de la UNT, a través de una carta publicada en LA GACETA.

Debajo de la alfombra

El ex gobernador José Alperovich repite siempre que las obras que valen, las que retornan en votos, son las que están por encima del suelo, las que pueden verse.

La situación actual es consecuencia de esa mirada política, con la salvedad de que la falta de inversiones estructurales de los últimos años ya puede verse por arriba del suelo y mucho: ríos cloacales, falta de agua en miles de hogares e inundaciones en media provincia cada vez que llueve.

Por eso Alperovich no movió un dedo para evitar la demolición de la Casa Sucar, al igual que Juan Manzur. Ambos comparten la misma mirada política, de cederle al sector privado el desarrollo urbano de la metrópolis.

Edificios son millones, museos son sólo amores.

Desde el municipio hoy denuncian que muchos de estos edificios nuevos carecen de cocheras o bien no cuentan con las suficientes. ¿Quién los autorizó entonces?

Parque automotor que termina volcándose a la calle. Así el tránsito también acusa en el macrocentro un alarmante estado de emergencia.

No se ensancharon calles ni avenidas, no se propició el uso de transportes alternativos y menos contaminantes, ni se restringió el ingreso de vehículos, sino que se hizo todo lo contrario, en línea con la demanda del mercado y no en base estrategias urbanísticas.

Más y más concentración comercial y administrativa en el centro.

Mil cien edificios nuevos sobre un macrocentro que ya estaba desbordado y las consecuencias revientan como las cloacas.

¿Entenderán ahora Alperovich y Manzur que lo que no se hace por abajo, más temprano que tarde, termina impactando arriba del suelo?

La ciudad y su historia

El doble mérito de Alfaro, que en este tema estuvo bien asesorado, no fue sólo por tomar la decisión de desembolsar el dinero necesario para adquirir la propiedad de Salta 532, sino porque además asumió el riesgo de apostar por un museo.

Casa Museo de la Ciudad es la denominación que recibió y será destinada a contar la historia de esta urbe desde su primera fundación hasta la década del 80.

Los museos construyen memoria, identidad y afianzan la cultura de una sociedad. Y otra vez, es una apuesta que nunca surgirá del mercado, sino sólo y únicamente a partir de políticas públicas.

El mercado hace edificios, barrios privados, shoppings, supermercados, galerías comerciales, y está bien que así sea, en la medida en que el Estado cumpla con la otra parte imprescindible, que nunca en términos de rentabilidad le resulta tentadora al sector privado: cloacas, agua potable, transporte público, internet, teléfono, gas y electricidad en barrios poco competitivos a escalas comerciales. Y mucho menos museos, inversiones culturales, parques y espacios verdes, ciclovías, peatonales…

El Museo de la Ciudad es apenas una golondrina y el verano no llega hasta que son miles. Menos aún cuando la decisión responde al voluntarismo de un funcionario, quien quizás elige ese camino como consecuencia de su rivalidad política con el ex y el actual gobernador.

Saldremos del invierno y tal vez asome alguna resolana primaveral cuando estas medidas surjan a partir de políticas públicas, de proyectos culturales y urbanísticos a largo plazo.

Mientras Manzur, Jaldo y Alperovich siguen deshojando margaritas electorales y especulando con 2019, los tucumanos ya tenemos un museo de la resistencia para que no perdamos la memoria de lo que le hicimos y le seguimos haciendo a la ciudad.

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