Ni lluvia ni tormentas

Esta vez, el mundo no le cayó encima. Por el contrario, le dio una cuota de credibilidad, aunque en el examen, que se aprobó con seis, el “sin embargo” que el Morgan Stanley Capital International (MSCI) le puso a la nota de la Argentina es que están más que atentos para que, ante el mínimo cambio, el país baje nuevamente de categoría. La Argentina de la gestión del presidente Mauricio Macri es ahora emergente.

La mesa examinadora le transmitió que la frontera seguirá tan cerca si es que el Gobierno nacional no se aferra a los libros. El nivel de tolerancia es bajo, después de dos meses de constantes crisis cambiarias.

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Sin embargo, a la luz de los eventos más recientes que afectan la situación cambiaria del país, MSCI también aclara que revisaría su decisión de reclasificación si las autoridades argentinas introdujeran cualquier tipo de restricciones de acceso al mercado, tales como control de capital o de divisas, expresa el comunicado oficial que le mejora la nota a la Argentina. Y el MSCI argumenta: los inversores institucionales internacionales expresaron su confianza en la capacidad del país para mantener las condiciones actuales de acceso al mercado de acciones.

La Argentina, como otros emergentes, está barata, aunque el mundo vuele hacia la calidad (fly to quality). Esto es, a adquirir títulos y acciones de países con seguridad plena de recapitalización como los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que no enfrenten turbulencias permanentes. Los inversores extranjeros han retirado unos U$S 5.500 millones desde las economías de mercados emergentes desde que la Reserva Federal de EEUU incrementó sus tasas de interés la semana pasada, según el Instituto de Finanzas Internacionales. El superdólar ha llevado, por ejemplo, a que la moneda argentina, el peso, se devaluara casi un 55% durante el primer semestre.

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) también cumplió en tiempo y en forma. Aprobó como estaba pactado el crédito “stand by” y el Tesoro ya cuenta con los U$S 15.000 millones de los U$S 50.000 millones del financiamiento externo. Nada es gratis, por supuesto. El actual Gobierno nacional deberá hacer los deberes y no apartarse del programa comprometido ante el organismo que dirige la francesa Christine Lagarde. Un desvío, como lo advierte también MSCI, hará caer el acuerdo.

¿Qué incidencia puede tener todo esto en el rumbo económico y político del país? El Gobierno ha mostrado ayer una celebración medida de las dos buenas noticias. En el fondo, sabe que tiene que pagar una deuda interna que se exteriorizará el próximo lunes, con el paro convocado por la CGT. Los salarios han perdido terreno porque la mayoría de los gremios acordó un reajuste del 15% en las paritarias, casi la mitad del porcentaje que las consultoras proyectan como la evolución anual del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Al Gobierno, entonces, le quedan dos caminos: achicar la brecha entre salario e inflación y, paralelamente, negociar para que los valores de los productos de la canasta básica no se disparen por efecto de la devaluación. No hacer nada al respecto puede implicar tres puntos más de pobreza.

¿Y Tucumán? La gestión del gobernador Juan Manzur diseña una batería de medidas que impliquen lograr más financiamiento, sin que ello signifique incrementar el endeudamiento público. En esa ingeniería financiera se inscribe la venta del 10% del paquete accionario que la Provincia aún tiene en el Banco Tucumán Grupo Macro. Los $ 456,4 millones que pretende alcanzar con la operación servirán para equipar a la Policía y encarar obras de agua y cloacas. Son las últimas joyas de la abuela que le quedan al Estado provincial. Manzur está convencido de que Tucumán tiene que abrir los mercados en el exterior para capitalizar eso con más recaudación tributaria. Sabe que el margen de acción es cada vez más estrecho y que se avecinan tiempos de mayores restricciones. La Provincia, en el marco del Consenso Fiscal, debe bajar la carga tributaria. Esa también es una condición para captar inversiones.

La Argentina atraviesa un cambio de clima. Pero los meteorólogos del poder ya no deben pensar ni en la lluvia de inversiones ni permitir tormentas cambiarias. Sólo necesita estabilidad en la atmósfera económica.

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