Lo que Cusco nos dejó

“Hay pueblos que han salido de la boca de Dios. Por eso hay pueblos habladores como Lima. Hay pueblos que han salido de sus ojos, ven lejos, ven lo que ha sucedido en la época de los Incas, en las punas donde se está cerca del cielo” (”El secreto de Machu-Picchu”, Ernesto Cardenal)

Quien visita Cusco descubre que la magia andina es Machu Picchu y mucho más. Es un universo cultural enclavado en montañas de salvaje altura y sorprendentes hondonadas llenas de inmensidad -es el Valle Sagrado-, donde las historias míticas y las vidas cotidianas están atadas a esa magia. La delegación de las comunidades originarias del Valle Calchaquí pasó ayer su último día de gira en un pueblito a 3.800 metros de altura. La sensación era que se había terminado de entrar en el corazón del mundo incaico justo cuando había que partir de regreso a casa. “Vamos a volver”, les dijo el cacique quilmeño Francisco “Pancho” Chaile a los integrantes de la comunidad de Patabamba, y el mismo deseo expresó Antonio Felipe Caro, delegado de base de Talapazo, Quilmes.

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Este viaje ha sido una prueba singular para los tucumanos. Saben que en nuestra provincia el sitio arqueológico ubicado en el Valle que abarca desde Santa María (Catamarca) -pasando por Amaicha- hasta más allá de Colalao del Valle hasta Cafayate (Salta) es un tesoro que, por un lado, brilla con luz propia y por otro lado, ha sido fuente de discordias en las últimas dos décadas. Peleas de propietarios con títulos contra los aborígenes -que incluyeron causas judiciales- y también disputas entre miembros de la misma comunidad. Hubo una toma de la Ciudad Sagrada en 2007 y aunque la comunidad administra el sitio y acordó con el Gobierno para poner en funcionamiento el Centro de Interpretación, continúan los recelos. Por eso este viaje es una prueba singular: se juntaron personas de diferentes tareas y pensamientos y pasaron diez días de intensa experiencia. Es más: algunos de ellos vinieron a Perú con la idea de encontrarse con el mundo de sus ancestros -los incas estuvieron en el siglo XV en el valle tucumano- y otros tienen la idea de diferenciar claramente la personalidad de los pueblos de Tucumán del impacto dejado por el imperio andino, cuya influencia, no obstante, reconocen.

El viaje incluyó un paseo de varios días por Lima, donde hubo recorridas por sitios arqueológicos, museos y edificios. La ciudad pluricultural y el enfoque decididamente vinculante con la historia argentina -San Martín fue el primer presidente de Perú tras la independencia- dejó varias sorpresas: gastronomía espectacular, calles sorprendentemente limpias saturadas por los bocinazos de un tránsito caótico y embotellado, y tesoros culturales como la increíble artesanía moche (preincaica) cuyas estatuas se expresan como si contaran historias. Mientras tanto, el Gobierno tucumano -con la presencia del gobernador Juan Manzur- generó una serie de encuentros con funcionarios, que prometen un intercambio muy fuerte con Perú, merced a la apertura del corredor aéreo diario con Tucumán.

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El sábado pasado la delegación viajó a Cusco. Ahí estaba la magia de una urbe armada para la historia -el dolor de la conquista se ve en todas partes junto al legado incaico y preincaico- y también armada para el turismo. Todo es fascinación. ¿Es el paisaje o es la civilización incaica, a la que le cayó el dominio español justo cuando estaba en su apogeo? Los tucumanos tienen ideas diferentes, pero la zambullida en ese mundo, que comenzó el domingo pasado en Machu Picchu- fue acentuándose a medida que se visitaba otros lugares del Valle Sagrado como Ollantaytambo y Pisac, y hasta la saladera de Maras. Cementerios en laderas escarpadas; laboratorios de experimentación agrícola; astronomía; arquitectura y misterios sin escritos que los expliquen. Mucho e intenso. Y junto a eso, dos experiencias de turismo rural comunitario (Amaru y Patabamba) en un país que está mucho más avanzado no sólo en el turismo sino en el reconocimiento de los derechos de las comunidades originarias. ¿Es un norte para mirarse y sacar ejemplo? Los tucumanos oscilan entre los que tienen la mirada orgullosa de que Quilmes tiene mucho más y que el problema es que no hay claridad para rescatarlo mejor y administrarlo sin afectar la tradición y la identidad, y los que dicen que falta muchísimo por hacer y que nos traban demasiadas limitaciones. Como sea, los representantes de la comunidad originaria han estado del otro lado del mostrador: han hecho el viaje turístico perfecto: viajar sin trabas económicas ni temporales, con guías bien preparados y con facilidades para analizar y resolver sus inquietudes. ¿Cómo canalizar esa magia al volver a casa? Es el debate que se viene. Como en el poema de Cardenal, han salido de sus ojos y han visto lejos, en las punas cerca del cielo. Han visto lugares e historias muy parecidos a los de su valle.

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