Cartas de lectores
10 Marzo 2018

INSEGURIDAD

Tucumán tiene 1,4 millón de habitantes según los resultados del Censo 2010; cuenta con 8.000 efectivos de policía, comparación que arroja un resultado de 175 uniformados por persona. Esta operación es el reflejo de la situación de inseguridad que viven los tucumanos. En las calles hay mucho menos de 8.000 porque la fuerza tiene a cientos de policías armados, pero cumpliendo funciones administrativas, asignados a custodias políticas, cumpliendo en puestos adicionales y naturalmente licenciados por muchos motivos. No es mi intención cargar contra la policía, pero sí quiero manifestar mi preocupación como ciudadano y digo que: se deben eliminar definitivamente los adicionales; Se debe imponer la tercerización del servicio administrativo y así poner más policías en las calles; Se debe eliminar el sistema 24 horas de trabajo por 48 horas de descanso, porque con más policías se puede insertar un sistema de rotación y que el día de franco sea realmente para descansar; Se debe proveer de armas, municiones y vehículos en buen estado y chalecos antibalas para todos; Se deben otorgar condiciones edilicias con servicios básicos accesibles, es decir, comisarías con baños, duchas para ambos sexos, habitaciones para las guardias. Se deben instruir como así también cumplir y hacer cumplir los derechos de todos y los propios; Se debe monitorear el cumplimiento en función permanente desde el primer rango hasta el último. Necesitamos encontrar una fuerza que pueda enfrentar el duro golpe que nos acesta la delincuencia, llevándose vidas, todos los días.

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Williams Fanlo Llanos

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EXCEDENTES FINANCIEROS

LA GACETA del lunes publicó sobre los $ 240 millones “excedentes” ahorrados del presupuesto de la Legislatura y respecto de la proclamada libre disponibilidad. La Ley 6.930 fue promulgada por Antonio Bussi. En su artículo 3º leemos: “(los excedentes) constituirán un fondo extrapresupuestario, que podrá ser utilizado como refuerzo financiero o con cargo e imputación a la cuenta”. Nunca fue reglamentada en sus 19 años de vigencia. Además de inconstitucional, la Ley 6.930 no deroga una ley posterior: la Ley de Administración Financiera Nº 6.970. Esta norma en su artículo 3º reza: “Los sistemas de control comprenden las estructuras de control interno y externo públicas, y el régimen de responsabilidad que estipula y está asentado en la obligación de los funcionarios de rendir cuentas de su gestión”. En la propia Constitución provincial puede advertirse en el artículo 80 sobre el Tribunal de Cuentas: “Son sus atribuciones y deberes, sin perjuicio de los demás conferidos por ley: El control preventivo de todo acto administrativo que implique empleo de fondos públicos”. Y más adelante dice: “El control de los procesos de recaudación de los recursos y del empleo de fondos públicos, cualquiera sea su origen, ingresados al Presupuesto o cuya ejecución esté a cargo de la Provincia”. De modo que pretender disponer con discrecionalidad (se sabe qué significa eso en los espacios legislativos) “dineros públicos”, es una discrecionalidad, tanto que en ninguna ley se confiere al presidente de la Legislatura facultades extraordinarias. Llama la atención semejante excedente financiero. ¿Calcularon con mucha generosidad el Presupuesto? ¿Lo hicieron para generar fondos de libre disponibilidad? Con los antecedentes de los oprobiosos “gastos sociales”, no podemos asombrarnos de una respuesta con un sí contundente: $ 615 millones envalijados. Se sabe, gracias a LA GACETA, sus fotos y seguimiento periodístico de investigación, que siguen teniendo, dos años y medio después, las mismas oscuridades para la ciudadanía y la propia Justicia.

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Carlos Duguech

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DEBEMOS RESPETARNOS

Hace unos años, una historia en el cine narraba acerca de una sociedad del futuro en la que reinaba la paz y la equidad. El secreto de ese equilibrio era que durante 12 horas, y una vez al año, la gente quedaba librada permitiendo actos de barbarie y sangre para así dar rienda suelta al ser humano primitivo. Durante esas 12 horas sólo había cazadores y cazados. Mi propuesta es diferente, demasiada violencia consumimos en el día a día. Mi idea nace siempre que espero la luz verde del semáforo, respetando la senda peatonal mientras las motos hacen lo que quieren. Se me ocurrió instaurar un día en el que todos barramos nuestra vereda, cedamos el paso, digamos “gracias”, “por favor” y “hasta luego”. Dejemos en casa nuestra moto con escape libre, pensemos antes de tocar la bocina, brindemos una sonrisa a nuestro vecino, los empresarios decidan ese día no maximizar tanto sus ganancias, y seamos más tolerantes con los que piensan y opinan diferente, nos daremos cuenta que el otro llora y ríe como yo. ¿Será posible?

Rodolfo Daniel Alfaro (h)

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Ruidos molestos y lamento

En el cuento “Vox Populi”, de Villiers de L’Isle Adam: el pueblo, turbado por alborotos envanecedores, intenta en vano enmascararse a sí mismo su voto verdadero, bajo no importa qué sílabas engañosamente entusiastas, mientras sentado ante la verja de Notre-Dame, en una alta silla de madera plegable, las rodillas cruzadas entre negros harapos, el centenario Mendigo, decano de la miseria de París con su rostro al cielo, los brazos en alto, tanteando en sus espesas tinieblas, aplica su oído desde el umbral eterno de la iglesia, y con voz cada vez más lamentable, pero que parece llegar más allá de las estrellas. Pontífice inflexible de la Fraternidad, jamás ha cesado de implorar, en mediador inconsciente, la caridad divina para sus hermanos en inteligencia, continúa gritando su rectificación de profeta: -¡Compadezcan, por favor, a un pobre ciego! Parafraseando, señor intendente- ¡Compadezcan, por favor a un pobre Vecino! Al igual centenario Mendigo, decano de la miseria, -rostro de duelo con tintes cenicientos, piel surcada por arrugas color tierra-, con las manos juntas, ofrezco el aspecto de una sombra de la fiesta circundante en los alrededores de la rotonda de la Av. Aconquija al pie del cerro. Señor, no puedo descansar ni dormir. En la propia rotonda se estacionan durante horas autos con potentes equipos de sonido y obligan a internables noches de desvelo. Más allá, en una esquina de la avenida Aconquija se celebran sábados y domingos fiestas de cumpleaños u otras celebraciones con parlantes al aire libre alimentados por potentes equipos de audio. En otra aparente casa habitación en la misma Aconquija al 2.800 ocurre lo mismo. Y en la misma cuadra, se suma un negocio que atrae clientes con eventos musicales como el realizado anteanoche hasta las tres de la mañana con números en vivos y música a toda volumen. Estoy obligado frecuentemente a participar de festejos pirotécticos. Quiero destacar que la misma cuadra hay un salón de fiestas que desarrolla su actividad sin molestar a los vecinos, como demostración de que haciendo bien las cosas se puede convivir civilizadamente y que la actividad comercial no es incompatible con la tranquilidad de los vecinos. Y de tiempo en tiempo articulo una lamentación monótona, silabeo evidente del profundo suspiro de toda la vida: -¡Compadezcan, por favor, a un pobre vecino!

José Luis Guinudinik


Kennedy 98


Yerba Buena


Apología del burro

Después de leer un interesante comentario sobre la mula, del lector Ismael Díaz (5/3/18), quiero compartir una reflexión sobre la relación entre el hombre y el burro. Etimológicamente, la palabra “burro” en español deriva del latín “buri, buricus, burricus” que significa “caballo pequeño”. Claro, no tendrá la altura, ni mucho menos la elegancia del caballo; se lo descalifica considerándolo muy torpe, hasta se insulta con su nombre, pero los burros han acompañado la vida del hombre desde que fueran domesticados hace unos 5.000 años, por los pueblos de la Mesopotamia asiática. Son dóciles para el trabajo, toleran pesadas cargas, se desplazan en terrenos escabrosos, no son exigentes con la alimentación y además, el burro “hechor” es padre del ganado mular. El burro proviene del norte de África, mientras que el caballo sería originario del norte de Europa, pero habrían sido domesticados por las antiguas civilizaciones asiáticas para ser usados como animal de tiro, de carga, de ordeñe. La ciudad de Damasco (Siria) era conocida como “ciudad de los burros”, porque en sus calles abundaban los cobertizos para proteger a los burros usados por la población. Recordemos que hacia el oeste, Jiménez limita con una jurisdicción tucumana llamada Burruyacu. Aunque hay diversas opiniones sobre su etimología, se acepta que esta palabra está forma con el español “burro” y el quichua “yacu” (agua), es decir una aguada donde se reunían manadas de burros (Díaz, 2008). Siendo Jiménez un departamento de vida rural, debemos entender que los burros siempre habrán prestado un servicio al hombre. Por lo que yo recuerdo, a mediados del siglo XX, todas las familias eran propietarias de burros que se criaban a campo; en los alrededores de las represas, la tropilla esperaba el momento de la “bebida” retozando o sombreando bajo los algarrobales; por su docilidad los usaban como cabalgadura para los niños, y qué decir del valor que se adjudicaba al burro “hechor” (sin castrar) servidor de las yeguas para gestar los mulares. A pesar de los alambrados y la escasa vegetación silvestre, el burro continúa siendo medio de transporte, animal de carga y mascota en las poblaciones rurales. Los zoólogos aseguran que son muy inteligentes; cuando advierten el maltrato, se vuelven tozudos. Recurriendo a la presencia reiterada del burro en la Biblia, Eduardo Galeano dice: “Dio calor a Jesús, recién nacido en el pesebre y así figura en las estampitas”; “A lomo de burro, se salvó Jesús de la espada de Herodes”; “A lomo de burro anduvo la vida; lo lomo de burro predicó; a lomo de burro entró en Jerusalén”. ¿Será tan burro, el burro?”.

Susana Brunetti

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