Sexo y enfermedad
04 Marzo 2018

> SEXUALMENTE HABLANDO

INÉS PÁEZ DE LA TORRE | PSICÓLOGA

Cuando nos encontramos con una mujer que está lidiando con una enfermedad crónica -cáncer, por ejemplo- es frecuente sentir admiración por la entereza de quien, pensamos, debería estar devastada. ¿Cómo logra mantenerse tranquila, incluso interesada por los demás, si está atravesando una situación semejante?, ¿cómo maneja el temor y la incertidumbre? Desde luego que esta actitud positiva no es un plus que viene de regalo con la enfermedad. Por el contrario, suele ser fruto de un trabajo interno diario, no exento de noches oscuras, para no dejarse tomar del todo por este padecimiento y convertirse en una paciente de tiempo completo.

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Así y todo, frente a un diagnóstico de estas características, no es difícil imaginar que el placer y el sexo queden relegados por un buen tiempo. Más aún si la persona enfrenta la posibilidad de una supervivencia incierta y, lo que muy usual, el hecho de tener que someterse a tratamientos dolorosos y debilitantes.

Caricias curativas

Muchas de estas mujeres consultan a un profesional buscando recuperar su vida sexual cuando la enfermedad está en remisión o se han curado. A estos casos hace referencia Evelyn Resh, la popular orientadora sexual norteamericana, en su libro “Mujeres: sexo, poder y placer”: “No saben por dónde empezar y creen haber perdido del todo su sentido de la sexualidad. Su nueva normalidad, por ejemplo algún síndrome de dolor crónico o el desfiguramiento y la alteración de la imagen corporal, o bien la necesidad de modificar los hábitos de vida para tomar en cuenta medicamentos o limitaciones físicas, dificultará su capacidad de reimaginarse como una persona sexualmente activa”.

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Y destaca, en ese sentido, la importancia de las caricias afectuosas y amorosas como “rampa perfecta” para atraer de nuevo el placer a la vida: “sin duda le ayudará a volver a encender su deseo hacia el sexo y a recuperar su atractivo sexual”. Además, es un hecho cierto y absolutamente comprobado –y comprobable- que las caricias tienen un impacto en la química cerebral, al elevar los niveles de oxitocina.

El contacto piel con piel no sólo es reconfortante: es curativo, nos calma, relaja y alivia los dolores. “Ser acariciada y abrazada por alguien que nos ama y a quien amamos –afirma Resh- es terapéutico”.

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