Armas “blandas”, realidad dura

En materia de seguridad los tucumanos estamos aplazados y por ende, cada responsable actúa según su saber y entender. Así se está viendo en Yerba Buena el lanzamiento, a como dé lugar, del plan de patrullar las calles con la flamante Guardia urbana municipal, armada con escopetas de aire comprimido y con vehículos de apoyo para hacer frente y perseguir a motoarrebatadores, asaltantes y ladrones. “Hay entre cinco y seis robos por día”, dice el intendente Mariano Campero, que convocó a los policías de la “Ciudad jardín” para que coordinen tareas. El jueves a la tarde un hombre armado con cuchillo entró a la casa de una médica en Los Ceibos al 500. “El principal tema de nuestra agenda política es la inseguridad”, agrega el intendente. Como él, tomaron medidas varias municipalidades. Pionera fue la de Tafí Viejo, que hace tres años creó una policía municipal con oficiales retirados y le puso autos para hacer patrullajes. Alderetes, Lules y Las Talitas crearon cuerpos de vigilantes civiles para recorrer el centro de sus localidades. Ahora Las Talitas -escenario frecuente de homicidios y centro de los reclamos de vecinos hace 15 días- va a sumar autos para patrullaje.

Varias miradas

Estas medidas son la cara de un fenómeno más profundo, más difícil de describir, que es la violencia instalada. Las causas son varias, y depende de la mirada social o económica que se le dé al fenómeno. Ahora todo se explica por el auge del narcotráfico -fenómeno creciente o en todo caso más visibilizado por la notoria campaña combativa del gobierno nacional en esta materia-, pero se debe tener en cuanta también el crecimiento de la marginalidad en el marco de una pobreza que no ha cedido en los últimos 15 años, de la falta de presencia del Estado en zonas críticas (o en todo caso, de la presencia caótica y sin coordinación de los organismos estatales) y de la diseminación del delito callejero, sobre todo de la mano de la venta casi epidémica de motocicletas. Entre otras cosas. ¿Hay datos que corroboren estas hipótesis? Todos parciales, ninguno enmarcado en una tarea estadística destinada al estudio de los problemas con miras a su solución.

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Así es que ese fenómeno profundo de la inseguridad apenas recibe respuestas basadas en los hechos. Una es la antiquísima estrategia policial de creer que es posible hacer prevención con la “respuesta rápida”, para lo cual se creó hace una década la patrulla motorizada (muchas motos) y luego, fracasada esta, el sistema del 911 (muchos autos y motos prestos a correr en auxilio de las víctimas). No se conocen estudios del gobierno que nos indiquen el éxito o el fracaso de este sistema, ni su costo, ni su comparación con otros sistemas (se dice que había una acreditación Iso en marcha pero que las nuevas autoridades la cancelaron). Sabemos que se producen muchas detenciones y que la Policía sustenta en esta metodología su idea de eficacia. De hecho, las cárceles y las comisarías están llenas de detenidos.

Pero eso es la superficie. El hecho de que, a pesar de tantas detenciones, siga habiendo alta inseguridad y constantes ataques, indica que se está desperdiciando tiempo y dinero en estrategias de eficacia no corroborada. Hay que pensar que en lo que va del año ya se han producido 16 homicidios en Tucumán. ¿Nadie piensa si es mucho o poco? Según “Clarín”, Rosario -la ciudad más violenta del país en los últimos años- registraba 27 crímenes en los primeros 38 días del año.

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La respuesta policial frente a la paradoja de muchas detenciones y alta inseguridad es la que dio el intendente Campero hace unos días, cuando le echó la culpa a la Justicia: “liberan a los sospechosos en el mismo minuto en que los entregamos”. Declaración impactante y marketinera, sustentada en el hecho de que la Justicia también es un fracaso en cuanto a que reconoce que su tasa de resolución de crímenes es ínfima y que casi todo queda sobreseido, archivado, impune. Pero esa declaración no explica por qué las cárceles están llenas. No a todos los sueltan en el mismo minuto. Y a pesar de eso, no baja la inseguridad.

La teoría de la intimación

La otra respuesta -además de las detenciones permanentes- es la teoría de que la autoridad debe intimidar al delincuente y que para eso las acciones deben ser contundentes. Un ejemplo es el equipo motorizado armado hasta los dientes y vestido de negro (GOMT), que, según anunciaba el ex secretario de Seguridad Paul Hofer, iba a perseguir hasta el final a los motochorros. Ese equipo ya lleva casi seis meses en funciones. ¿Qué resultados ha tenido? Nada se ha informado al respecto y ahora parece desarticulado.

En esa actitud de mostrar contundencia para intimidar a los delincuentes encajan desequilibrios como el del policía Luis Chocobar en Capital Federal, procesado por la Justicia por haber ejecutado por la espalda a un asaltante que había apuñalado 10 veces a un turista norteamericano en La Boca. El caso Chocobar, sólo discutido desde la superficie por los medios del país, encaja en el reclamo de mano dura frente a la violencia pero no analiza si esa es la solución. No suma para que la violencia ceda. No se analiza si ese hombre -brazo de la ley- está capacitado para hacer frente a un problema que tiene muchas aristas, como se menciona más arriba: ¿es un asunto social, económico, de marginalidad? ¿Alguien puede decir que se resuelve ejecutando a todos los que se considera criminales? Quienes sustentan esta teoría emocional ¿pensarán que hay que ejecutar también a familiares y amigos de los ejecutados? Teoría vieja, por cierto, ya esbozada por el famoso “Malevo” Ferreyra cuando mató a tres supuestos delincuentes. No sirvió de nada. El fue condenado y su hijo, que supuestamente estaba “del lado bueno” también fue a prisión por delitos.

Claro, es difícil analizar el problema frente a casos como el de la avenida Kirchner al 1.900, donde un policía de Guardia Urbana mató a un asaltante en lo que fue descripto como un intercambio de disparos. El asaltante integraría una banda de arrebatadores de motos que reivindica la violencia contra los policías y que amenaza ahora a la fuerza de seguridad. ¿El método de terminar con eso es eliminar a todos estos sujetos? ¿El policía que lo mató estaba adecuadamente capacitado (física y psicológicamente) para el uso del arma? El jefe de la fuerza dice que sí. La Justicia deberá determinarlo. Pero nadie podría afirmar estas medidas sirvan para bajar los niveles de violencia e inseguridad. Sobre todo esa esquina fue escenario de tres incidentes violentos, dos de los cuales terminaron en tragedia en los últimos días.

Búsqueda de confianza

La ministra nacional de Seguridad, Patricia Bullrich, habló de cambiar el paradigma de considerar como delincuentes a los policías que se exceden. Antes bien -dijo- hay que confiar en ellos. Pero para confiar hay que estar seguros de que están bien preparados. Ningún cambio cultural se ha hecho en las policías de la democracia, que siguen con sus mismos métodos de capacitación de la época de la dictadura, los cuales no dan garantías de cambio. Bien vendría una encuesta de confianza ciudadana en la Policía para saber cómo actuar. No sirve que Macri felicite al sargento Chocobar mientras lo están procesando por asesinato.

Sobre esta realidad, la intendencia de Yerba Buena lanza su programa antiinseguridad. La primera inquietud que surge es si los dos meses de capacitación que tuvieron los guardias urbanos les alcanzan para tomar decisiones adecuadas en un momento de emergencia y para usar un arma “blanda” que puede ser mortal. Para el intendente y sus funcionarios, el sistema tendrá un efecto de alto impacto en una comunidad que es una de las localidades menos castigadas por la violencia. Basta comparar con otras zonas del Gran Tucumán -las Talitas-Villa Mariano Moreno, Alderetes, Banda del Río Salí y los barrios del sur capitalino- en las que los homicidios, los arrebatos y los ataques a mano armada son noticia constante.

El ministro de Seguridad, Claudio Maley, afirma que la tarea que se está haciendo en esas localidades -se abrieron nuevas áreas de Investigaciones- va a dar sus frutos y no está de acuerdo, en cambio, con la iniciativa de Yerba Buena.

Demasiadas tareas

Pero acaso esta novedad sirva para que la comunidad reflexione más allá de la superficie del problema y pueda analizar cuál es el verdadero rol de la Policía, que hoy, además de custodia y persecución de delincuentes, hace de todo: custodia Loma Bola para que no vuelen parapentes; vigila perros peligrosos; persigue carritos recolectores de residuos; controla que los vehículos no entren a los túneles de Mendoza y Córdoba en días de lluvia, persigue a pescadores furtivos y pronto va a cuidar niños en las salidas de las escuelas, entre muchas tareas no declaradas. ¿Las hace bien? No se sabe. Sí se sabe que no hace bien otras cosas, como combatir la mafia que regentea la prostitución trans. El mismo jefe de la Regional Capital, Walter Álvarez, dijo que tienen que establecer políticas sobre cómo tratar a esas personas. Y en cuanto a otros programas, como el “Transporte seguro”, los vaivenes oficiales terminan dejando en la nada las iniciativas. No se sabía si servía (otra vez la falta de estudios estadísticos) pero la app fue suprimida a los pocos meses de implementada.

¿En qué otros asuntos debería tener una estrategia? La verdad es que la Policía se ocupa de todo lo que el Estado es incapaz de resolver. Es como un gran depósito de problemas, basado en la idea de que la Policía tiene recursos ilimitados e inagotables. No los tiene y esa esquizofrénica manera de trabajar ha llevado a la dispersión de esfuerzos de la actualidad.

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