Desaparición del envío postal de las facturas

Desaparición del envío postal de las facturas

Durante muchos años, las facturas de los servicios públicos llegaban puntualmente por correo, al domicilio de cada uno de los usuarios. Lo hacían con la anticipación suficiente como para ser pagadas en las fechas de su vencimiento. Y cuando se difundieron exponencialmente las tarjetas de crédito y los teléfonos celulares, estas nuevas facturaciones siguieron el mismo procedimiento. Consecuentemente, nadie podía tener duda alguna respecto del importe adeudado, y tampoco del correspondiente día de pago

Pero hace aproximadamente un par de años, esa normalidad varió, salvo –todavía- en los casos de los servicios del gas y del agua. El arribo de las facturas se tornó de pronto intermitente; es decir que a veces llegan y otras veces no llegan nunca a los domicilios. O en algunos casos, arriban con la fecha de pago ya vencida. Cuando los usuarios se encontraron de pronto con algún servicio cortado por falta de pago, empezaron a acudir a los sitios de “rapipago” o de “pago fácil”, para que un cajero les informe el importe de la factura, y abonarla allí.

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No es necesario enumerar los inconvenientes que esto ha generado. Una gran cantidad de usuarios tardó en enterarse de la nueva modalidad implantada, con los perjuicios del caso. Esto además de invadirlos un lógico desconcierto porque, como decimos, a veces recibían en sus casas las facturas y otras veces no. El usuario se ha visto obligado ahora a llevar una agenda donde consten las fechas de vencimiento, de manera de poder acudir al “rapipago”, para enterarse recién del importe y proceder a pagarlo.

Hay algunas tarjetas de crédito que informan anticipadamente, por internet, sobre el vencimiento del resumen y sobre el importe. Pero revisar los cargos que se le cobran, obliga a una serie de otros trámites por medio de la computadora. Y hay que recordar que no todas las personas tienen computadoras; y que además hay muchas que, por razones de edad, entre otras, no saben manejarse en ese particular universo.

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Por cierto que las empresas de servicios públicos y de tarjetas, tienen todo el derecho de ahorrarse los gastos del tradicional envío postal y pasar a la información por vía electrónica. Pero nos parece que no se han tomado los recaudos para que toda la enorme masa de usuarios sepa, con la exactitud debida, en qué fecha debe pagar el servicio y cuál será el monto de ese pago. En otras palabras, las empresas prestadoras de servicios públicos y los bancos emisores de tarjetas de crédito, no se han preocupado por difundir, como sería obvio, por todos los medios, cual es el nuevo sistema, con la advertencia de que no se aguarden más las facturas a domicilio, porque ese sistema ya fue dejado de lado y para siempre.

Demasiado significativos son los montos de referencia para el presupuesto del ciudadano común. Parece obvio decir que debe liberárselo de una incertidumbre que le suele suscitar recargos y cortes. Y que revela también cierto desorden, inadmisible en rubros de tanta importancia para la generalidad de la población.

Nos parece que es un tema que debiera ser establecido y fijado con la precisión que corresponde. La modalidad de pago sin envío de factura no debió empezar a aplicarse sin esa previa notificación, exhaustivamente difundida, repetimos, por todos los medios posibles. El usuario merece un respeto que en este caso fue dejado de lado.

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