Trump, Jerusalén y la abstención argentina

Trump, Jerusalén y la abstención argentina

ASAMBLEA DE LA ONU. Reclamó que no se altere el “frágil proceso de paz”. ASAMBLEA DE LA ONU. Reclamó que no se altere el “frágil proceso de paz”.
14 Enero 2018

Ricardo Arredondo

Profesor de Derecho Internacional Público (UBA)

En una polémica decisión, que levantó mucho revuelo y no fue apoyada por el Gobierno argentino, Donald Trump resolvió a principios de diciembre mudar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo implícitamente a esta ciudad como la capital de Israel.

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Esta movida desató una crisis internacional. Los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas buscaron adoptar un proyecto de resolución que establecía que cualquier decisión o acción para modificar el carácter, estatus o composición demográfica de Jerusalén no tiene efecto legal e instaba a los países a “abstenerse de establecer misiones diplomáticas” en esta ciudad. El proyecto fue vetado por los Estados Unidos (14-1 fue el resultado de la votación), por lo que la cuestión pasó a la Asamblea General, que aprobó una resolución (A/RES/ES-10/19) que afirma que la decisión de Estados Unidos es “nula y vacía” y solicita a otros Estados a no mover sus embajadas a Jerusalén para no alterar el frágil proceso de paz en Medio Oriente. La resolución fue aprobada con 128 votos a favor, nueve en contra y 35 abstenciones.

Si bien las resoluciones de la Asamblea General no tienen carácter vinculante y, por ende, no crean obligaciones legales para ningún país, conllevan un alto valor simbólico y un peso moral (aunque, todo hay que decirlo, históricamente no han logrado modificar las conductas de las grandes potencias).

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Previo a la votación en la Asamblea General, la representante permanente de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, advirtió que Estados Unidos iba a “tomar nombres” de aquellos países que no apoyaran su postura y que iban a recordar este momento cuando el órgano internacional pidiera contribuciones monetarias a su país.

Como recuerda el comunicado emitido por la Cancillería, la ONU, por la Resolución 181 (1947) reconoció el régimen internacional especial de Jerusalén, “así como el libre acceso, visita y tránsito sin restricción a los Lugares Santos para los fieles de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e Islam), por lo que Argentina lamenta medidas unilaterales que pudieran modificar este estatuto especial”. Sin embargo, a la hora de votar en la Asamblea General, la Argentina manifestó que se abstuvo porque no creía que el proyecto fuera a contribuir a resolver el conflicto entre las partes y subrayó que la abstención no implicaba un cambio de la posición nacional sobre esta cuestión.

Cabe preguntarse entonces por qué la Argentina fue uno de los 35 países que se abstuvo de votar en la resolución de la Asamblea General? Si se analiza la política exterior y las relaciones internacionales de manera compartimentada, se pueden extraer conclusiones lineales. Sin embargo, la política exterior y las relaciones internacionales se desarrollan en un marco más complejo, interdependiente e interconectado. Lo que sigue es una conjetura personal: la Argentina se abstuvo para mantener su posición tradicional en este tema pero a su vez procuró no confrontar con un país con el que nos unen múltiples lazos políticos, económicos, comerciales, financieros, etc. No es casualidad que luego de esta abstención, se haya recibido una llamada del Gobierno estadounidense dando respuesta positiva al pedido de reingreso de nuestro país al sistema generalizado de preferencias (SGP).

Decisiones de carácter similar adoptaron tanto México como Canadá, que se abstuvieron en la votación y, en consecuencia, evitaron irritar a Trump. Ello en un contexto en el que los tres países se encuentran renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, proceso al que Trump mira con desdén, ya que no le interesan los acuerdos colectivos, a menos que los intereses de Estados Unidos no se vean afectados.

La consecución de objetivos de política exterior, como en la vida en general, implica muchas veces la necesidad de buscar un equilibrio entre posiciones principistas y pragmáticas, de modo de obtener resultados beneficiosos para el país sin renunciar a valores o posiciones sostenidas históricamente.


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