La frecuencia sexual
14 Enero 2018

En la década del 90, el investigador canadiense B. Fisher enunció una ley -que lleva su nombre- que afirma que mientras más relaciones sexuales tengamos, más sexo “nos pedirá” el cuerpo. Y, a la inversa, mientras menos relaciones sexuales se sucedan, nuestro cuerpo necesitará menos, pudiendo llegar a extinguirse el deseo sexual si la abstinencia se prolonga demasiado tiempo.

De acuerdo a este axioma, el sexo funciona de modo diferente a otras necesidades físicas, como el alimento o el sueño. En efecto: si comemos en abundancia, por ejemplo, quedamos saciados por un buen rato -hasta podemos llegar a empacharnos, cuando se nos va la mano- y, de la misma manera, si pasamos muchas horas sin comer, nuestro hambre aumenta.

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Pero en relación al sexo la ecuación es otra: el organismo tiende a acostumbrarse a lo que le ofrezcamos. Es decir que si estamos habituados a hacer el amor con mucha frecuencia y esta disminuye abruptamente, al principio sentiremos el cambio (andaremos con “ganas”), pero con el tiempo, si no repuntamos, nuestro cuerpo terminará acostumbrándose al nuevo promedio.

Es por eso que, al revés de lo que podría pensarse, hombres y mujeres tienden a masturbarse con más frecuencia cuando están practicando sexo más seguido que cuando lo hacen espaciadamente.

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Dosis de sexo

Fisher comprobó, al analizar la fisiología del deseo sexual, que los centros cerebrales que lo desencadenan son los mismos que se activan al consumir ciertas drogas. De hecho con el orgasmo se liberan endorfinas: potentes sustancias químicas con las que cuenta nuestro organismo, que nos generan una intensa sensación de bienestar, calmando los dolores y las ansiedades e, incluso, llegando a producir estados de euforia. No es raro entonces que en el sexo nos comportemos un poco como adictos, queriendo repetir la experiencia cuanto más seguido comprobemos lo bien que nos hace.

De manera que, en términos fisiológicos, el deseo sexual depende en buena medida de que lo activemos con la práctica. Como la batería de un auto que se carga andando (y que el desuso descarga). Por lo mismo, cuanto más interactuemos con nuestra pareja de un modo sensual -caricias, palabras sugerentes, etc.- mayor será nuestra predisposición a sentir deseo, a conectarnos con lo erótico.

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