¿A qué jugamos, señor Netanyahu?

¿A qué jugamos, señor Netanyahu?

Por Carlos Duguech , columnista invitado.

12 Enero 2018

 

Benjamín Netanyahu, desde el sitial de primer ministro de Israel, califica a Naciones Unidas. Lo hace inmediatamente de pronunciarse su Asamblea General -reunida de modo extraordinario el 21 de diciembre- que ha censurado la decisión del presidente de EEUU sobre Jerusalén. “La casa de las mentiras”, vociferó. Para Netanyahu no es otra cosa la ONU. Su expresión es de lo más antidemocrática que se pueda esperar de un líder de un país miembro pleno de la ONU.

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- Primer punto: ¿Por qué “antidemocrática”?

Simplemente porque su país participó de la votación de la Asamblea General expresándose entonces su embajador ante la ONU, Danny Danon con su voto negativo junto a EEUU, Guatemala, Honduras, Islas Marshall, Micronesia (FS), Nauru, Palau y Togo. Nueve en total. Los otros votos fueron: 128 positivos y 35 abstenciones. Aquí conviene decir que Trump amenazó con medidas económicas de quite de colaboración con quienes emitan un voto contrario a su decisión sobre Jerusalén. Por temor muchos estados miembros (soberanos, hay que remarcar) prefirieron no enojar al señor Trump, sabiéndolo tan activamente peligroso.

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Una pregunta a cualquier ciudadano de cualquier país donde impera, así sea nominalmente, la democracia como sistema: si alguien participa de una votación sobre cualquier asunto y el resultado le es adverso por el triunfo de una importante mayoría ¿puede quejarse diciendo que el ámbito de la votación es una “casa de mentiras”? ¡No!, rotundamente no. Su participación en la votación (la de Israel en el caso de la ONU) legitima definitivamente el acto. Definitivamente. Le reconoce validez.

Los asesores del primer ministro debieron advertirle: “No convalide la votación, participando, porque nuestros servicios de inteligencia diplomática nos advierten de la gran posibilidad de que la ONU resuelva negativamente sobre Jerusalén. No participemos de esa Asamblea”.

Claro que Netanyahu tenía la secreta esperanza de que en la votación no triunfara la oposición a lo decidido por Trump era lo que estaba en juego. En tal caso hipotético habría ensalzado a la ONU, muy probablemente. No es honesto desde cualquier punto de vista someterse a una votación democrática (cada país un voto en la Asamblea General) y repudiar el resultado adverso. Es una bofetada a la convivencia democrática del autoritario señor Netanyahu.

- Segundo punto: Israel y la ONU

Esta vez una sola pregunta al primer ministro de Israel bastaría para ponerlo en situación de una imposible respuesta. Pregunta basada, específicamente, en la propia autodefinición de Israel que reproduce la resolución 1949 -AG Res 273 de Naciones Unidas cuando acepta a ese nuevo país como miembro de la organización a petición (por segunda vez) de Israel. “Habiendo recibido el informe del Consejo de Seguridad sobre la solicitud de admisión como miembro de las NNUU presentada por Israel” y más adelante: “Tomando nota de que, a juicio del Consejo de Seguridad, Israel es un Estado amante de la paz, que está capacitado para cumplir con las obligaciones consignadas en la Carta y se halla dispuesto a hacerlo; tomando nota de que el Consejo de Seguridad ha recomendado a la Asamblea General que admita a Israel como Miembro de las Naciones Unidas, la Asamblea General decide: 1) que Israel es un Estado amante de la paz que acepta las obligaciones consignadas en la Carta; 2) que está capacitado para cumplir dichas obligaciones, y se halla dispuesto a hacerlo. Decide admitir a Israel como Miembro de las Naciones Unidas”. (207ª sesión plenaria, 11 de mayo de 1949).”

Y aquí esa pregunta: ¿Cómo es entonces, Señor Netanyahu, Israel casi nunca cumple con las resoluciones de la ONU, habiéndose comprometido formalmente a hacerlo en documentos oficiales que le sirvieron para que Israel fuese miembro pleno de la ONU?

Después de haber solicitado pertenecer como estado miembro por dos veces (la primera no le fue aceptada por no reunir los votos necesarios) en la segunda petición Israel se compromete muy formalmente a cumplir con la Carta de la ONU.

- Tercer punto: Declaración de Independencia

¿Cómo es que en el texto de su Declaración de Independencia las dos palabras “Naciones Unidas” se escriben (siete) siete veces? Y no para denostarlas (“Casa de las mentiras”), sino como soporte de ese texto único y fundacional de la “Declaración de la Independencia de Israel”.

En cuyo párrafo 11, se lee, en mayúsculas: “POR CONSIGUIENTE NOSOTROS, MIEMBROS DEL CONSEJO DEL PUEBLO, REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD JUDÍA DE ERETZ ISRAEL Y DEL MOVIMIENTO SIONISTA, ESTAMOS REUNIDOS AQUÍ EN EL DÍA DE LA TERMINACIÓN DEL MANDATO BRITÁNICO SOBRE ERETZ ISRAEL Y, EN VIRTUD DE NUESTRO DERECHO NATURAL E HISTÓRICO Y BASADOS EN LA RESOLUCIÓN DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS, PROCLAMAMOS EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO JUDÍO EN ERETZ ISRAEL, QUE SERÁ CONOCIDO COMO EL ESTADO DE ISRAEL”. (En negrita, enfatizado a propósito ahora)

Si las Naciones Unidas es para el señor Netanyahu la “Casa de las mentiras”, será entonces, desde ese punto de vista, nada menos que el de un Primer Ministro, que nada, nada de lo que desde allí surja al mundo tendrá la verdad como estandarte.

- No será verdad, entonces, que se decidió la partición de Palestina en dos estados, uno judío y el otro árabe y dejando a Jerusalén como un corpus separatum con administración por la ONU por 10 años.

- No será tampoco verdadero que la ONU haya aceptado a Israel como miembro pleno en 1949.

- No será verdadera la votación reciente en la Asamblea General y que rechazó por 128 votos la decisión del presidente de los EEUU sobre Jerusalén, por nueve en contra y con 35 abstenciones.

- No tenida por verdadera la participación de Israel en esa sesión extraordinaria de la Asamblea General pese a que su delegado embajador Danny Danon votó por Israel en el sentido en que lo hizo.

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