Un arbolado pobre en el centro de la ciudad

Un arbolado pobre en el centro de la ciudad

Los desiertos dan fe que sin ellos la vida se vuelve insoportable. Suele pasar inadvertido, solo las elevadas temperaturas hacen que se ponga la mirada en él o cuando uno de ellos se desploma y provoca un accidente. “El árbol es compañero del caminante, defensor del perseguido, centinela de los pueblos, adorno de las ciudades, cabaña en la tempestad, toldo durante el estío, refugio durante la lluvia. El árbol es el cantor de la naturaleza, el guía de la producción, el reflejo de la fecundidad de la madre tierra”, escribió Antonio Velázquez Alonso.

La escasez o falta de arbolado urbano en varios sectores de la ciudad, no es una novedad, cuando se supone que en un Jardín de la República, se haría honor al nombre. Por ejemplo, no deja de ser llamativo y también una intriga que en las peatonales la sombra sea escasa, ni siquiera en las recientes remodelaciones se ha tenido en cuenta este detalle de gran importancia para los tucumanos que padecen un verano agobiante. En nuestra edición de ayer, un arquitecto tucumano radicado en España, hace varios lustros, señalaba: “todos demandamos sombras, pero no plantamos árboles. Se ha cualificado la peatonal, pero habría que cuidar más el arbolado, que permita tener un sombreado hasta perenne. He visto las marquesinas en las esquinas, que son una buena idea pero si hubieran tenido continuidad a lo largo del paseo y no puntualizada solo en los extremos, porque se necesita un remanso de temperatura en el recorrido completo”.

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En el microcentro es donde más se sigue notando la ausencia de árboles. Un censo arbóreo efectuado hace siete años por la Dirección de Espacios Verdes de la capital, la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Tecnológica Nacional, mostró este déficit. La primera parte del trabajo se efectuó dentro de las cuatro avenidas, donde se contabilizaron entre 10 y 11 árboles por cuadra. Sin embargo, muchas de ellas ni siquiera contaban con un árbol, mientras que en otras había más de 20. Por ejemplo, en Mendoza al 400, al 800, o en Córdoba al 300 no había ninguno. Se habían registrado 11.000 ejemplares en una cuadrícula comprendida por 260 manzanas, la mayoría, de mediano porte, como el naranjo. Le seguían los lapachos, los tarcos, los plátanos y los fresnos, entre otras especies. Según el entonces director municipal de Espacios Verdes, la construcción y la acción de los vecinos habían tenido bastante que ver en la depredación. Muchas empresas constructoras suelen cortar o “matar” los árboles que les “molestan” en la vereda. Esta actitud perniciosa prosigue.

En contrapartida hay calles como la San Luis o la Jujuy, que en una buena parte de su extensión están arboladas por coposos ejemplares (plátanos de sombra) y produce una sensación de bienestar caminar por allí. Basta recorrer las ciudades de Mendoza, San Juan -especialmente las peatonales- o la misma Buenos Aires para gozar de los beneficios del árbol.

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Lo que es evidente para cualquier tucumano o visitante, pareciera no serlo para nuestras autoridades, tal vez ello se debe a que es muy difícil verlas caminando como cualquier vecino por el centro y menos al mediodía o a la tarde cuando los rayos del sol son un azote.

Se trata de que la estética urbana -en el caso de las peatonales- esté en función de las necesidades y la comodidad del ciudadano. Una ciudad arbolada contribuye a descontaminar el aire y brinda una mejor calidad de vida a quien la habita.

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