El mejor mayordomo de la Embajada británica en Argentina es tucumano: su increíble historia

El mejor mayordomo de la Embajada británica en Argentina es tucumano: su increíble historia

Samuel Victoria llegó a Buenos Aires a los 19 y se quedó. Por azar ingresó como empleado y hoy, 27 años después, tiene un rol clave.

IMPECABLE. Samuel Victoria –esmoquin blanco, camisa blanca, corbata de moño negra– , en la embajada británica. FOTO DE PÁGINA 12/ Guadalupe Lombardo IMPECABLE. Samuel Victoria –esmoquin blanco, camisa blanca, corbata de moño negra– , en la embajada británica. FOTO DE PÁGINA 12/ Guadalupe Lombardo
19 Diciembre 2017

Tenía 19 años cuando Samuel Victoria partió de Tucumán y llegó a Buenos Aires para pasear unos días. Pero, por esas cosas de la vida, terminó quedándose para siempre, porque -dice- le gustó “el movimiento, la gente, la ciudad y las oportunidades”. Y el destino quiso que -tiempo después y luego de varias luchas- ingrese como empleado en la embajada británica donde hoy en día tiene un rol clave.

Sí, el mejor mayordomo de la Embajada británica Argentina es este tucumano de 56 años que, desde hace veintisiete, asiste a los representantes diplomáticos británicos en la residencia oficial, la mansión que construyeron los Madero Unzué en La Isla a principios del siglo XX y que este año cumplió su primer centenario.

Entrevistado por el diario Página 12, Samuel Victoria cuenta sobre su trabajo. “Mi tarea es asistir al embajador en lo que necesite. Pidiendo silencio en una reunión; fijándome que tenga una copa con qué brindar cuando propone un brindis a los invitados; haciendo sentir cómodos a las visitas cuando vienen a un evento; o asistiendo a personalidades que vienen a la residencia”, explica.



Como el propio embajador, Samuel también vive en la residencia oficial, el mismo lugar en el que se casó con Marta, la mujer que todavía hoy trabaja en el segundo piso como asistente de los embajadores. Desde su casa, en el tercer piso, él baja todos los días para emprender ocho horas de tareas.

“Trabajo las horas que me corresponden y me retiro con mi familia. Y salimos y vamos al cine, sábados, domingos, feriados”, dice. Ojo, la agenda puede cambiar de acuerdo con el tipo de evento, de etiqueta, de necesidades del embajador. Vivir en el mismo lugar que se trabaja -cuenta- no es raro, porque “como todos dicen, uno tiene un orden en la vida, hay que saber respetar”.

Del sueño a la realidad

"Me encantaba tanto la idea de trabajar acá, de poder ingresar acá, siempre lo veía desde afuera al lugar”.

–¿Qué era lo que le gustaba tanto?


– En realidad, mi vocación era poder empezar en algo para poder ingresar en una sede diplomática, y más una inglesa, porque admiraba a la realeza.

–¿Qué cosa de la realeza?

–Todas sus cosas. Sus formas, sus movimientos, la forma que ellos tienen de trabajar y cómo son en realidad. Yo decía “¿serán así como los vemos de afuera?”.

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Samuel Victoria dio un discurso por el centenario del edificio donde trabaja 


–Cuando los veía en revistas


–Exactamente. Y se me cumplió un sueño: pude ingresar, después llegaron las realezas, Diana Spencer, el príncipe Carlos, y dije “no, no puede ser, esto ya es demasiado”.

–¿Recuerda cómo fue la primera vez que trabajó de mayordomo en un evento grande?

–Sí, fue una cena. Pero para mí la vez más importante fue cuando llegó el príncipe Carlos, que primero no sabía si participaba o no en las tareas para asistirlo a él. Entonces, obviamente se pidió previamente una autorización.

–¿A Buckingham?

–Claro. Eso viene hablado. Y el mayordomo privado de él me dijo “sé que me vas a asistir a mí”. Yo pensé que me decía asistirlo a él, ayudarle al servicio, pero entonces me dijo “no, tenés total libertad de servirle vos también al príncipe”. No lo podía creer. No recuerdo el nombre de ese mayordomo, supongo que ya se habrá jubilado. Quizá lo pueda averiguar cuando conozca el palacio de Buckingham, que sería lo máximo para mí. Ya lo pedí a los auditores.

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Así, Samuel Victoria –esmoquin blanco, camisa blanca, corbata de moño negra– se despide. Obvio, con una taza de té...

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