Bochornosa muestra de intolerancia política

Bochornosa muestra de intolerancia política

Bochornoso, indecoroso, vergonzoso, son algunos sinónimos para calificar el hecho de violencia entre militantes del oficialismo provincial y municipal que tuvo lugar ayer frente a la sede de los Tribunales Federal, ubicada en la esquina de Las Piedras y Congreso, mientras en el interior se llevaba a cabo la entrega de diplomas a los diputados nacionales electos, que deben asumir en diciembre. Por el lado de Cambiemos, asistieron Beatriz Ávila y José Cano y por el Frente Justicialista por Tucumán, el intendente de Banda del Río Salí, Darío Monteros, recibió el diploma en representación del vicegobernador Osvaldo Jaldo -que se halla de viaje-, y su esposa Gladys Medina recibió el suyo.

Según la Policía, al concluir el acto, los militantes de ambos bandos, que se hallaban identificados con pancartas y remeras, comenzaron a insultarse y luego las fricciones desembocaron en puñetazos, pedradas y corridas.

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El intendente capitalino, que se encontraba participando del acto en el que su esposa recibió el diploma, afirmó que si el dirigente observa que hay antagonismo, eso se traslada hacia abajo. “De este tipo de cosas somos responsables nosotros. Bajemos las tensiones... Nosotros somos los responsables. Estamos en vísperas de Navidad y de Año Nuevo, no podemos seguir exacerbando más, ya pasaron las elecciones”, dijo en alusión al gobernador. Por su parte, el intendente de la Banda del Río Salí pidió disculpas a la ciudadanía y llamó a la reflexión en estos tiempos en que se debe consolidar la democracia con respeto.

No es la primera vez que ocurren estos episodios. El 18 de agosto de 2011 informamos que a 10 días de las elecciones provinciales, en el barrio Hipódromo, dos grupos de punteros allegados al legislador Carlos Isa Assán y a la concejala Teresa Felipe de Heredia se habían enfrentado con piedras, palos y machetes. La riña terminó con denuncias cruzadas en la comisaría 11 y se reportaron heridos, aunque no de gravedad. El 29 de septiembre de ese año, la crónica de LA GACETA consignaba: “Una pelea de punteros políticos obligó a suspender un acto en el que iban a participar el gobernador José Alperovich y el intendente Domingo Amaya. El violento incidente ocurrió, alrededor de las 10, en la esquina de Fortunata García y Güemes, al sur de esta capital, en donde se iba a inaugurar una obra de 10 cuadras de pavimento. El enfrentamiento habría sido protagonizado por punteros políticos que responderían al legislador Armando Cortalezzi y al concejal Cristian Rodríguez, ambos del PJ”.

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Estos enfrentamientos desnudan la inmadurez política no sólo de los punteros, sino también de los políticos a quienes estos responden. Recurrir a la violencia para zanjar diferencias habla de una seria incapacidad para dialogar y, por ende, de una marcada intolerancia hacia aquellos que piensan distinto. Más lamentable aún es que estas agresiones se produzcan en un acto de entrega de diplomas a ciudadanos que han sido electos para representarnos en el Congreso de la Nación. ¿Cuál es el sentido de esta agresión entre simpatizantes? ¿Qué se desea demostrar y ante quién? La intolerancia es tanto de los punteros como de aquellos que los mandan.

Insultar y pegarle al opositor no hace bien a nadie. Al contrario: no aporta nada positivo a la sociedad. La violencia nunca es el camino para fortalecer la democracia y si la clase dirigente sigue mirando para otro lado, seguiremos lejos del consenso, de la unión, del respeto por los demás.

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