Un festival que va sobre seguro

El genial Roberto Fontanarrosa inmortalizó en una viñeta de Inodoro Pereyra la contradicción entre algo conocido que, simultáneamente, es siempre nuevo. Afuera de su rancho, el pintoresco protagonista llama a su amada Eulogia para que lo acompañe a ver el atardecer. Sólo recibe una seca respuesta: “ya lo ví ayer”.

De más está afirmar que la belleza de los espectáculos naturales nunca se repite exactamente, así como no hay posibilidades de que una actuación en vivo se reproduzca sin ninguna clase de cambios; de allí el concepto de lo único e irrepetible en el arte, por encima incluso de la idea de que el receptor de la obra artística es quien termina de consumarla y darle sentido, sea desde la emoción o desde la razón.

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Pero, al mismo tiempo, cuando los nombres de los artistas se reiteran de un año al otro, aunque el repertorio a tocar sea diferente (como se produce en varios casos en la actual edición del Septiembre Musical, que comenzó la semana pasada), puede haber entre el público potencial al que se dirige la propuesta un regusto a lo previsible, a lo ya vivido, a la falta de sorpresa, a la ausencia de lo nuevo o, incluso, de lo transgresor. Puede ser injusto ante la excelencia del visitante, pero existe y lo peor que se podría hacer sería negarlo.

Ese sentimiento conspira contra el talento indiscutible de muchos de los protagonistas de la grilla en marcha, de un festival que ya superó el medio siglo y que este año anuncia orondo que habrá 32 días de música, 90 espectáculos, 800 artistas tucumanos y 22 localidades con shows. Pero ante las frías cifras se abre un amplio campo de análisis: hay mucho (como siempre), pero de una primera y una segunda muy marcadas no en lo referido a la calidad, sino a la oportunidad de los músicos de mostrarse y a las condiciones objetivas y técnicas de realización, que no son iguales. Un solo ejemplo, relacionado con la difusión: en la página oficial de Facebook del Septiembre Musical sólo se incluye a los conciertos en el teatro San Martín y en la sala Orestes Caviglia, exactamente la mitad de los 90 programados. Para saber qué pasa en otras actividades paralelas, dónde se realizan, a qué hora y demás datos, hay que ir a otros sitios en la web. Están en la B.

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Quizás se cumpla el amenazante aforismo de que quien es revolucionario en sus años jóvenes se transforma en un conservador en su vejez. Mucha tristeza daría que sea verdad, más todavía en una materia viva como es lo artístico, que se termina de construir como hecho a partir de la relación que se construye con quienes ocupan los asientos en los teatros. Pensar en la gente debe ser tan importante como hacerlo respecto de los músicos convocados para este mes.

Los fundamentalistas levantarán la vara para mencionar la maestría de Bruno Gelber, quien deslumbrará sin lugar a dudas a los amantes de lo clásico, sea lo que sea que toque (aún no se anunció el repertorio que el maestro desplegará el viernes 22). También lo harán el tucumano Miguel Ángel Estrella o el recurrente director Luis Gorelik, dentro del abanico de visitantes ilustres, tal como lo hicieron Adrián Iaies y Mariano Loiácono el viernes, única manifestación del jazz en todo el festival (alguno dirá que este género tiene un encuentro propio internacional desde este año; es tan cierto como que en septiembre no existe). No hay posibilidades de repetición en esas manos; sin embargo, lo que bien se podría buscar es refrescar el listado de nombres para que no sólo los habitués del festival tengan su espacio, sino que se agreguen nombres diferentes, que convoquen a otros a las salas de mejor nivel acústico de las que tiene la Provincia. Lo distinto siempre es bienvenido y, frecuentemente, ansiado.

Claro está que hay grandes artistas que van a debutar en la fiesta anual, principalmente el enorme Shlomo Mintz, uno de los máximos violinistas clásicos del mundo. Disfrutar de su clase universal será uno de los puntos altos del Septiembre Musical, pero no puede ubicarse dentro de las innovaciones y menos aún de las apuestas arriesgadas, cuando lleva ya 55 años transitando los escenarios y la sola mención de su nombre motiva aplausos.

En el mismo sentido, se puede aplaudir la llegada de Elena Roger o de Gabriel Senanes; el regreso de la Camerata Bariloche; el desembarco de Tangokinesis con Eleonora Cassano; el homenaje a Violeta Parra a cargo de Los Jaivas (será esta misma noche) o la fiesta que promete Raúl Lavié con sus flamantes 80 años. El piano, además, vuelve a ser el instrumento protagonista (como lo clásico es como género más visitado), con una docena de conciertos en la grilla principal del San Martín y del Orestes Caviglia. Al listado de pianistas se puede sumar la eslava Marina Horak o los finalistas internacionales del concurso realizado el año pasado con el auspicio de la Universidad de San Pablo-T, la sangre más joven que se oirá sobre las teclas.

Todos ellos le dan aire fresco al listado de espectáculos (Iaies advirtió que un festival debe ser más que eso, ya que debe tener “un argumento y un eje” que lo proyecten en el tiempo, en una entrevista con LA GACETA publicada el viernes), más allá de que recorren desde hace varias décadas las salas. Una vez más, se va sobre seguro.

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