Macri deberá mirar más a Alfaro

Un concepto viene derrotando a Cambiemos para el Bicentenario, o bien a la oposición en Tucumán: acople. Ya sea porque no lo entienden o porque no son suficientes para enfrentar al peronismo provincial, que históricamente viene haciendo jugar los sistemas electorales en beneficio propio. En 2015, para aquel ApB los adversarios fueron más y en 2017 -en las PASO del domingo pasado- los propios fueron menos. Hace dos años, por este sistema electoral, la mayoría opositora se encolumnó detrás de la dupla Cano-Amaya, uniendo a los dirigentes que hace siete días brillaron por su ausencia, ya sea jugando al quedo, borrándose de la elección o aliándose al Gobierno.

En agosto de 2015, el radical Cano tuvo el respaldo de 380.000 tucumanos; en agosto de 2017 recogió sólo 294.000 adhesiones; casi 90.000 sufragios menos. Miremos un poco para atrás y veamos los números obtenidos por el ApB en 2015: por la lista “Tucumán para Todos”, Stella Maris Córdoba por el oeste le sumó 17.700 votos y José Franco en la capital 11.500; por la lista oficial Ariel García le aportó por el oeste 24.200 sufragios y Fernando Valdez por la capital 14.600, la lista “Movimiento Popular Federal”, con Silvia Elías de Pérez y Eduardo Bourlé -el titular de La Bancaria- le sumó por la capital 32.200. Ya sea porque se fueron o porque están peleados o distanciados de Cano; esos dirigentes no sumaron; restaron. Y si el segundo de aquel binomio, Amaya, no movió un dedo -algunos en el oficialismo sostienen que está pidiendo pista para el regreso- se entiende entonces la consecuencia de la interna de Cambiemos desde la matemática, a partir de simples sumas y restas.

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En 2015, con el acople, la oposición supo sumar y asociar en la partida a dirigentes que se miraban ya con cierta desconfianza, pero que se necesitaban para acometer la elección contra el alperovichismo: unos para llegar a la Legislatura o a los concejos deliberantes y otros para pelear por la gobernación. Así el acople, más que convertirse en un sistema para resaltar las lealtades y para sostener una plataforma de propuestas común, derivó en un método para ocultar momentáneamente las hipocresías y para potenciar las conveniencias electorales.

El esquema pergeñado por el peronismo le sirvió hace 24 meses al ApB para disimular las diferencias ideológicas y las rivalidades políticas internas. Entonces, los principales referentes se “acoplaron” por necesidad; y dos años después se “desacoplaron” pues pensaron más en sí mismos y en su futuro electoral para 2019 que en los comicios intermedios. Cambiemos tiene que “acoplar” más para octubre y para dentro de dos años si quiere ser una alternativa de poder frente al peronismo tucumano; entendiendo el concepto desde las perspectiva de un trabajo destinado a aglutinar voluntades, caso contrario, a la postre el más perjudicado puede resultar Cano.

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En 2015, el discurso unificador estaba más que claro, era contra la corrupción y el alperovichismo; desde el domingo pasado sigue siendo contra la corrupción, pero ¿contra quién debe ser en 2019? La incertidumbre de la oposición vale también para los peronistas desacostumbrados a tener tres jefes por tanto tiempo; un trípode de poder que asentó parte de la contundente victoria de las PASO precisamente en que se mostró unido. La especulación respecto de cómo seguirá en el futuro la relación entre Manzur, Jaldo y Alperovich son muchas; tanto desde el lado opositor como desde los propios justicialistas.

Mientras sigan juntos y mostrándose en sociedad, o “acoplados”, el peronismo no se fragmentará detrás de tres posibles conductores. Ese fue un factor que incidió en el resultado del domingo, donde el Frente Justicialista por Tucumán (FJT) obtuvo 494.000 votos contra los 491.000 que sacó Manzur hace dos años.

La división interna no se manifestó en el oficialismo -todo el peronismo se abroqueló tras la candidatura de Jaldo-, cómo sí la dejó traslucir Cambiemos a nivel de dirigentes que no se mancomunaron tras la postulación del ex candidato a gobernador por el ApB. Acoples y desacoples.

Manzur, Jaldo y Alperovich tal vez estén contenidos en sus fueros íntimos, tal vez interpreten que la conveniencia de estar juntos puede asegurarle la continuidad en el poder influyendo cada uno de manera rotativa y desde distintas funciones. Sólo los celos pueden destruir esa sociedad. Los números de las PASO permiten interpretar eso; pero hay que esperar a octubre para ver si el concepto se mantiene o un eventual internismo se refleja a partir de la comparación de los nuevos números. Con las cifras en la mano -telegramas de las mesas de cada circuito capitalino o localidad del interior- se puede hacer un barrido territorial para determinar qué dirigente trabajó más o menos, y por quién. Todo se sabe.

Como sabía Alfaro, o se percató unos pocos días antes de las PASO, que la “mano” no venía bien para Cambiemos no sólo en el oeste y el este, sino también en la Capital. Hizo entonces “la gran Vidal”: salió a dar la cara a la par de su esposa, Beatriz Ávila -que secunda a Cano en la boleta opositora-, se mostró en los barrios e incluso en el interior -hasta habría puesto fiscales de su agrupación en mesas de algunos departamentos- para defender un poco mejor la parada. Alfaro trató de ponerse la campaña capitalina sobre sus espaldas, sabiendo que algunos enemigos estaban dentro del propio Cambiemos, aquellos “desacoplados” que no jugaron como en 2015. No podía perder en su bastión: la ciudad, por lo que hizo lo que todo en estos comicios: primero tratar de fidelizar el voto propio y luego tratar de seducir al resto. Si bien salvó las ropas al festejar una victoria de CpB en su territorio; debió soportar la pérdida de sufragios en comparación con su elección en 2015.

El FJT obtuvo unos pocos miles de votos más que hace dos años en la Capital, promediando por arriba de los 125.000. Y Cambiemos mermó su caudal en 28.000; número que puede entenderse a la luz de las internas que estallaron en el grupo opositor.

Sin embargo, bien puede sostenerse, en base a las consideraciones previas que en la Capital Alfaro sostuvo la candidatura de Cano; máxime si su esposa iba en segundo término. Sin embargo, Ávila no estaría accediendo a una banca con los números de las PASO; pero en favor del alfarismo vale decir que el intendente “instaló” a la ex legisladora como una referente provincial. Es ciertamente un capital político pensando a futuro. El nivel de conocimiento suma cuando se habla de candidaturas, y la electa y renunciante concejal por la ciudad dejará atrás esa frontera con estos dos elecciones intermedias.

Entonces, ¿Alfaro perdió o ganó? Desde una perspectiva -la oficialista entre otras- fue derrotado junto a Macri y a Cano, especialmente porque Beatriz Ávila no estaría llegando al Congreso con estos valores (para eso Cambiemos debe obtener 35.000 votos más de los que obtuvo y esperar que el resultado del FJP sea un techo -ver página 3-). El jefe municipal salvó las ropas mirando hacia atrás, pero tiene la chance de ser el único ganador a futuro. ¿Por qué? Porque la principal sección electoral a la que debe apostar el Gobierno nacional para mejorar la performance de las PASO es en la Capital: no sólo tendría que mostrar que los “brotes verdes” de la economía se traducen en mejoras en los bolsillos del ciudadano -para cambiar el estado de ánimo- sino que además debería “bajar” recursos para apuntalar la gestión municipal y los nuevos gastos que demande la campaña y la logística de la elección del 22 de octubre. A buen entendedor. Ya aparecieron ATN.

¿Vendrá Macri a Tucumán para sostener la “gran Vidal” de Alfaro y respaldar a Cambiemos? Se verá en los próximos días, si es que decide encabezar -por ejemplo- la inauguración de la nueva pista de aterrizaje del aeropuerto Benjamín Matienzo. Además, ¿el macrismo volcará más su apoyo para revertir y mejorar las performances de Santa Fe y de Buenos Aires que la de Tucumán? ¿Qué será más importante para Macri con vista a su futuro sabiendo que no tendrá una mayoría propia en el Congreso después de octubre?: ¿conseguir un diputado más en Tucumán o ganar en esos dos distritos para mostrar la gran victoria del cambio en todo el país?

Al margen de esa influencia “externa” necesaria, Alfaro mostró más reacción que sus pares de Cambiemos, a los que les ganaron el desconcierto y las dudas sobre cómo encarar lo que viene. Baste observar qué pasó en el oficialismo el mismo lunes después de la votación para entender, por comparación, qué hacen unos y otros. Ese día, Manzur y Jaldo citaron a los candidatos de las otras listas que participaron de la interna del FJT para fidelizar sus votos con vista a octubre. Son más de 70.000 sufragios, o sea más de seis puntos. Mantenerlos, hoy por hoy, implica asegurar la tercera banca; perderlos, un empate en dos. Por el lado de Cambiemos, no hubo reuniones con dirigentes territoriales para evaluar el resultado y encarar desde “ayer” -como vulgarmente se dice- un nuevo proceso electoral.

Esa “desorientación” no es propia de los justicialistas. Así, el ala peronista de Cambiemos, la del alfarismo, reaccionó rápidamente: armó una coordinadora peronista para sostener la gestión de Alfaro y para trabajar por Beatriz Ávila para que llegue al Parlamento. Una acción política que no se circunscribirá a la ciudad. Los socios de Cambiemos deben tomar nota y estar advertidos de esta jugada, porque no parece tener como límite la elección de octubre, sino la de 2019.

Mientras unos se arman y acomodan pensando con quiénes van a “acoplarse” en el futuro, otros no reaccionan todavía frente a los desacoples del pasado. Ergo: los desafíos políticos son mayores para los referentes políticos de la oposición, especialmente si quieren convertirse en una alternativa de poder.

La gran pregunta hoy es quién será el referente de la oposición en 2019. Habrá que mirar, como concepto, los acoples que fortalecen y los desacoples que debilitan.

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