Está todo revuelto
13 Agosto 2017

LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

La experiencia que se vive es que todo está confuso, ambiguo, sin rumbo, violento y desconcertante. Dios no abandona la historia humana.

El Evangelio de hoy señala la experiencia humana de los discípulos en la barca. “Entretanto la barca estaba ya alejada de tierra muchos estadios, batida por las olas, porque el viento le era contrario. En la vigilia de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar. Cuando le vieron los discípulos caminando sobre el mar se turbaron y decían: ‘es un fantasma’; y llenos de miedo empezaron a gritar. Pero al instante Jesús comenzó a decirles: ‘tened confianza, soy yo, no temáis’”. La vivencia de los discípulos muestra el temor y la confusión y al mismo tiempo la asistencia y cercanía de un Dios que no abandona a sus hijos en medio de las dificultades.

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Esta experiencia es el reflejo de la historia misma de la humanidad, de las familias, de la Iglesia. A veces parece que nos hundimos y que todo se va a desmadrar y es allí donde Dios nos asiste con su gracia para calmar la tempestad de las dificultades. La humanidad tiene mucho de dolores y triunfos; la Iglesia ha pasado, pasa y pasará siempre nuevas dificultades que la hacen vivir perplejidades, pero Dios la protege y la hace salir a flote en medio de las tempestades de la Historia.

Si nuestra vida es el cumplimiento de lo que Dios quiere de nosotros -como Elías, que se encaminó al monte Horeb por mandato de Dios; como los Apóstoles, que cumplen lo que Jesús les ha dicho, aunque el viento les era contrario-nunca nos faltará la ayuda divina. En la debilidad, en la fatiga, en las situaciones más apuradas, Jesús nunca falló a sus amigos. Y si nosotros no tenemos otro fin en la vida que buscar su amistad y servirle, ¿cómo nos va a abandonar cuando el viento de las tentaciones, del cansancio, de las dificultades en el apostolado nos sea contrario? Él no pasa de largo.

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El Señor nos invita a salir de la comodidad, de la seguridad de la orilla, y adentrarnos en un mundo de aventuras peligrosas. Él no nos abandona nunca, aunque por el ambiente externo parezca que estamos solos. Desde lo alto del monte nos ve, nos oye y nos envía a la aventura para que nos curtamos en la lucha y así seamos más fuertes. No somos plantas de invernadero y Él no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

Debemos confiar en Dios y no decaer en el servicio del Señor, en su Iglesia y en el mundo que puso en nuestras manos.

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