Bochorno en el Concejo Deliberante de Yerba Buena

Bochorno en el Concejo Deliberante de Yerba Buena

Es la desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza. Es preferible evitarlo, pero en ocasiones esto no ocurre y deja una sensación penosa en la sociedad. Lo cierto es que el bochorno se ha vuelto cada vez más frecuente en la conducta de una parte de la clase dirigente. En los últimos tiempos, Yerba Buena se ha convertido en noticia por episodios escandalosos, protagonizados por el Concejo Deliberante de esa ciudad.

El viernes, ese órgano municipal volvió a generar indignación en la ciudadanía. La sesión debió ser levantada por incidentes. Según consta en la denuncia policial, los vecinos se hicieron presentes para exigir la incorporación del candidato que desde el año pasado reclama que le permitan asumir en el décimo escaño, que se halla vacante. Hubo una acalorada discusión entre los partidarios del que no puede asumir y de un concejal de Cambiemos, y los concejales presentes. Pero también se produjo otro altercado en el que fue golpeado el jefe de Gabinete municipal: recibió una trompada del padre de un concejal peronista, según denunció. En la mañana del viernes, el titular del Concejo, de extracción radical, había discutido con funcionarios municipales porque le habían impedido entrar al despacho del intendente Mariano Campero, que había solicitado licencia.

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El Concejo Deliberante de Yerba Buena vive en pugna desde hace diez meses. Sus miembros están enfrascados en enfrentamientos por espacios de poder y una porción se ha unido para impedir la asunción de un edil. El organismo legislativo cuenta con 10 bancas. Tres de ellas son ocupadas por concejales afines al oficialismo, una se halla vacante (es la que reclama el que no puede asumir desde 2016) y los otros seis lugares corresponden a dos peronistas, a tres radicales y a un macrista, aliado en contra del intendente. Para que haya quorum se necesita la presencia de la mitad más uno de los integrantes. La disputa continúa prolongándose a lo largo de los meses, en medio de acusaciones y presentaciones judiciales.

Lo paradójico es que, antes de asumir, estos mismos dirigentes realizaron en septiembre de 2015 un publicitado coaching ontológico, cuyo objetivo era prepararse para el desempeño de sus futuras funciones y aprender a convivir políticamente, pese a las diferencias. “¡Queremos contagiar esto! Si logramos que se replique en otras ciudades tucumanas, e incluso del país, seremos mejor vistos por la sociedad. Es necesario cambiar el modo de hacer política. Debemos convertirnos en empleados de los vecinos”, aseveró uno de ellos en esa oportunidad.

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A juzgar por la realidad, da la impresión de que la experiencia fue contraproducente, porque estos representantes vienen haciendo todo lo contrario a lo que predicaron, de manera que resultaron ser pésimos alumnos, o sus maestros fallaron.

Lo más grave es que los mismos protagonistas de estos bochornosos actos no solamente han demostrado ser incapaces de llegar a un acuerdo para normalizar el funcionamiento del Concejo y cumplir con sus obligaciones, para lo cual les paga la comunidad, sino que tampoco parecen sentir vergüenza por su ignominioso comportamiento.

Esta es apenas una muestra de la baja calidad de la política que vivimos en la actualidad en nuestro país; se ha convertido en un campo de batalla de agravios de todo calibre, donde lo importante pareciera ser ganar espacios para aferrarse al poder a costa de lo que fuere. Se trata de descalificar al adversario y toda herramienta parece válida. Los debates de ideas y propuestas han quedado de lado. Estas acciones deplorables sólo contribuyen a desprestigiar una actividad considerada una de las más nobles porque se trata de servir desinteresadamente a los otros y de trabajar por el bien común.

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