Casualidades de película

¿Quién quiere ser millonario?, es el título latinoamericano de esa exquisita película indiobritánica del 2008 que ganó ocho premios Oscar. En ella se cuenta la historia de Jamal, un joven que participa del concurso de preguntas y respuestas para, justamente, volverse un hombre acaudalado. En el transcurso del filme, Jamal acude a reminiscencias de su pasado para explicar ante la Policía cómo había logrado llegar a la final del certamen. El conductor del ciclo de TV sospechaba que el otrora niño de la calle había hecho trampa o tenía una suerte inaudita. Jamal convence a las autoridades de su honestidad con una serie de casualidades que lo llevan a ese punto de acariciar miles de billetes.

Lejos de los juegos y cerca de la realidad, en Tucumán varios funcionarios y empresarios se volvieron millonarios, también gracias a una serie de “casualidades” que los ubicaron en esa privilegiada posición. Lo que no aparece es el investigador que inquiera -como al joven indio- sobre cómo llegaron a la instancia ganadora. Bastaría que se pidieran las declaraciones juradas de los funcionarios sospechados, que se cotejaran sus gastos y sus ingresos, y abundarían las respuestas. Uno no podría decir cómo obtuvo la mansión con garaje subterráneo para tres vehículos en el country, otro no podría explicar cómo se está yendo casi un mes de vacaciones al exterior y alguno más tendría que hacer malabares para justificar la cantidad de obras que reciben las empresas de familiares. Quizás por ello el Instituto de la Vivienda es un hervidero de rumores, con caza de brujas y preocupaciones diversas. El fin de semana algunos trabajaron como un día normal. Lo único diferente es que se peleaban por utilizar la máquina de triturar papeles los de las áreas Económica Financiera y de la Técnica.

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Sin embargo, el regreso al pasado promete asestarles un golpe en el presente a algunos de ellos. Hay denuncias que reviven de la mano de los nuevos escándalos: ¿por qué a nadie sorprende las empresas cuyos dueños son parientes de funcionarios del IPV? ¿Por qué en Lomas el cupo de Uocra no está ocupado por trabajadores de ese gremio? ¿Qué pasó con los millones del plan Más Cerca que se canalizaron por el Instituto? ¿Por qué hay empresarios dispuestos a hablar de arreglos espurios y otros que elogian al IPV? Jamal diría que son casualidades...

Parece que ese pretexto es cada vez menos válido. En el juego de las obras se disimuló el beneficio para algunas firmas recién nacidas ligadas a funcionarios con la distribución del vendaval de proyectos entre muchos constructores. La mejor forma de esconder un elefante es entre un montón de elefantes, aunque sean de mentira, dice el refrán. Otro reza: a rey muerto, rey puesto. En los pasillos de la Casa de Gobierno se preguntan si un funcionario de Vivienda con lazos en la Fiscalía de Estado no estaría detrás del lobby para ocupar el lugar de Gustavo Durán. ¿Hay un Judas?

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Domingo Amaya reaccionó hace exactamente un año luego de que LA GACETA diera cuenta de que para acceder a una de las 250 casas sociales que se construirían en el barrio de Smata en Las Talitas, además de cumplir con los requisitos socioeconómicos básicos, los interesados debían presentarse con $ 100.000 en efectivo en la sede de Falivene Constructora SRL. En ese momento, Durán afirmó que el sistema era normal y que no había otro. El secretario de Vivienda de la Nación prometió derrocar esa metodología. Al poco tiempo, había anunciado el fin, también, de la operatoria a través de la cual cooperativas trabajaban en la construcción de viviendas por medio de intermediarios. Muchos de esos “asesores” eran inspectores del IPV que hasta renunciaron a sus cargos por lo conveniente de realizar esa onerosa tarea. ¿Qué hará ahora Amaya? Está en Tucumán un equipo de auditores, del que muchos desconfían. Afirman que los elefantes rosas se cruzan delante suyo y no los ven. Por ejemplo, obras pagadas en porcentajes mucho mayores a los ejecutados. ¿Más casualidades?

El juego millonario de pocos está perjudicando a muchos. Empleados y empresarios están nerviosos porque las obras se frenan, la liquidación de fondos nacionales también y los laburantes del Instituto pierden adicionales y horas extra, mientras los constructores corcovean como pez fuera del agua. Una olla a presión tiende a explotar si no libera aire. La Cámara Tucumana de la Construcción (cuyos integrantes son, en su mayoría, grandes defensores del IPV y su gestión) parece pedir a gritos que alguien afloje tensiones. La entidad cursó una solicitud formal de audiencia a la Secretaría de Obras Públicas hace exactamente una semana. El tema a tratar: “licitaciones Ipvdu; caso testigo B°50 Viviendas en Concepción (sic)”. Otra casualidad: fue justo en pleno escándalo por las irregularidades en Vivienda.

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