Un nuevo panorama en las salas

La irrupción de dos salas estatales alteró el panorama de la realización de espectáculos en Tucumán. Una de ellas es el teatro Mercedes Sosa, que desde hace tres años funciona dentro del ámbito del Estado provincial (actualmente como un ente autárquico); la otra es la sala Rosita Ávila de la Municipalidad de la Capital, que tiene una década de inaugurada como espacio pero que está bajo la órbita oficial efectivamente desde principios de este año.

Cada una en el ámbito de su incidencia y acción modificó hábitos y costumbres, y repercutió en las otras salas existentes, tanto públicas como privadas. Todo ello tuvo una proyección regional.

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El surgimiento del Mercedes Sosa como lugar con gran capacidad (es el más importante de Tucumán, con más de 1.500 plazas, el doble del teatro San Martín) le permite alojar espectáculos para el gran público en términos cuantitativos e independientemente de la calidad variopinta que se ofrece. Prácticamente en la totalidad de la grilla, es una sala para recibir propuestas exitosas en el espectáculo nacional e internacional, ya probadas en las plazas de Buenos Aires o en las veraniegas de Carlos Paz y de Mar del Plata. No se esperen estrenos ni novedades: por el contrario, lo que se apunta es a facilitar la llegada de teatro, música en sus diversos géneros, ballet y otros shows (como se comprobará esta semana, con el famoso Circo Imperial de China y su maratón de funciones) que antes obviaban Tucumán como punto de gira porque no tenían un espacio cerrado adecuado a sus necesidades. Los estadios deportivos abiertos eran demasiado grandes; las salas disponibles, pequeñas en cuanto a la disponibilidad de localidades; y los lugares intermedios, incómodos y no adecuados a sus propuestas.

En los grandes espectáculos, se habla de una cuestión de escala: la relación entre los ingresos potenciales y los costos no fijos (traslado, hospedaje, comida, porcentaje de alquiler del lugar -alrededor del 20% de lo recaudado- y eventualidades, dejando de lado el cachet de un elenco, que está pautado de antemano) debe asegurar al productor una ganancia. Si no la hay, mejor no hacer la función porque el riesgo es grande. Cuesta lo mismo montar un show para 1.000 personas que para 500, pero es diametralmente distinta la expectativa comercial.

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Hasta ahora, el lugar elegido prioritariamente para el desembarco de las propuestas porteñas (especialmente teatro) era el teatro Alberdi de la Universidad Nacional de Tucumán, con capacidad para unas 600 personas. Sólo algunas opciones (las menos, y casi siempre vinculadas con la música y la danza) iban al San Martín. Ahora, el Mercedes Sosa desbancó a sus coquetas hermanas. De hecho, la sala universitaria tiene menguado su uso desde que abrió el espacio cercano a la Casa de Gobierno.

A ello se suma que Tucumán, en términos de venta de butacas, creció y se potenció. Un ejemplo es lo alcanzado el miércoles con Abel Pintos, con 2.519 entradas vendidas el primer día (el 90% de las disponibles) cuando faltaban casi dos meses para sus actuaciones. Fue cinco veces más que lo logrado con “Canciones de la granja”, dueña del anterior récord también en el Sosa, con 450 localidades en la jornada inaugural de la taquilla. Y ayer ya estaba por agotar su tercer recital, mientras se comenzaba a hablar del cuarto, del quinto, del...

El crecimiento de Tucumán coincidió con la merma de Salta como principal destino artístico del NOA. En el sube y baja de los bordereaux, se están duplicando y hasta triplicando la venta de entradas respecto de la vecina provincia, que entró en una espiral descendente en este tema. Ahora, las giras se organizan desde Tucumán como eje, cuando antes era un punto más y de paso. Pintos es un ejemplo, pero no el único, de un fenómeno que se viene registrando desde el año pasado y que se facilitará aún más con el incremento en las frecuencias de vuelos (al haber más vuelos).

De consumo interno

El otro dato novedoso en la dinámica de la cartelera es el surgimiento, todavía tímido, de la sala municipal Rosita Ávila en el complejo del ex Mercado de Abasto. Si bien el espacio está todavía calentándose en términos teatrales (término que refiere a que no hay un piso de público asegurado, sino que cada propuesta lo mueve por sí misma), ha generado una expectativa que satisface en sus primeros balances en respuestas artísticas y de concurrencia.

Este año inaugural será, muy probablemente, a pérdida en términos estrictamente económicos entre la inversión realizada (entre lo material y el personal) y los ingresos obtenidos, pero altamente satisfactoria en lo referido a su ubicación estratégica en el campo de las instalaciones estatales para la cultura. Es que en política, los balances no son a dos columnas (debe y haber), sino en muchas más.

La contracara del surgimiento de este espacio de unas 250 butacas ha sido la merma en actividad de otros lugares similares en cuanto a cantidad de asientos: el Centro Cultural Virla de la UNT (este año está tomando ritmo de modo tardío; lo está haciendo en el último mes y algunos espectáculos que podrían estar allí se mudaron al Ávila) y El Círculo de la Prensa, mítico sitio dedicado al arte que atraviesa una etapa compleja y complicada, con su sala mayor prácticamente sin actividad desde principios de año.

Mientras tanto, el resto de las salas independientes agudizan el ingenio para lograr la afluencia de espectadores, que evidentemente no faltan en la provincia. Un ejemplo fue el atractivo Sala X Sala, que implicó un recorrido gratuito por seis sitios. Los pasos siguientes para fidelizar público podrían ser chequeras para diferentes obras con descuentos; promociones especiales; reuniones privadas con elencos y directores y otras estrategias que podrían permitir una continuidad en el tiempo que, por talento y prepotencia de trabajo (al decir de Roberto Arlt), se la merecen.

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