El poder, el mayor afrodisíaco

El poder, el mayor afrodisíaco

OTROS TIEMPOS. Scioli y Berger asisten a un evento. FOTO TOMADA DE DIARIO24 OTROS TIEMPOS. Scioli y Berger asisten a un evento. FOTO TOMADA DE DIARIO24

La relación turbulenta entre política y sexo data de siglos atrás; el caso de Scioli puso nuevamente el tema en discusión.

21 Mayo 2017

Las anécdotas que ligan al poder con el sexo son milenarias. En rigor, hay crónicas que recuerdan excesos y/o escándalos que involucran al mismísimo Napoleón Bonaparte o, más recientemente, a ex presidentes de las principales potencias mundiales, como los norteamericano John F. Kennedy y Bill Clinton o el francés Francois Hollande, por ejemplo. En ese contexto, las últimas noticias que vinculan al ex candidato presidencial kirchnerista Daniel Scioli con una separación conflictiva, dos mujeres y hasta un embarazo reavivan una vieja trama que preocupa a los poderosos: que los problemas de alcoba tomen estado público.

Los psicoanalistas coinciden en que la acumulación de poder genera tal euforia en los seres humanos que, muchas veces, esa tensión suele ser canalizada mediante el sexo. “El poder, sea cual sea el tipo de poder, suscita el deseo de los otros”, explica el psicoanalista francés Jean-Pierre Winter en un artículo escrito por la periodista Silvie Maligorne para la agencia AFP. En ese mismo trabajo, el especialista y escritor Jean-Pierre Friedmann resume un rasgo distintivo de los hombres y mujeres que llegan a las “alturas”. “Han sacrificado muchas cosas a su ambición. Son narcisistas y megalómanos. Piensan que el mundo depende de ellos, que son dueños de los otros. Tienen un deseo de sumisión del otro”, plantea el autor de los libros “Del poder y de los hombres” y “Del poder y de las mujeres”.

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Conocedor de las entrañas de la política, Henry Kissinger, secretario de Estado en las administraciones de los presidentes estadounidenses Richard Nixon y Gerald Ford, supo decir que el poder era el mayor afrodisíaco. La historia de la humanidad parece darle la razón. De generación en generación se transmitió la idea que Napoleón no podía pasar una noche en soledad, que Enrique IV de Francia tuvo unas 70 amantes y que Catalina de Rusia era conocida por sus amoríos. Entonces, si la dupla sexo-poder está tan arraigada, ¿por qué los hombres públicos le temen tanto al impacto de la difusión de sus aventuras?

En la semana que pasó, el kirchnerista Scioli optó por suspender recorridas de campaña en Buenos Aires luego de quedar envuelto en un escándalo mediático. El ex vicepresidente durante la gestión de Néstor Kirchner se separó de Karina Rabolini luego de perder las elecciones frente a Mauricio Macri, en noviembre de 2015. A partir de allí, su nombre apareció más por sus conquistas que por su carrera política. En los últimos días, su pareja Gisela Berger -una modelo 31 años menor- dijo públicamente que el ex gobernador le pidió que interrumpiera su embarazo de tres meses. Sin reponerse de ese sacudón público, la joven embistió aún más a Scioli, al mostrar chats subidos de tono que habría mantenido con otra modelo, Sofía Clérici. “Es una amiga”, se atajó el ex motonauta. Lo cierto es que los recientes hechos demuestran que, muchas veces, la imagen de la familia ejemplar que intentan “vender” los políticos dista mucho de ser real. El propio Scioli tardó 15 años en reconocer a Lorena, su hija extramatrimonial, y mantuvo su matrimonio con Rabolini hasta luego de consumada su derrota electoral, pese a que la relación estaba terminada. La empresaria, incluso, lo representaba en recorridas por el interior del país.

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Indudablemente, la vida privada de los líderes influye de forma importante en su reputación pública y, quizás, determina el camino que pueden seguir dentro de sus carreras políticas. Hay un hecho curioso que tuvo lugar en Estados Unidos. En 1998, el editor de la revista porno Hustler, Larry Flynt, publicó un aviso en The Washington Post ofreciendo un millón de dólares a quien se atreviera a documentar un affaire con algún integrante del Congreso. La respuesta fue abrumadora. Aquella vez, algunas filtraciones de su informe condujeron a la renuncia antes de asumir del presidente electo de la Cámara baja, Bob Livingston, quien debió admitir que había engañado a su esposa. Este editor, inmortalizado por Milos Forman en el filme “Larry Flynt, el nombre del escándalo”, dijo contar con pruebas sobre la inmoralidad sexual de varios otros republicanos y amenazaba con publicarlas en algún momento de 1999. Cuando le preguntaron qué interés perseguía con esa inédita convocatoria, Flynt adujo que su verdadera meta era lograr que de una vez y para siempre la conducta sexual quedara excluida como tema político. “Cuando publiqué el aviso ofreciendo dinero a las mujeres que se animaran a hablar, lo hice para poner al descubierto la hipocresía”, afirmó.

A juzgar por los antecedentes, el ejercicio del poder suele acompañarse de una conducta sexual exacerbada. Lo que ocurre es que ni los políticos ni la sociedad parecen estar dispuestas a correr el velo y desnudar, asumiendo las consecuencias, que las miserias de la vida privada no son patrimonio exclusivo de nadie. Por más de que en hombres y mujeres con vocación de servicio, suelan presentarse como de mayor gravedad.

En Tucumán: el ex gobernador Alperovich también protagonizó rumores

Empezaba 2014 cuando el periodista Jorge Rial tuiteó una foto del entonces gobernador José Alperovich -a quien llamó “pez gordo”- y comentó que le pasaba a la mediática tucumana Marianela Mirra unos $ 30.000 mensuales a cambio de silencio.

En el programa de televisión del conductor, Intrusos, la ganadora del reality Gran Hermano ya había negado algún lazo con Alperovich. “Le voy a hacer la pregunta que Tucumán espera”, alertó Rial con Marianela de invitada en el panel. Ella desmintió todo. ¿Qué dijo? Que fue un invento, que fue algo político, que fue cosa de un grupo de difamadores. Que la versión de que Alperovich le había puesto un call center a su disposición es una ridiculez. Que se vieron una vez en Casa de Gobierno, durante la gira triunfal posvictoria de Marianela en GH. “Ahí estaba yo, con mi gorrita y mis kilos de más, preguntándome ¿qué hago? Estaban mis viejos, y creo que Alperovich ni siquiera sabía qué era Gran Hermano”, relató. Según ella todo fue un culebrón mexicano.


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