Ideas y proyectos para que los alumnos se sientan orgullosos

Ideas y proyectos para que los alumnos se sientan orgullosos

Benjamín Ávila disertará sobre su experiencia como integrante de la productora Habitación 1.520, que realizó “Gilda, no me arrepiento de este amor”

LARGA EXPERIENCIA. Benjamín Ávila es productor, director y docente. la gaceta / foto  Inés Quinteros Orio (archivo) LARGA EXPERIENCIA. Benjamín Ávila es productor, director y docente. la gaceta / foto Inés Quinteros Orio (archivo)
30 Noviembre 2016

Es el cerebro y el corazón de uno de los grandes éxitos del cine argentino en el año. Benjamín Ávila está detrás de “Gilda, no me arrepiento de este amor” desde que era una idea remota hasta que convocó a un millón de personas a las salas, cifra que acaba de alcanzar en el país. Al mismo tiempo, es docente de la Escuela de Cine de la UNT y en ese rol disertará mañana sobre “Hacer cine hoy”, tema del que puede acreditar experiencia tanto como productor del filme sobre la cantante popular fallecida hace 20 años, como director de “Infancia clandestina”, entre otras películas.

“Lo que más me sorprende es que la gente aplaude al final en todas las funciones que tuvimos. Es bastante insólito”, señala Ávila en una entrevista con LA GACETA, con motivo de “Gilda”, el inicio de la conversación.

- ¿Cómo definirías la película?

- Es un proyecto claramente femenino, con Lorena Muñoz como directora y con Natalia Oreiro como protagonista y sobre canciones con letras muy feministas que escribía la propia Gilda, con las que las mujeres que iban a la bailanta se identificaban. Es una idea de Lorena, quien es parte de nuestra productora Habitación 1.520, y que hizo un trabajo de documentalista para conseguir el vínculo con Fabrizio, el hijo de Gilda, que era el gran tema. Él es una persona muy especial, muy hermosa y digna de su madre. La charla entre ambos duró tres horas y él terminó diciéndole que confiaba en la propuesta.

- ¿Fue clave ese apoyo?

- Sin los derechos, no la hubiésemos filmado, no nos interesaba una versión no oficial. En paralelo hablábamos con los abogados, porque había muchas productoras que querían filmar la historia.

- ¿Mantienen contacto con él?

- Sí, está feliz por cómo se está dando todo y por haber tomado la decisión, sobre todo por el respeto que se generó alrededor de su madre. Fabrizio nunca quiso saber nada con el tema de la santidad popular, no está en contra pero no lo fomenta. Tiene un perfil muy bajo, como todo el mundo íntimo de Gilda, y fue sobreviviente del accidente donde murió su madre, su abuela y su hermana. Hace cuatro años fue padre y descubrió que la historia de Gil (como le dicen en su familia) era importante para su propia hija.

- ¿La dimensión de Oreiro como estrella opaca su potencial?

- Totalmente de acuerdo al inicio, pero creo que ya no. Está consagrada como una gran actriz. Uno trabaja con el inconsciente colectivo y todo el mundo la quiere y le cree, pero todavía no se instaló como referente artística. Con “Gilda” rompimos la barrera del prejuicio e hicimos una gran película. Los músicos son los que tocaban con ella y se sorprendieron con Natalia, y los que aparecen en los recitales son fans en serio que lloraban al verla. No actuaban, sino que estaban emocionados.

- ¿La estrenan afuera?

- Están confirmados Israel, Estados Unidos y América Latina, y negociamos el resto. Se va a llamar “I am Gilda”, pero no “La santita latinoamericana”, como trascendió. No tiene que ver con la esencia del filme y sería engañoso.

- ¿Cómo es tener una productora propia?

- Es difícil. Habitación 1.520 es una productora bastante particular, que tiene como característica la alta producción de calidad. Confiamos mucho en un proyecto y nos metemos a fondo. No retaceamos gastos, se eroga lo que haya que gastar. La integramos Lorena, Maximiliano Dubois y yo.

- ¿Fue un año difícil?

- En medio de la crisis hay un parate (N de la R: acaba de estrenar “El jugador”), pero tenemos en marcha documentales sobre el músico Alfredo Zitarrosa; la poetisa Blanca Luz Brum, y acerca de un grupo que viajó hace 30 años a un trabajo social en Venezuela y que regresa ahora. Y tenemos previsto filmar otro en Tucumán en noviembre de 2017 sobre el campamento que hace el Gymnasium Universitario, que es un proyecto fascinante. Lo que personalmente me gustaría hacer es la vida de Juana Azurduy, que es un proyecto muy serio que lo muy tengo investigado, pero es carísimo y más en la coyuntura actual.

- ¿Cómo es tu vínculo con los alumnos?

- Soy docente en varias universidades públicas desde hace años, y me gusta mucho. Es más fácil abrirle puertas a los alumnos en primer año que cerrárselas cuando están por recibirse, como es mi responsabilidad en Tucumán, porque es muy complejo. Les propongo experiencias que los hagan sentirse orgullosos, como pasó con el corto “La escondida”.

- ¿Hay futuro en Tucumán?

- El contexto tucumano es muy interesante, porque hay trabajo y tienen posibilidad de trabajar en lo audiovisual. Se produce un montón, cambió todo a partir de la Ley de Medios. Ya no se estudia para irse sino para crecer acá.

Historias en el lugar

Una confusión comestible
.- Uno de los puntos sensibles en toda filmación es la comida para los participantes, que cuando no hay honorarios es lo que más dinero insume. Hace años, se estaba rodando una historia donde los actores debían comer hamburguesas en la escena. Fruto de la confusión, la utilería de mano se transformó en el almuerzo de un docente ajeno al proyecto. Él quedó con el apetito satisfecho, pero hubo que improvisar comida.

Mucha gente.- Un rodaje involucra cerca de medio centenar de personas independiente de la duración del filme, ya que hay numerosas tareas por cumplir, como dirección, actuación, escenografía, producción, maquillaje, fotografía, iluminación, catering, sonido y edición, por mencionar sólo algunos. Pero en los proyectos en marcha en la Escuela casi nunca se supera las 20 personas, por lo que hay un desdoblamiento de funciones y obligaciones.

El bar que no existe.- Algunos aún le dicen aula bar, aunque su nombre oficial sea Aula F. Ocurre que hasta hace cuatro años en el lugar funcionaba realmente un bar que cerró, y heredó el nombre. Por un tiempo, los alumnos y docentes podían ir al bar del Canal 10, detrás de la Escuela, hasta que se prohibió el paso. Como la circunda el espacio verde, el césped es lugar de almuerzos y meriendas, así como de fiestas, recibidas y cine clubes.

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