Cinco historias: la vida antes y después de Paulina

Cinco historias: la vida antes y después de Paulina

Ellos estudiaban hace 10 años. Bailaban en el Abasto, subían a remises ilegales, descubrían los afters, protestaban contra las 4AM y aprendían a marchar. Hoy reflexionan sobre el legado del caso Lebbos.

DEBATE EN LA GACETA. Todos coincideron en un concepto: el caso despertó a una sociedad dormida, que empezó a organizarse para hacerse escuchar. la gaceta / foto de analia jaramillo DEBATE EN LA GACETA. Todos coincideron en un concepto: el caso despertó a una sociedad dormida, que empezó a organizarse para hacerse escuchar. la gaceta / foto de analia jaramillo
02 Marzo 2016
¿Qué estabas haciendo la noche que desapareció Paulina Lebbos?

“Tenía 16 años y estaba cursando la secundaria en la escuela Normal. Ese mismo fin de semana había salido a bailar con mis amigas al Abasto. No sé si al mismo boliche que Paulina. Me acuerdo de que ese lunes, cuando me enteré, estuvimos toda la semana hablando del tema. Pensábamos que podría haber sido cualquiera de nosotras”, confiesa Alejandra Arreguez, estudiante de Historia en la facultad de Filosofía y Letras y militante del Frente de Izquierda.

LA GACETA le pidió a un grupo de jóvenes -quienes hoy rozan o apenas pasan los 30 años- que viajen 10 años hacia atrás para recordar esos días trágicos, cuando se conoció el crimen de la joven estudiante de Ciencias de la Comunicación. Cuando el nombre de Paulina Lebbos todavía no se había convertido en un sinónimo de la lucha contra la impunidad.

“Era la presidenta del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, donde estudiaba Paulina. Cuando vi la foto, al principio no la reconocí. Estábamos en período de ambientación y comenzaron a acercarse los compañeros preocupados, preguntando qué se podía hacer. Al día siguiente (martes) iba a ser la primera clase, pero decidimos armar unos carteles y salir a marchar. Me acuerdo de que compramos una tela y escribimos: ‘Paulina, ¿dónde estás?’”, recuerda Elena Soria, del Partido Obrero, quien tenía 23 años.

“Lo primero que conocí del caso fue una reacción: el miedo de mis padres. ‘Encerrate, no tenés que salir’, me decían. Tenía 17 años y también iba a la zona del Abasto. Comencé a escuchar comentarios del tipo: ‘¿qué llevaba puesto?’, ‘¿estaba alcoholizada?’. O peor, ‘por algo le pasó lo que le pasó’”, cuenta Penélope Pérez, quien hoy trabaja en la casa de las mujeres Norma Nassif.

“Estaba en la facultad de Derecho y tenía 18 años. Esa noche todo empezó a ser diferente. Yo también salía con mis amigos. Una vecina que era amiga de Paulina nos contó del caso. Su desaparición generó mucha angustia y el Gobierno, en lugar de dar una respuesta, culpó a los jóvenes e impuso las 4AM”, reflexiona Blas Sánchez, que hoy milita en la Juventud MST Nueva Izquierda.

Los marcó. De una manera u otra, el nombre de Paulina se cruzaba en la mesa de un bar, en las aulas de la escuela, en los pasillos de la facultad, en el interior de un taxi. “Se hablaba de la mafia de los remises y taxis, de hecho cuando te subías y les pedías que te llevaran a la facultad de Filosofía te preguntaban qué se sabía. Se sentían culpables, como que los señalaban”, coinciden Alejandra y Elena.

La participación activa en las marchas le significó a Elena un cambio en su rutina de vida. “Durante cinco meses no salía sola a ninguna parte y mis compañeros me acompañaban hasta mi casa. Recibía llamados constantemente. Hasta el 11 de marzo (día que hallaron el cuerpo de la joven asesinada) fuimos a muchos lugares con la familia siguiendo las pistas. Los medios querían saber cómo era Paulina, si era buena estudiante, ese tipo de cosas”, comenta.

Y llegaron las 4AM. Los horarios de diversión nocturna se reglamentaron por ley. Aparecieron los afters. El auge y la ruina de los boliches del ex Abasto duraron lo que una vuelta en montaña rusa. Los operativos del IPLA se multiplicaron y se endurecieron. No era raro encontrar noticias de afters que terminaban con detenidos, secuestro de equipos y heridos. “La ley de las 4AM logró que el riesgo se multiplicara sobre la juventud. No había colectivos, la protección del Estado no existía”, reflexiona Blas. Mientras tanto, las manifestaciones continuaban. A veces, los fines de semana después de las 4 AM. “En esas marchas los cánticos ya hablaban de la responsabilidad del Gobierno y de la Policía. Se criminalizó a la víctima. No dijeron quién era el culpable; desviaron la atención: ¿Por qué Paulina estaba a esa hora en ese lugar?”, recuerda Elena.

Los dividió, porque la ley de las 4 AM encontró acérrimos defensores. “Una parte de la sociedad creía que estaba bien que todo terminara a las 4AM. A algunos nos prohibieron volver al Abasto. Pensaban que esa era la solución, mientras se tapaba el femicidio, aunque no se usaba esa palabra todavía”, dice Penélope.

“El IPLA funcionaba como un órgano parapolicial. Entraban y reprimían. El mensaje que querían darle a la juventud era político: ‘callate la boca, no tenés derecho a reclamar justicia ni a divertirte’”, resume Alejandra. Los afters -según los jóvenes- crecieron a la sombra del crimen y se convirtieron en un negocio paralelo fogoneado por la coyuntura.

¿Y qué significa Paulina, hoy?

“Fue una caja de resonancia. En cada marcha de los martes se acercaban nuevos casos. El gran logro del movimiento fue la formación de la Comisión de los familiares víctimas de la Impunidad y saber que cada reclamo debía estar acompañado de la movilización. Ese es el gran mérito”, señala Elena.

Ellos coinciden en que el caso despertó a una sociedad dormida. “Si pensás en términos legales la impunidad está casi intacta, pero la conciencia que generó fue grande. Ahora se sumó lo del ‘Ni una menos’ y eso también logró que las mujeres dejaran de juzgarse entre sí para hablar de un problema social y organizarse para frenar la violencia social y el femicidio”, añade Alejandra.

“Primero su caso me infundió miedo, así fue todo el secundario hasta que ingresé a la facultad. Comencé a entender que ella no había hecho nada. Paulina, además de ser víctima de la Impunidad, fue víctima del machismo”, dice Penélope.

Según Blas, hay muchas Paulinas. “Ella -define- representa la lucha contra la impunidad del poder”.

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